Question
SEGÚN EL TEXTO, RESPONSA LAS PREGUNTAS 1 A 15
La ciudad de Éfeso, situada algo Norte de Mileto, en la misma costa de Asia Menor, es la patria de Heráclito, la personalidad más interesante de los presocráticos. Su nacimiento tuvo lugar hacia el año 544 a. C. Sabemos que pertenecía a una familia importante, aunque no parece haber aceptado los principios de la aristocracia que le circundaba. Sabemos también que escribió en prosa, un libro que, a según Diógenes Laercio, llevaba el tan usual título de Sobre la naturaleza. De este Libro nos quedan 126 breves fragmentos recogidos en la edición de Diels. Poco más de un par de páginas, pero lo suficientemente intensas y brillantes como para ocupar un lugar privilegiado en la larga historia de la filosofía europea. El lenguaje en el que se expresa la intuición fundamental del cambio, del proceso incesante de las cosas, de la tensión, la lucha y síntesis de todas las contradicciones, es de un vigor y de una originalidad inconfundibles.
A diferencia de los milesios, no sabemos de Heráclito que ayudase a vadear ríos, o que dibujase mapas para sus conciudadanos navegantes. Pero su mirada, como la de Tales y Anaximandro, estuvo también clavada en la vida. A pesar del aire misterioso del término logos que encontramos en el primer fragmento, nada hay en su prosa que no proceda de la experiencia inmediata de la vida, de las realidades más próximas a los ojos de los griegos. La guerra, el agua, el sueño, la libertad, la luz, la justicia, el fuego, la juventud, el camino, la muerte, el pueblo, el hambre, la enfermedad, se aproximan a nosotros, en su ropaje más directo, en continua tensión y oposición. La mirada sobre el mundo más próximo y sobre el lenguaje en el que aquél se descubre, le lleva a un peculiar y profundo relativismo: "El mar es el agua más pura y más podrida; es potable y saludable para los peces; en cambio, para los hombres es impotable y perniciosa" (frg. 61). "Es lo mismo la vida que la muerte, velar que dormir, la juventud que la vejez", nos dice en el fragmento 88. Dado que "el camino que sube y que baja es el mismo" (frg. 60), la realidad no presenta un perspectiva• única y homogénea, sino que es más bien el resultado de una "una armonía tensa, como la del arco y la lira" (frg. 51).
Entre las intuiciones •de [blank_start]Heraclito[blank_end], ninguna tan famosa como la del fluir perpetuo de las cosas expresada en ese río "cuyas aguas fluyen siempre distintas para los que se bañan en ellas" (frg. 12). La metáfora. del río apunta hacia el discurrir incesante del mundo al que "no hizo ningún dios, ni ningún hombre, sino que es, fue y será siempre fuego eterno que se enciende y se extingue según un determinado ritmo" (frg. 30). A los ojos de Heráclito no podía tampoco escapar la visión continua de las conquistas saqueos y destrucciones que sufrieron, sin cesar, los griegos de aquellos siglos. Una imagen absolutamente falsa de Grecia nos ha hecho olvidar que este pueblo se desarrolló entre violencias, muertes y caprichos de crueles tiranos. Su prodigiosa historia es un caminar incesante hacia la luz, hacia la coherencia, pero a través de un prolongado combate. Por ello, Heráclito dejó plasmada esta continua • vivencia griega en el más impresionante y melancólico de sus fragmentos: "La guerra es el padre de todas las cosas, el rey de todo; a unos los deja aparecer como dioses, a otros como hombres, a unos los hace esclavos, a otros libres" (fgr. 53).