El deporte es una actividad reglamentada, normalmente de carácter competitivo, que en algunos
casos mejora la condición física y psíquica de quien lo practica y tiene propiedades que lo diferencian
del simple juego.
La RAE, en su Diccionario de la lengua española, define deporte como una «actividad física, ejercida
como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas»; también, en
una segunda acepción, más amplia, como «recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio
físico, por lo común al aire libre».1 Por otra parte, la Carta Europea del deporte lo define como:
«Todas las formas de actividades físicas que mediante una participación organizada o no, tienen
como objetivo la expresión o la mejora de la condición física y psíquica, el desarrollo de las
relaciones sociales o la obtención de resultados en competición de todos los niveles».2
Asimismo, de acuerdo con el Comité Olímpico Internacional, la práctica del deporte es un derecho
humano, y uno de los principios fundamentales del Olimpismo es que «toda persona debe tener la
posibilidad de practicar deporte sin discriminación de ningún tipo y dentro del espíritu olímpico, que
exige comprensión mutua, solidaridad y espíritu de amistad y de juego limpio».5
Institucionalmente, para que una actividad sea considerada deporte, debe estar avalada por
estructuras administrativas y de control reconocidas que se encargan de reglamentarlo (las
organizaciones deportivas).3 El hecho de que alguna actividad no esté reconocida
institucionalmente como deporte, no impide que pueda estarlo popularmente, como ocurre
con el deporte rural o con los deportes alternativos.
A pesar de no entrar en la definición, determinadas actividades guardan similitudes con el deporte y
por eso sí hay quien las considera como tal. Por ejemplo, el ajedrez es un juego en el que no se
realiza actividad física, pero está reglamentado, tiene carácter competitivo y está avalado por
federaciones oficiales, por lo que algunos lo consideran un deporte.4