Para el siglo XVII, las monarquías europeas habían acrecentado su poder despótico como producto, de la acumulación de riqueza proveniente de las colonias. Esta forma de gobierno, denominada absolutismo, tuvo su mayor expresión en la filosofía de Thomas Hobbes y su obra El Leviatán, y en la afirmación de Luis XIV, rey de Francia, ante el Parlamento: «El Estado soy yo». En el período la Era de la Razón, hubo avances científicos e intelectuales que influyeron en el pensamiento del siglo XVIII y estimularon la búsqueda de la verdad a través de la razón. Parte de la alta burguesía fue detractora de las nuevas ideas, mientras que elementos de la baja nobleza y el bajo clero las apoyaron. En Inglaterra, antes del absolutismo, ya existía una tradición de parlamentarismo y la Carta Magna, garantizaba derechos individuales. Así, surgió el liberalismo como ideología política y económica que se proponía garantizar, para el individuo, las libertades fundamentales: de conciencia, culto, reunión, asociación, libre iniciativa individual y propiedad privada.
El liberalismo económico es una doctrina del capitalismo que empezó a desarrollarse durante la Ilustración y que acabó siendo completada por Adam Smith y David Ricardo. Es una corriente que se opone al socialismo y al dirigismo, por lo que aboga por una mínima interferencia por parte del estado.
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POSTULADOS DEL LIBERALISMO:
Las ideas más importantes del liberalismo se desprenden de los autores del siglo XVIII, entre ellos John Locke, Adam Smith, Stuart Mill y David Ricardo. Entre los principales postulados del liberalismo tenemos:
El individuo es autónomo. La libertad es una dimensión de la razón.
Estado de derecho: todas las personas son iguales ante la ley, sin privilegios ni distinciones. Todas tienen el deber de acatar las leyes que resguardan los derechos individuales.
«Derecho natural» a la propiedad privada y la organización social en grupos diferenciados por su riqueza (clases) y no por nacimientos (estamentos).
Los derechos son inviolables, nadie puede interferir en «lo mío» y limitar lo que «yo» puedo hacer.
Reducción de las funciones del Estado a seguridad, justicia y obras públicas y a garantizar los derechos individuales. El Estado solo debe intervenir para garantizar la autonomía de la sociedad civil.
Esta nueva forma de pensar que universalizó las aspiraciones de poder de la burguesía, tuvo expresión en una nueva teoría económica liberal, opuesta al mercantilismo practicado por las monarquías absolutistas. La desconfianza en el Estado estaba en el núcleo del liberalismo, de modo que la burguesía inglesa reclamaba la no intervención de aquel en cuestiones sociales, financieras y empresariales en un siglo XVIII en el que la industria empezaba su auge. La burguesía, cuyo principal interés era incrementar sus riquezas con la menor cantidad de obstáculos posibles, propugnaba que la economía debía estar fuera del ámbito de acción del Estado. Teóricamente el libre mercado, en lugar del Estado, fue considerado la base del crecimiento económico y del progreso social.