En nuestro medio ambiente existe una variedad increíble de seres vivos, y es esta biodiversidad la que contribuye directamente a la sostenibilidad de la vida en el planeta. Cada organismo tiene un papel único que desempeñar.
En nuestro medio ambiente existe una variedad increíble de seres vivos, y es esta biodiversidad la que contribuye directamente a la sostenibilidad de la vida en el planeta. Cada organismo tiene un papel único que desempeñar.
Abejas:
son los polinizadores más importantes del planeta, por delante de pájaros y murciélagos. Una cuarta parte de las especies vegetales que florecen dependen de ellas. La sobreexplotación del terreno agrario para alimentar a la población humana está provocando una merma en la población de estos insectos, cuando en realidad, un 70% de dichas cosechas depende enteramente o en parte de su polinización.
El plancton está formado por un gran número de las bacterias, virus, microbios y pequeños animales. Como consecuencia de las corrientes y los vientos oceánicos, estos sirven de alimento a prácticamente toda vida marina.
Los murciélagos de las áreas urbanas pueden consumir casi 14.000 kilos de insectos en una sola noche. De esta manera nos ayudan a librarnos de innumerables plagas nocivas. Además, en sus desplazamientos llevan consigo todo tipo de semillas.
Su importancia no reside únicamente en el parentesco, dado que compartimos el 90 % de nuestros genes. Dependemos de su hábitat porque los bosques son importantes sumideros de carbono que liberan oxígeno a través de la fotosíntesis, y por su función de evapotranspiración que influye en las precipitaciones. También son unos excelentes difusores de simientes a través de sus excrementos debido a su dieta rica en frutas. Una de cada dos especies se encuentra actualmente en peligro de extinción.
Es posible abordar la importancia de los animales desde la óptica del ser humano, atendiendo al vínculo que existe entre ellos. Así y con una perspectiva histórica, es conveniente recordar que durante muchísimo tiempo el hombre ha vivido como sujeto cazador-recolector, dependiendo de los animales salvajes para comer y para protegerse del frío, utilizando sus pieles. La civilización paleolítica ha dejado pruebas de este vínculo en las denominadas pinturas rupestres.
En el período neolítico los hombres pasaron de un modelo de vida trashumante a uno más sedentario, y comenzaron a practicar la agricultura y a desarrollar de a poco la ganadería.
De esta manera se dieron los primeros pasos en la domesticación y reproducción selectiva de diversas especies de animales.
Con el correr del tiempo se transformaron en los tradicionales animales de compañía (perros, gatos) y de trabajo (bueyes, burros, caballos), como así también en valiosas fuentes de alimento (vacunos, cerdos, aves de corral), ya sea por consumo directo o por el aprovechamiento de sus derivados (leche, huevos).