Elena G. de White como esposa y madre

Elena G. de White como esposa y madre

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Pie de foto: : Elena de White y su familia durante la guerra civil

Como esposa

Se casó el 30 de agosto de 1846, después de casi un año de conocerse. Ella era una mujer muy afectuosa, expresaba muy bien sus sentimientos. De su esposo decía, con mucha frecuencia: “siento que es el mejor hombre que jamás haya vivido en esta tierra” Jaime respondía: “Mi corona de gozo”  

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Pie de foto: : Elena y Jaime White, 1868

Cuando el esposo salía de viaje, ella en sus cartas le escribía: “Todos estamos bien como de costumbre. Nos toma un poco de tiempo calmarnos tras la emoción producida por tu partida. Puedes tener la seguridad de que te extrañamos. Sentimos la falta de tu compañía especialmente cuando nos reunimos junto a la chimenea por las noches. Sentimos tu ausencia cuando nos sentamos junto a la mesa”. En otra de sus cartas comenta: “anoche te había escrito una carta bien extensa, pero se derramó tinta sobre ella haciendo una mancha fea, ya no te lo mandaré”  

Pedía perdón al esposo cuando consideraba que había habido alguna ofensa. “Me apena que yo haya dicho o escrito algo que te entristezca. Perdóname y tendré cuidado de no iniciar ningún tema que te incomode o aflija”. Tenían discrepancias en sus puntos de vista como en todo hogar. “quizás yo no vea las cosas como tu, pero no pienso me correspondería o sería mi deber tratar de que veas las cosas como yo las veo y que sientas como yo la siento” Su fidelidad mutua, eclipsó momentos aislados e incomprensión. Cuando el esposo enfermó ella era la esposa y fiel compañera al lado del esposo. “Decía que él depende mucho de ella y que no lo puede dejar solo”.    Cuando murió el esposo el 31 agosto 1881, demostró dolor y confianza en Dios  cuando habló a los presentes en el servicio fúnebre: “Resumió el camino que habían recorrido juntos, concluyó con las palabras: “encomiendo a mi tesoro a Dios, hasta la mañana de la resurrección”.

Como madre

Esposa y madre increíblemente ocupada. Su casa estaba abierto para cualquiera que necesitara ayuda. Tuvo 4 hijos todos varones: Henry que nació el 26 de agosto de 1847, Edson el 26 de julio de 1849, William el 29 de agosto de 1854 y John Herbert el 29 de septiembre de 1860.    

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Pie de foto: : White family portrait, c. 1864

Como toda madre sufrió el golpe de ver morir  a sus hijos. Jhon Herbert murió tan solo de tres meses. Elena lo recuerda del siguiente modo: “mi querido bebé estaba muy enfermo. Lo cuidamos ansiosos durante 24 días y noches. Usamos todos los remedios posibles para ver su recuperación. Mucho de mi tiempo lo pasaba en lágrimas y en humilde súplica a Dios… sabía que iba a morir, eso fue un momento de angustia para mi, hasta que su débil pulso jadeante cesó. Describe que luego no podía llorar pero cayó desmayada en el entierro….

Otro de los duros golpes que sufrió fue cuando vio morir a su hijo primogenitito, cuando cumplió los 16 años. Tenía una prolífica voz para el canto y mediante eso se hizo conocido. Un fuerte resfrío se convirtió en neumonía. Al ver que su salud empeoraba, sus padres le hablaron de la muerte. “Una mañana, después de haber confesado sus pecados y estar a cuenta con Dios le hizo un pedido a su madre, que si moría debía ser llevado a Battle Creek y ser sepultado junto a su hermano para la mañana de la resurrección resucitar juntos”.

En otro momento le habló a su padre y le dijo: “papá estás perdiendo a tu hijo pero no llores, al menos me escaparé de ser reclutado para la guerra y no presenciaré la siete últimas plagas” Finalmente a su madre le dijo: “Madre te encontraré en la mañana de la resurrección, porque yo sé que tú estarás allí”. Falleció fines de noviembre de 1863. Qué experiencia difícil vivió al lado de sus hijos, viéndolos morir. Pero aquellas pruebas la hicieron más fuerte y aprendió a confiar más en el Señor.  

En 1862, Elena recibió una visión recibiendo consejos para los padres: “se me mostró respecto a nuestra familia, que hemos fracasado en nuestro deber, no los hemos reprimido, los hemos consentido demasiado, tolerándolos que siguiesen sus inclinaciones y deseos y permitiendo que se entregasen a sus insensateces”. Asimismo añade: “Vi. que ha sido un error reírse ante sus dichos y hechos y luego cuando se equivocaban caerles con toda severidad aún delante de otros, lo que destruye sus delicados sentimientos y transforma en algo común el que se los censure por bagatelas y equivocaciones”.

Muchos consejos para los jóvenes fueron escritos allá cuando Elena estaba en el ocaso de su vida, pero que son consejos valiosos para saber conducir y entender a los hijos. Para las familias escribió: el Hogar Cristiano, Conducción del Niño y Mensajes para los Jóvenes. Todos estos consejos fueron resultado de mensajes dados por Dios y también resultado de lo que ella vivió en la crianza y educación de sus hijos.

La salud de Elena de White

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Pie de foto: : Ellen White tintypes early c. 1859

Después del accidente a los nueve años de edad, ella fue atormentada por dolores de cabeza, inflamación de los ojos, debilidades respiratorias. La tuberculosis la consumía y los médicos no ofrecían ninguna esperanza sólo de una muerte temprana, asimismo la hidropesía una enfermedad al corazón la afectó durante la mayor parte de su vida.

Cuando se le invitó a compartir su primera visión en enero de 1845 al inicio no tenía voz; pero cuando comenzó a hablar lo hizo con una voz clara y audible, casi durante dos horas sin fatiga. En 1845 Elena tuvo una visión, describe que “hasta ese momento no podía sostener la pluma con firmeza, pero cuando el ángel le dijo que  escribiese lo hizo sin dificultad. Describe ella que sus nervios se fortalecieron y su mano quedó firme”. A la edad de 26 años dormía en una posición casi sentada porque tenía dificultades para respirar. Asimismo se da a conocer que tenía una inflamación en el párpado del ojo izquierdo que parecía ser cáncer. Un médico de Rochester le proveyó la solución para el ojo. Pero después de tocarla el pulso le dijo que después moriría.

Uno de los casos que le llevó a buscar a Dios de todo corazón fue cuando sufrió un ataque de apoplejía que le dejó inútiles los brazos  costado izquierdo y su lengua paralizada.  Cuando se levantó al día siguiente comenzó a caminar con normalidad, hizo sus labores domésticas y unos días después el cáncer se había desaparecido y su visión estaba completamente restaurada. Su médico le indicó que había ocurrido un cambio completo en su vida y que era un misterio que trascendía su capacidad de comprensión. Ella consideró que Dios lo había sanado.

Una de las enfermedades que le acompañó hasta el último momento de su vida fue el reumatismo a los  tobillos de ambos pies. En su viaje en Australia ella tuvo una fiebre palúdica y reumatismo inflamatorio. Describe ella como la experiencia más difícil de toda su vida. Aunque ella sufría de muchas aflicciones físicas no vivió resaltando aquello como para que le tengan lástima. Al contrario siempre veían en ella una persona alegre que contagiaba con su espíritu. Su producción literaria, su vida ministerial personal, sus extensos viajes públicos demuestran su vigorosa percepción de que el ser humano puede triunfar sobre las penurias físicas que el Señor permite en la vida de sus hijos.