Freud instituye una distinción entre las
inversiones y las perversiones.
Las inversiones correspondían a
desvíos que conciernen al objeto de la
pulsión, mientras que las perversiones
remitirán a una desviación en cuanto
al fin.
En un estudio que titulo "Pulsiones
y destino de pulsión" define dos
<<destinos pulsionales>>,
característicos de del proceso
perverso: el trastorno hacia lo
contrario y la vuelta hacia la
persona propia
La neurosis es por así decirlo, el
negativo de la perversión.
Sobre este punto la organización genital infantil, el
niño llega a descubrir que el pene no es bien
común a todos los seres que se le aparecen.
El niño sin ser consciente, siente
deseos sexuales hacia la figura
materna al brindarle cuidados
especiales y estar cerca de ella.
El perverso imagina a la madre todopoderosa del
lado del deseo, es decir de la falta. En
consecuencia, el perverso puede seguir
sosteniendo el fantasma de ser único y exclusivo
objeto de deseo que hace gozar a la madre.
La mujer que encarnará a la madre fálica
será fantasmatizada como una mujer
totalmente idealizada. Esta idealización, el
perverso sigue protegiéndose de la madre
como objeto de deseo posible.
Por el contrario al padre lo percibe
como un rival que se interpone
entre el deseo .
El padre <hace la ley>
(Lacan) a la madre y el niño.
La falta de pene es concebida como el
resultado de una castración y el niño se
ve ahora en el deber de enfrentarse con
la referencia de la castración a su propia
persona.
Freud señala que el entrenamiento con la castración no puede
sino ser angustiante para el niño, estas construcciones
psíquicas van a predeterminar y orientar, el curso de la
economía psíquica.
Pone al descubierto dos procesos defensivos
característicos de la organización del
funcionamiento perverso: la fijación (homosexualidad) y la
renegación (fetichismo) de la realidad.
REFERENCIAS: Döer, J. (2006). Segunda parte: La
estructura perversa. En: Estructuras clínicas y
psicoanálisis. Bs As, Amorrortu 1°Ed, 1°reimp.
pp.41-82.
INTEGRANTES: Malpica Martínez Leslie y Mejía Robles Dayanne.
4° "A"
El perverso se ve sustraído a ese <<derecho de deseo>>, donde no
cejará en su intento de demostrar que la única ley del deseo es la suya,
y no la del otro.
El desafío y la transgresión,
constituyen las dos únicas salidas
del deseo perverso.
El desafío esta manifiesto en ciertos
comportamientos sintomáticos de los
obsesivos.
Esta conducta de distanciamiento traduce el
movimiento mismo de la dinámica del obsesivo:
es introducida porque no quiere saber nada de
su deseo.
El obsesivo se vuelve mártil, agobiado y culpable, dispuesto a padecerlo
todo para que las cosas vuelvan al orden inicia. La fisura introducida por el
seguimiento del deseo del otro lleva al obsesivo a la castración.
De ningún modo puede apoyarse en
la renegación de la castración a
través de la cual el perverso logra
alimentar su goce.
La posición clásica de los histéricos a
la que se refiere Lacan <La bella alma>
no existe histeria sin que, en tal o cual
momento, no se produzca esa
disposición consistente en hacer que
parezca idealmente la verdad, aunque
fuera al precio de develar ante un
tercero la apuesta del deseo del otro.
El histérico es afecto a la dimensión
del semblante, es allí donde puede
entrar el desafío y sostenerlo.
La crisis histérica interviene como descarga
libidinal de las investiduras éroticas del objeto del
deseo.
Jean Clavereul menciona: lo más importante para el perverso es siempre
que el otro esté suficientemente comprometido , inscrito en referencias
conocidas, para que el otro se vea extraído de su sistema, y el perverso
está seguro de tener.