Erstellt von Sherlock Fiero
vor etwa 9 Jahre
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Es el elemento sobre el que existe una mayor aportación doctrinal, a la vez que sobré él recae la pretensión política, lo que supone una sobresaturación de significados. De esta forma para algunos autores no es nada sin el Estado, es una multitud informe. Para otros es el objeto del poder, es sujeto pasivo de la organización estatal. Frente a estas posiciones, y producto de la ilustración francesa, se aporta una concepción del pueblo como elemento dinamizador, de tal forma que el pueblo realiza un pacto social con el poder del Estado, siendo por tanto, parte activa y esencial de éste.
Pero no son estas la únicas delimitaciones que la teoría política ha realizado del concepto pueblo, como hemos apuntado, el pueblo es objeto de las más diversas ideologías políticas, y de su concepción han surgido una infinidad de regímenes políticos de todo tipo. En la actualidad se distinguen dos proyecciones del concepto pueblo: · Como sujeto al poder del Estado. Aquí el pueblo es el destinatario de las normas y se identifica como pueblo gobernado. · Una segunda opción, justificada de lleno en los sistemas democráticos, identifica al pueblo como gobernante. Sus pretensiones son las que crean las normas y las instituciones. Aquí el pueblo es el núcleo del Estado, y puede actuar de forma directa o indirecta, es decir, a través de representantes.
En el Estado moderno estas dos características del pueblo se unen, de tal forma que el pueblo, a través de los mecanismos democráticos, participa en la fijación de las necesidades normativas, en la delimitación de las instituciones y sus funciones, elige quien ejerce el poder político, a la vez que es objeto de las normas, las instituciones y el poder. La importancia del elemento que analizamos radica en que el Estado existe para alcanzar la finalidad establecida por el pueblo, es una herramienta para conseguir los objetivos sociales. Los otros tres elementos que componen el Estado están condicionados por la voluntad del conjunto de ciudadanos que integran el Estado, sirven a los fines establecidos por el conjunto social.
A esta facultad última de decisión, se le denomina soberanía, es decir, la capacidad de establecer una voluntad respecto de todos los asuntos relativos al ciudadano. Las constituciones, más o menos explícita, atribuyen esta potestad al pueblo. La Constitución española vigente lo hace en el artículo 1.2 al establecer que “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.
Como se puede observar la Constitución referencia el concepto de nación (soberanía nacional) frente al que venimos utilizando de pueblo (soberanía popular). Cabe decir que ambos tienen igual significado. Existió diferencia con anterioridad al establecimiento del sufragio universal. De esta forma con la vigencia del sufragio censitario (tienen derecho a voto los que pertenecen a una clase social determinada, o cumplen unos requisitos de ingresos o propiedades) la nación se identificaba con los que tenían interés en la toma de decisiones política y por tanto derecho de voto. Como hemos manifestado, una vez que se establece el sufragio universal, nación y pueblo significan lo mismo, es decir, el conjunto de personas que integran un Estado.
Los intentos de definición del concepto de nación han sido muy dispares y habitualmente dotados de una fuerte carga ideológica, cuando no de una pretensión política. Se ha utilizado la definición referida a un espacio geográfico, respecto de la cual se establece un vínculo. En otras ocasiones el elemento definidor de la nación ha sido la raza o diferencias étnicas, también el idioma es otro argumento delimitador de la nación, como el factor religioso o la cultura y costumbres comunes. A nuestro juicio ninguno de ellos por separado pueden ser elemento constitutivo de una nación, salvo que se usen con pretensiones concretas e indefectiblemente dentro de sistemas autocráticos. No hay un rasgo inmutable capaz de caracterizar a una nación. La convivencia prolongada produce una compenetración con el territorio y el uso de elementos identificadores. A todo ello hemos de añadir un elemento sustancial, la constatación de un pretensión común, una conciencia colectiva de pertenencia, de identificación e integración en el conjunto, la idea de un destino histórico común. Pero todo este entramado no es estático y sí dinámico, en constante cambio y reajuste, necesitado de una conciencia unitario y de un sentido de solidaridad. En definitiva, y desde una perspectiva democrática y fundamentada en concepto respetuoso de los derechos humanos, el concepto tanto de pueblo, como de nación, han de ser abiertos, primando lo que une, lo común, y no lo que diferencia, lo que separa. Es muy frecuente que los elementos atribuidos al concepto de nación se esgriman frente a otros. Así, fuera de los sistemas democráticos el concepto de nación suele ser más un argumento a imponer que una base sobre la que crear una convivencia pacífica.
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