1. INTRODUCCIÓN El Románico no es el resultado final de un proceso continuo de las artes desde las invasiones germánicas del siglo V ni, mucho menos, de un proceso degenerativo; es un estilo autónomo, que nace y se desarrolla durante el siglo XI y primera mitad del XII, coincidiendo con auge del feudalismo, el renacimiento de la orden monástica benedictina, el flujo de las peregrinaciones y la épica de las cruzadas. El nacimiento del arte gótico en 1140 y su expansión hará del románico un arte cuya brevedad temporal no estuvo reñida con su relevancia. En la génesis del arte románico intervino el ejemplo romano y la herencia bárbara, pero también se integran en su disciplina las influencias califales de Córdoba y las orientales de Bizancio. Si en los siglos precedentes los movimientos artísticos se limitaban a territorios concretos, el románico adquiere un valor europeo, pues se extiende desde los Países Escandinavos hasta el sur de Italia, y desde las Islas Británicas hasta Europa Central. Se puede hablar, por tanto, del primer estilo internacional de la Edad Media. Su internacionalidad se debe a varios motivos: En primer lugar, el arte románico puede considerarse como manifestación artística de una misma sociedad, la sociedad feudal. Clero y nobleza, cimas de la pirámide social y principales terratenientes, son mecenas y clientes casi exclusivos de los artistas hasta el siglo XIII. El castillo y el monasterio son las construcciones prototípicas de este período (aunque desde el siglo XI pueda percibirse ya un inicio de renacimiento de la vida urbana, y en consonancia con él, la catedral adquiere protagonismo). Al mismo tiempo, el debilitamiento de las "segundas invasiones" hizo que los "europeos" recobraran la seguridad en ellos mismos, acordándose de la antigua hermandad romana. Sin embargo, el vínculo del período románico, no será el Estado ni la ciudadanía, sino el Cristianismo. Podemos hablar de un "Imperio Espiritual Románico" por encima de las diferencias geográficas y políticas. Los lazos de unión son las órdenes religiosas, especialmente cluniacenses y cistercienses, las peregrinaciones a Santiago de Compostela, Roma y Jerusalén y las Cruzadas. Las Ordenes Monásticas son ya muy influyentes en el periodo prerrománico, pero ahora tiene lugar en la Orden Benedictina una reforma que contribuye poderosamente a la unificación de la vida monástica y a la vasta expansión conseguida por las manifestaciones artísticas románicas. Esta reforma tiene su origen en el monasterio de Cluny, fundado a principios del S. X, y su regla termina imponiéndose a más de un millar de abadías diseminadas por todo Occidente. En el S. XI, los monjes de Cluny favorecen el culto a las reliquias y crean la iglesia de peregrinación. La importancia que adquieren estos monasterios en el siglo XI y el hecho de que muchos de ellos guarden reliquias de santos les convierte en centros de afluencia. La fe en las reliquias iba a promover un gran fenómeno social: la peregrinación. Tres centros capitalizaban el interés: Jerusalén, Roma y Santiago. Este fenómeno contribuyó a abrir vías comerciales y facilitó el desplazamiento de los grupos de artistas locales, lo que posibilitó que algunos estilos regionales adquirieran resonancia europea. Así, a lo largo de los caminos que conducían a los peregrinos a Santiago, surgen edificios para el culto con una serie de rasgos comunes. "Arte de un Camino" o "Arte de los peregrinos", se ha llamado al estilo internacional que las peregrinaciones suscitan en esa época. En el siglo XII se produce una nueva reforma en el seno de la orden benedictina, encabezada por San Bernardo y los monjes cistercienses, defensores de la primitiva humildad benedictina y la austeridad ornamental. San Bernardo alienta además a la nueva milicia de monjes-caballeros que abren un capítulo esencial en la religiosidad medieval del XII: las Cruzadas, en las que Europa testimonia su fuerza expansiva en Oriente, recibiendo las influencias bizantinas que se aprecian en las imágenes de la Maiestas Domini o en los cimborrios de las catedrales de Salamanca o Zamora. Además, no podemos olvidar que el arte románico, especialmente el religioso, tiene un sentido didáctico. Pintura, escultura, mosaico y también arquitectura van a estar al servicio de las clases dominantes, clero y nobleza, para representar un modo de vida, una justificación de la sociedad estamental y para acercar a la masa analfabeta la doctrina de la Iglesia mediante las imágenes y la simbología. El artista debía seguir las normas formales y los temas que le dictaban los que lo contrataban, generalmente eclesiásticos.
1. ARQUITECTURA. ELEMENTOS FORMALES Y SOLUCIONES CONSTRUCTIVAS. LA IGLESIA DE PEREGRINACIÓN Y EL MONASTERIO El estilo fundamentalmente religioso del románico hace que catedrales, iglesias y monasterios sean las edificaciones más representativos del período. A partir del año 1.000 las peregrinaciones potenciaron la construcción de iglesias y catedrales, cuya estructura estuvo muy determinada por su función y contenidos simbólicos. En primer lugar se orientaron de este a oeste, de manera que el primer rayo de luz solar, identificada con la luz de Cristo, entrase por el ábside y que el último lo hiciese por la portada principal. En segundo lugar, Se recuperó el transepto, consiguiendo una forma simbólica de cruz, ya fuese de brazos iguales (cruz griega) o desiguales (cruz latina, más utilizada en catedrales e iglesias de peregrinación. El crucero (lugar de encuentro entre la nave central y el transepto) se cubría con un cimborrio, como el de la catedral de Zamora, de la catedral vieja de Salamanca y las iglesias de Toro y San Martin de Frómista. De los tres elementos que configuran la cabecera de los templos románicos, el transepto, el presbiterio (donde se situaban el coro y el altar mayor) y el ábside, fue este último el que desarrolló una formulación más innovadora para responder a las necesidades de los peregrinos que visitaban los santuarios y las catedrales. Así, además del ábside semicircular o poligonal, es estos centros de peregrinación, como la catedral de Toulouse y la de Santiago de Compostela, se ideó el deambulatorio o girola, un pasillo semicircular que prolonga las naves laterales rodeando la parte posterior de presbiterio, en el cual se abren pequeñas capillas radiales o absidiolos. Este pasillo facilitaba el tránsito de los peregrinos dentro de la iglesia cuando iban a venerar las reliquias del santo, guardadas en la cripta. A partir de la estructura primitiva paleocristiana, algunas iglesias construyeron un espacio llamado nártex, utilizado como atrio de entrada al edificio. En el interior, la nave central está cubierta con una bóveda de cañón reforzada por arcos fajones que descargan el peso en pilares; las naves laterales, de menor altura y anchura, están coronadas con bóvedas de aristas. En los muros que separan las naves se distinguen: las arquerías, que comunican la nave central con las laterales, y la tribuna, un corredor superior en el que se abren pequeñas ventanas por las que se filtra parte de la luz que ilumina el interior. El peso de la bóveda de cañón obligaba a los arquitectos a utilizar muros muy anchos y macizos, que se reforzaron con poderosos contrafuertes, a los que se abrieron pocas ventanas. Además del cimborrio, también destacan las dos torres campanario que flanquean la fachada occidental, aunque algunas veces se colocaban en los laterales, junto al transepto. Otras veces, en las iglesias pequeñas, el campanario es la prolongación del muro de la fachada, al que se le abren unos vanos para colocar las ventanas, esta construcción se conoce como espadaña. En Italia en arte románico estuvo muy condicionado por la antigüedad clásica y la cultura bizantina, y adoptó un estilo singular y muy distinto al descrito anteriormente. Sus rasgos más significativos fueron: el uso del ladrillo y el aprovechamiento de materiales antiguos (mármoles), las grandes naves cubiertas con bóveda, la preferencia por la decoración mural y la independencia física de los tres edificios catedralicios: catedral, baptisterio y campanario. Un ejemplo de esta distribución es el conjunto de la catedral de Pisa. En la península ibérica hay que distinguir en Cataluña, junto a las iglesia rurales importantes por sus conjunto pictóricos – Santa María de Tahull y San Clemente de Tahull – destacan, por la influencia lombarda – San Vicente de Cardona y la catedral de la Seu d´Urgell. En Aragón, por su magnificencia, la catedral de San Pedro de Jaca, así como también, por la influencia mozárabe, San Pedro de Lárrede, y por su influencia lombarda, la catedral de Roda de Isábena. En Navarra destacan las iglesias de Eunate y Torres del Río. En Castilla y León, San Isidoro de León y Zamora, con sus veinte iglesias. En Castilla, San Martin de Frómista, Santillana del Mar y San Vicente de Ávila. Finalmente, en Galicia, además de Santiago de Compostela, cabe mencionar las catedrales de Tuy y Orense. LOS CONJUNTOS MONACALES Utilizando los mismos parámetros constructivos de las catedrales y las iglesias, los monasterios fijaron la distribución de todas las dependencias del recinto monacal. En los monasterios, pensados como una ciudad cerrada en sí misma, los espacios importantes ( iglesia, sala capitular, dormitorio, refectorio, cocina, biblioteca, etc.) se estructuraron alrededor del claustro,, un patio central ajardinado ( símbolo de la vida en común, el recogimiento y la oración) donde los monjes llevaban a cabo sus meditaciones personales. En Cataluña destacan los conjuntos monacales de Santa María de Ripoll y San Martín del Canigó en Aragón el monasterio de San Juan de la Peña, en Navarra, el monasterio de San Salvador de Leyre, y en Castilla, el de Santo Domingo de Silos.
1. ESCULTURA Y PINTURA. La escultura románica estuvo íntimamente ligada a la arquitectura. Con la intención no sólo de decorar, sino también de acompañar las lecturas de la Biblia, el recinto eclesial se transformó en una especie de libro de imágenes, en el que portadas y capiteles se convirtieron en excelentes soportes escultóricos. Anuqe los temas, extraídos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento y de las vidas de los santos, solían ser de carácter religioso, también se esculpieron animales fantásticos o escenas de la vida cotidiana, además de motivos florales, vegetales y geométricos puramente decorativos. Esta temática profana se realizó, sobre todo, en la decoración de los capiteles de los claustros y los interiores de las iglesias, lugares donde los escultores gozaron de mayor libertad creativa. En España merecen atención los conjuntos de los claustros de Santo Domingo de Silos en Burgos y de Saint Cugat del Vallés, en Barcelona. En las portadas de las catedrales y las iglesias, destaca el tímpano como núcleo escultórico clave, donde se representa al Teofanía o Cristo en Majestad ( Maiestas Domini), acompañado por el tetramorfo (los símbolos de los cuatro evangelistas). Rodeando este espacio, las arquivoltas, las jambas, el dintel y el parteluz fueron decorados con relieves geométricos of figurativos de tipo religioso o simbólico. Uno de los temas iconográficos más habituales es el de los veinticuatro ancianos del Apocalipsis. En el parteluz, muchas veces se sitúa la imagen de la Virgen. Destacan por su importancia las portadas de las catedrales de Moissac, Vézélay y Autun en Francia, la de Santa María la Real de Sangüesa, en Navarra, el pórtico de la Gloria en la catedral de Santiago de Compostela y la de Santa María de Ripoll en Cataluña. Formalmente, en este tipo de escultura pueden distinguirse las siguientes características: a) Figuras hieráticas, rígidas e inexpresivas, B) falta de perspectiva y ausencia de fondos arquitectónicos o paisajísticos. C) Adaptación de los personajes representados al marco arquitectónico. D) Tendencia a rellenar todo el espacio, efecto conocido como Horror Vacui (miedo al vacío). E) Uso de la perspectiva jerárquica (a mayor importancia del personaje, mayor tamaño) F) Tendencia a la geometrización y la simetría de las formas. G) Uso de la policromía (hoy casi toda perdida) Las esculturas devocionales. Estas características también son aplicables a las esculturas devocionales realizadas en madera. Estas tallas, ricamente policromadas, pueden diferenciarse en tres grupos según la temática a) María, como Sedes Sapientiae (trono de la sabiduría), es decir, la imagen de la Virgen con Jesús niño sentado en su regazo. B) la Crucifixión, temática en al que se direncian el Cristo trinufante sin los estigmas de la Pasión y el Cristo sufriente. Cuando la imagen de Cristo en la cruz está vestida, se denomina Majestad. Uno de los mejores ejemplos en la Majestad Batlló. C) el Descendimiento de la cruz, grupo escultórico que presentaba a los personajes que sepultan a Jesús. Más tarde se incorporaron las figuras de María, san Juan y las Santas Mujeres. Aunque existen pocas muestras, cabe destacar la escultura en marfil, como el Crucifijo de Fernando I y Sancha. Son también notables los relieves del frontal de Silos, obra de gran riqueza en cobre dorado. La pintura. La pintura románica estuvo también muy supeditada a la arquitectura. Sus dos manifestaciones principales fueron la pintura la fresco y la pintura al temple sobre tabla, utilizada en los frontales de altar. De temática religiosa, es muy común el uso de iconografía simbólica o alegórica de inspiración bíblica. La imagen del Maiestas Domini se reservaba para el ábside occidental y la Maiestas Mariae para los frontales del altar. Muchas de sus características generales son comunes a la escultura, como la adaptación de las figuras al marco arquitectónico, la ausencia de perspectiva y fondos monocromáticos, horror vacui, perspectiva jerárquica, tendencia a la geometrización y la simetría y variedad cromática de tonalidades intensas. Las formas se definen mediante colores uniformes y trazos oscuros. Podemos encontrar dos líneas pictóricas distintas: a) El estilo francorrománico, con un naturalismo escénico más evidente y gusto por el detalle, la expresividad y el movimiento, como muestran los frescos de la badía de Saint-Savin sur Gartempe y del Panteón de los Reyes de San Isidoro de León. b) El estilo bizantino, en el que destacan el hieratismo, la frontalidad, la estilización de los cuerpos, la grandiosidad compositiva y la obsesión por la simetría, como muestran los frescos de Saint´Angelo in Formis en Italia y de San Clemente y Santa María de Tahull, en Cataluña.
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