Las emociones son respuestas afectivas que se manifiestan tanto a nivel físico como psicológico, los niños experimentan una amplia gama de emociones a medida que crecen y se enfrentan a nuevas experiencias.
Las emociones pueden influir en el comportamiento y en la toma de decisiones de los niños, por ejemplo, cuando los niños están experimentando emociones intensas o están fuera de control, pueden tener dificultades para controlar su comportamiento.
Esto se debe a que aún están aprendiendo a identificar, entender y regular sus emociones de manera adecuada.
Pie de foto: : Algunas de las emociones más comunes en los niños incluyen la alegría, la tristeza, el miedo, el enojo y el desagrado.
Desde sus primeros días de vida, los niños empiezan a sentir y a responder a una gama de emociones, desde el amor hasta el miedo, sus primeras interacciones con sus cuidadores y su entorno juegan un papel vital en esta fase inicial de reconocimiento emocional.
A medida que crecen, los niños aprenden a asociar palabras y nombres con sus emociones.
Es importante señalar que los niños aprenden mucho a través de la observación, ven cómo los adultos a su alrededor manejan sus emociones y a menudo imitan esos comportamientos.
Pie de foto: : Las emociones no son buenas ni malas en sí mismas, sino que todas tienen una función y utilidad. Es importante no reprimirlas ni sentirnos avergonzados por ellas.
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Las emociones y la educación
Las emociones infantiles tienen un papel fundamental en el desarrollo cognitivo del alumno, ya que son uno de los soportes del aprendizaje.
La educación emocional favorece las capacidades comunicativas, las relaciones interpersonales, la resolución de conflictos, etc.
La labor del docente debe ir encaminada a despertar esas emociones en los alumnos, pues aquello que llama la atención del alumno, despierta sus ganas de conocer, de saber más.
En definitiva, las emociones favorecen al aprendizaje, ayudan a potenciar la autoexigencia del alumno, mejora su autoestima y beneficia las relaciones con los demás.
Las emociones, positivas o negativas, ayudan a crear recuerdos dejando huella en nuestro desarrollo.
Por lo tanto, para que el proceso de aprendizaje sea pleno, tenemos que trabajar la educación emocional desde edades tempranas, tanto en casa como en el colegio.
La educación emocional infantil favorece al bienestar personal de los niños, y por lo tanto, ayuda a crear las condiciones necesarias para una correcta adquisición de conocimientos.
Si el alumno aprende a gestionar sus emociones, mejorará su pensamiento efectivo y le será más fácil salir de su zona de confort.