Pertinente es el comentario de Estevé (1993):
Nadie nos enseña a ser profesores y tenemos que aprenderlo nosotros mismos por ensayo y error. Luego, con el paso del tiempo, corrigiendo errores y apuntalando lo positivo, pude abandonar las apariencias y me gané la libertad de ser profesor: la libertad de estar en clase con seguridad en mí mismo, con un buen conocimiento de lo que se puede y lo que no se puede hacer en clase; la libertad de decir lo que pienso, de ensayar nuevas técnicas.