Created by Isidro Esparza Marín
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2ª ETAPA: APROVECHADOS o PROFICIENTES o JOVENES o VIA ILUMINATIVA Así como los Apóstoles sufrieron la privación de la presencia física de Jesús durante la Pasión y en ese momento de profunda crisis lo abandonaron y Pedro llegó incluso a negarle, éste, por el fervor de su arrepentimiento "lloró amargamente" (Mt.26, 75), y no sólo recuperó la gracia perdida, sino que fue ascendido a un grado superior. El Señor lo curó de su presunción para que fuera más humilde, poniendo su confianza en Dios y no en sí mismo, no siempre la 2ª conversión es como en el caso de Pedro de una caída más o menos grave; podría venir en forma de una injusticia que se nos hace, una persecución que sufrimos, en este caso, el Señor nos ayuda a perdonar al causante de nuestra situación. En el caso de la caída, nos hace crecer -como Pedro- en humildad. Podría venir también esta segunda conversión en ocasión de la muerte de un ser querido, de una desgracia o fracaso, o de tantas circunstancias que nos hacen ver la poca importancia de las cosas terrenas, frente al gran valor de las cosas de Dios. Cualquiera que sea la situación, si se aprovecha adecuadamente de acuerdo al plan de Dios, hace que el alma pueda ascender a una etapa superior de la vida espiritual. Esta purificación, correspondiente a lo que San Juan de la Cruz denomina "Noche Oscura de los Sentidos", consiste en una aridez o sequedad y hasta dificultad para la oración, causadas precisamente por el Señor, con la privación del alma del gozo o fervor llegado a través de la mente o los sentidos, para introducirla en una nueva modalidad de la gracia, la cual no es captada al principio por el alma. Viene luego, una especial efusión del Espíritu Santo, cuya influencia se nota en una mayor apertura y docilidad del alma a sus inspiraciones. En esta etapa de purificación se vive en la aridez y es sumamente importante la perseverancia. Por encima de las apariencias Dios está presente y no debemos caer en la tentación de dejar la oración. Después de la segunda conversión el alma comienza a adentrarse en los Misterios de la Salvación, que van desde la infancia del Salvador y su vida pública, pasando por la Pasión hasta Su Resurrección y Ascensión, culminando con Pentecostés. En su oración, dentro de la aridez propia de esta etapa, pueden darse actos aislados de contemplación. Gran impedimento para progresar es la presunción por la que uno cree saberlo ya todo en la vida interior. Aunque las lecturas espirituales son muy provechosas y necesarias, no debe dejarse la oración por éstas. Dice un gran Doctor de la Iglesia, que más aprendió orando al pie de un Crucifijo o frente al Sagrario, que en los libros más sabios, pues en la oración íntima (Contemplación) está el Espíritu que vivifica y en un instante nos instruye con Su Luz comprendiendo y haciéndonos vivir ideas muchas veces leídas y escuchadas, pero no comprendidas plenamente. Surgen en esta etapa otros frutos del Espíritu, como la magnanimidad, la paciencia, la mansedumbre, la afabilidad, la fidelidad o perseverancia, la templanza o dominio de sí. Se da, además, la entrega total del alma a la Voluntad de Dios, llamada por Sta. Teresa "desposorio espiritual". En esta fase no queda el alma aún libre de las interferencias de la sensibilidad de la carne y del mundo, por lo cual a veces puede perder la paz y hasta retroceder y caer.
LAS ORACIONES SEMIPASIVAS EN LA SEGUNDA ETAPA Suelen ser el modo de orar que corresponde a cristianos ya "adelantados", ó los "aprovechados", que están en la "fase iluminativa" o "proficiente". Ahora, en la oración, el riego del jardin del alma se hace más quieta y suavemente, «con noria y arcaduces, que se hace con menos trabajo y se saca más agua; o de un río o arroyo, se riega mejor; queda más llena la tierra de agua y no se necesita regar tan a menudo, y trabaja menos el hortelano» (V.11,7). Estas oraciones, "casi místicas", van siendo al modo divino (5 M 1,1; 2 Noche 17, 2-5).Son: ORACIÓN DE RECOGIMIENTO PASIVOORACIÓN DE QUIETUDORACIÓN DE DORMICIÓN DE LOS SENTIDOS (INFERIORES Y SUPERIORES) LA CONTEMPLACIÓN (ENTRADA A LAS ORACIONES SEMIPASIVAS) La entrada en el castillo interior que Santa Teresa nos propone sólo sucede, cuando hay un corazón humilde; lo cual, significa un corazón que nada retiene para sí, que no está pensando en sí mismo, ni en sus éxitos, ni en sus fracasos, ni tan siquiera en sus debilidades físicas o psicológicas, ni en sus límites. Es el ser humano que se ha olvidado de sí mismo el que entra a beber de las aguas de la contemplación. Para Teresa, la contemplación, es "mística". Una experiencia de Dios. Y la experiencia de Dios no es algo que se pueda provocar. El que yo experimente esa presencia es un don de Dios. Es una irrupción de Dios que no puedo dejar de dudar que está en mi. La contemplación no se provoca con nuestras propias fuerzas, es un don, un regalo de Dios. Para Teresa la contemplación es algo vital y existencial, no algo puramente intelectual. La contemplación es el anhelo profundo que existe en la persona humana. Todos tenemos sed de esta agua que es el amor de Dios. Nuestra sed sólo se sacia en Dios, y con el agua viva.
ORACION DE RECOGIMIENTO (PASIVO) Es sicológicamente semejante a la "oración de recogimiento activo" ("oración de simple mirada"), ya descrito, pero el orante se da cuenta de que es un modo de oración infundido por Dios, no adquirido. Suele darse en los "adelantados" que van pasando a la "purificación pasiva del sentido" (1 Noche 9), y es la transición de las oraciones activas más simplificadas a la "oración de quietud", en la que está el verdadero umbral de la contemplación mística. «Es un recogimiento interior que se siente en el alma, que le da ganas de cerrar los ojos y no oír, ni ver, ni entender, sino aquello en que el alma entonces se ocupa, que es poder tratar con Dios a solas. Aquí no se pierde ningún sentido ni potencia, todo está entero, pero lo está para emplearse en Dios» (CC 54,3; 4 M 3,3). ORACION DE RECOGIMIENTO PASIVO Aquí la Madre Teresa ya no habla de pensar ni de imaginar, sino de un movimiento expontáneo hacia el interior no provocado por uno mismo. Las reflexiones religiosas y las imágenes han quedado atrás; ya no son importantes, así como también pierde valor el esfuerzo personal. Santa Teresa lo describe así: "Un recogimiento interior que se siente en el alma, que parece ella tiene allá otros sentidos, como acá los exteriores... y así algunas veces los llevá tras sí, que le da gana de cerrar los ojos y no oír, ni ver, ni entender, sino aquello en que el alma entonces se ocupa" (CC 54, 3) No obstante, la mente no está en una pasividad anodina, como si estuviera en blanco; por el contrario, toda la persona está completamente atenta, alerta al amor que se revela sin que ella lo pretenda. Lo único que interesa en este estado de recogiento es que uno esté abandonado a una Presencia que lo arropa y acoge. Es una presencia sin imagen. La oración aquí se hace contemplativa por sí misma y toda ella transcurre en este deleite suave de estar recogido, perdido a todos los entretenimientos que nos extrovierten. Estamos ya en una oración mística que es don de Dios. No es lo que nosotros hacemos, sino que es Dios quien obra en nosotros. Todo el camino realizado hasta el momento ha sido liberarnos de nuestras imágenes, nuestros conceptos sobre Dios, para poder dejarle obrar con libertad. El camino de la oración ha sido un proceso de liberación de nosotros mismos, y de apertura al misterio de Dios, empequeñecido por nuestras imágenes y conceptos. Cuando la persona deja a Dios ser Dios en su vida, no es la persona la que ora, sino el Espíritu quien mueve su alma, mente y corazón. Este es el camino contemplativo cristiano. "Dentro de tí está la Luz, cierra los ojos, serena tu espíritu, y la verás. ORACIÓN DE RECOGIMIENTO PASIVO (TEXTOS CONFIRMATIVOS) "Hagamos cuenta que estos sentidos y potencias..., que se han ido fuera y andan con gente extraña, enemiga del bien de este castillo, días y años; y que ya se han ido, viendo su perdición, acercándose a él, aunque no acaban de estar dentro. Visto ya al gran rey, que está en la morada de este castillo, su buena voluntad, por su gran misericordia quiérelos tornar a Él, y como buen pastor, con un silvo tan suave, que casi ellos mesmos no lo entienden, hace que conozcan su voz y no anden tan perdidos, sino que se tornen a su morada, y tiene tanta fuerza este silbo del Pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados, y métense en el castillo" (4M 3, 2). "Un recogimiento que también me parece sobrenatural, porque no es estar en oscuro, ni cerrar los ojos, ni consiste en cosa exterior, puesto que, sin quererlo, se hace esto de cerrar los ojos y desear soledad, y sin artificio, parece que se va labrando el edificio para la oración que queda dicha".(4M 3, 1) "Y no penséis que es por el entendimiento adquirido, procurando pensar dentro de sí a Dios, ni por la imaginación, imaginándole en sí bueno es esto, y excelente manera de meditación. Más lo que digo es en diferente manera; y que algunas veces, antes que se comienza a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé como por dónde ni cómo oyó el silbo de su pastor, que no fue por los oídos...., más siéntese notablemente un encogimiento suave a lo interior" (4M 3,3)
LA ORACION DE QUIETUD Es la más característica forma de "oración semipasiva", y es ya el principio de la «pura contemplación» (CP 30,7). Es un gran gozo, porque da al alma una inmensa certeza de la presencia de Dios, tal que «de ninguna manera se podrá convencer de que no estuvo Dios con ella» (V 15, 14). Pero puede darse a veces con gran sufrimiento, con sentimiento de vacío desconcertante, pues de pronto ve el orante que ya no puede meditar como solía, y que «se ha vuelto todo al revés» (1 Noche 8,3). "La oración de quietud" «es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros por más diligencias que hagamos, porque es un poner el alma en paz o ponerla en el Señor en Su Presencia, por mejor decir, porque todas las potencias se sosiegan… Es como un amortecimiento interior y exterior, que no querría el hombre exterior (digo el cuerpo), que no se querría mover… Siéntese grandísimo deleite en el cuerpo y gran satisfacción en el alma… Las potencias sosegadas, no querrían moverse —todo parece que le estorba para amar—, aunque no tan perdidas, porque pueden pensar junto a quién están, que las dos [entendimiento y memoria] quedan libres. La voluntad es aquí la cautiva… El cuerpo no querría moverse, porque le parece que ha de perder aquella paz. En decir Padre nuestro una vez se les pasará una hora» (CV 31,2-3). «Dura rato y aun ratos» (CC 54,4). «Es con grandísimo consuelo y con tan poco trabajo que no cansa la oración, aunque dure mucho rato» (V.14,4). La Oración de Quietud o del Silencio es considerada por los escritores, dentro de la teología mística, como un grado o "forma de contemplación". Debe ser, por tanto distinguida de la meditación discursiva u oración afectiva. Tiene un lugar intemedio entre ésta última y la oración de la unión. Tal y como su nombre lo refiere, en la "oración del silencio" es en la cual el alma experimenta un grado extraordinario dte "paz" y "descanso", acompañada del placer de la contemplación de Dios. En esta oración, Dios brinda al alma un conocimiento intelectual de Su Presencia y la hace sentir en una real comunicación con Él, aún cuando Él puede hacer esto de una manera un tanto oscura. La manifestación característica de la oración aumenta a medida que la unión con Dios llega a alcanzar grados superiores. Este místico regalo no puede ser adquirido debido a que es algo sobrenatural. Es Dios mismo quien manifiesta su presencia al alma. Esta forma de sensación es diferente a como se obtiene la fe, aunque la misma es fundada en la fe. Este regalo se emplea en cada grado de contemplación. De conformidad con Scaramelli, el oficio de este regalo, al menos con cierto grado, es una mayor manifestación de Dios en la medida en que esta dádiva divina es más abundante. Algunos autores indican que no es para ser entendida como un regalo o dádiva ordinaria, como la sabiduría. Esta última está directamente conectada con la santificadora gracia y es poseída por cada hombre, sino que es sabiduría como manifestación del carisma o de las gracias extraordinarias del Santo Espíritu. La misma se da a almas privilegiadas. Al principio, la "oración del silencio" es concedida de vez en cuando y solamente durante algunos minutos. Los grados de oración no son estados definitivos en el sentido de excluir o revertir otros niveles o estados de oración. En ocasiones ocurre que la "oración del silencio" llega a ser no sólo frecuente sino también habitual. En estos casos, la misma ocurre no solamente cuando se da el tiempo de oración, sino cada vez que el pensamiento de Dios se representa en si mismo. Aún en las condiciones enunciadas, la "oración del silencio" es sujeta a interrupciones y alteraciones de intensidad, algunas veces de manera fuerte y otras de manera débil. "La oración del silencio" no impide enteramente el ejercicio de otras facultades del alma. La voluntad en si, permanece cautiva. El intelecto y la memoria aparecen teniendo gran actividad para las cosas de Dios en este estado, pero no así para las cosas mundanas. Pensamientos de este último tipo pueden escaparse de los linderos de la restricción, pero permanecen como inútiles y al final existe una atracción de la voluntad a la presencia de Dios. De esta manera continúa el deleite, no de manera total en una forma pasiva, sino dentro de la capacidad de obtener fervientes aspiraciones y afectos. En cuanto a los sentidos corporales, San Francisco de Sales nos dice que las personas, durante "la oración del silencio" pueden escuchar y recordar cosas que son dichas cerca de ellos. Citando a Santa Teresa, indica que ocurre cierto tipo de superstición en el sentido de que estamos temerosos aún de toser o de respirar, a fin de evitar movimientos corpóreos que hagan evitar el estado que se ha logrado. Dios, quien es el autor de esta paz, no nos la priva aún con inevitables movimientos del cuerpo o con involuntarios escapes de imaginación. Los frutos espirituales son: · Paz interior, la que continúa aún luego de la oración,· profunda humildad,· aptitud y disposición para los deberes espirituales,· luz divina del intelecto, y· estabilidad de la voluntad dentro de la bondad. Es por medio de estos frutos, que los verdaderos místicos se distinguen de los falsos místicos
ORACION DE DORMICION DE LOS SENTIDOS (EL SUEÑO DE LAS POTENCIAS) Más pasivo que la quietud, fue experimentado por Santa Teresa en la oración durante cinco o seis años. «Quiere el Señor aquí ayudar al hortelano de manera que casi Él es el hortelano y el que lo hace todo. Es como un sueño de potencias que ni del todo se pierden, ni entienden cómo obra. El gusto y suavidad es mayor sin comparación que lo pasado. Es un morir casi del todo, a todas las cosas del mundo y estar gozando de Dios» (V.16,1-2). Los efectos espirituales de las oraciones semipasivas son muy notables. "Todas las virtudes se acrecientan" (4 M 3,9), y al cristiano aquí «le comienza un amor con Dios muy desinteresado» (V.15,14). Las señales de la genuina "oración semipasiva" son claras, y san Juan de la Cruz las reduce a tres, que han de darse juntas: Cesa la fascinación por las cosas del mundo; Se intensifica la búsqueda de la perfección, y Las consideraciones discursivas que antes ayudaban a la oración, ahora estorban y se hacen imposibles (2 Subida 13-14; 1 Noche 9; Dichos 118). En cuanto a qué hacer en la "oración semipasiva", santa Teresa enseña: «Es esta oración una pequeña centella que comienza el Señor a encender en el alma del verdadero amor suyo. Esta quietud y recogimiento y centellica es la que comienza a encender el gran fuego que echa llamas… Pues bien, lo que ha de hacer el alma en los tiempos de esta quietud se hará con suavidad y sin ruido (llamo ruido a andar con el entendimiento buscando muchas palabras y consideraciones). La voluntad entienda que éstos son unos leños grandes puestos sin discreción para ahogar esta centella. Haga algunos actos amorosos, sin admitir ruido del entendimiento buscando grandes cosas. Más hace aquí al caso unas pajitas puestas con humildad, que no mucha leña junta de razones muy doctas. En estos tiempos de quietud dejar descansar el alma con su descanso, y quédense a un lado las letras [los estudios y discursos]. En fin, aquí no se ha de dejar del todo la oración mental, ni algunas palabras vocales (si quisieran alguna vez o pudieran, porque si la quietud es grande, se puede hablar, pero con mucha dificultad)» (V.15,4-9). Adviértase que todavía aquí sólo la voluntad está cautiva en Dios por el amor, mientras que las otras facultades —entendimiento, memoria, imaginación— a veces se fugan. Quede, entonces, la voluntad en su quietud orante, «porque si las quiere recoger, ella y ellas se perderán» (V.14,2-3). La santa aconseja «que no se haga caso de la imaginación más que de un loco, sino dejarla con su tema» (V,17,7). Y lo mismo con el entendimiento, que «es un moledor» y que fácilmente anda «muy desbaratado» (V.15,6): «No haga más caso del entendimiento que de un loco, porque si lo tener, necesariamente se ha de ocupar e inquietar algo en ello. Y todo será trabajar sin ganancia, y perder [oración] que se la daría el Señor sin ningún trabajo suyo» (CP 31,8). «Vale más que deje el entendimiento, y no se vaya ella (voluntad) detrás de él; estése la voluntad gozando aquella gracia y recogida» (V.15,6).
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