En los escritos de Luisa de Marillac, en repetidas ocasiones encontramos su decisión por darse totalmente a Dios. Para lograrlo, buscará orientación en la dirección espiritual, porque estaba firmemente convencida de que conocería la Voluntad de Dios a través de las personas que el Señor ha puesto en su camino para guiarla.
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5. Dejándose guiar
El inicio consciente y decidido de la vida espiritual de santa Luisa tiene lugar durante los años del pensionado en casa de la señorita devota (pobre). Los primeros consejos provienen de la comunidad de los Capuchinos del barrio de San Honorato, cuya iglesia frecuenta.
La influencia de los capuchinos del barrio de San Honorato fue decisiva para Luisa en el momento de la elección de estado. Es el provincial, el Padre Honorato de Champigny, quien le aseguró su creencia de que «Dios tiene otros planes para usted», cuando ella le manifestó su deseo de ser religiosa.
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5. Dejándose guiar
Su matrimonio y el cambio de domicilio y de relaciones, fue sin duda, decisivo para que Luisa se dirigiera a Juan Pedro Camus (1583-1652) la persona que el Señor ponía en su camino para guiarla.
La orientación de Juan Pedro Camus coincide con una etapa decisiva del camino espiritual de Luisa de Marillac: los años de la Luz, que brota en medio de la oscuridad.
Luisa de Marillac, asidua lectora de las obras de Francisco de Sales, especialmente de La Introducción a la vida devota y del Tratado del Amor de Dios, tuvo ocasión de hablar con él personalmente con ocasión de sus prolongadas estancias en París. Parece, incluso, que el mismo Obispo de Ginebra visitó a Luisa en su casa en 1619.
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5. Dejándose guiar
Desde 1625, el señor Vicente acompaña espiritualmente a Luisa de Marillac que iniciará un nuevo estilo de vida, una vida misionera: visitadora de las Cofradías de la Caridad: «Vaya, pues, señorita, en Nombre de Nuestro Señor».
Con la aprobación del señor Vicente, emprenderá poco después, en 1633, una nueva forma de vida para ella y para la Iglesia, reuniendo en su casa a «algunas muchachas deseosas a la vez de servir a los pobres y de ser de Dios». Con la aprobación del señor Vicente, hará voto de dedicarse a la formación de las jóvenes para el servicio de los pobres (1634). Hará votos perpetuos en la Compañía en 1642. A pesar de considerarse una carga para la Compañía y la causa de todos los males, aceptará, por indicación del señor Vicente, el estilo de vida que Dios quería de ella como Superiora hasta su muerte.