Son las mismas que ya hemos visto como características de la música renacentista.
Era música polifónica, y se establece como norma más habitual el uso de cuatro voces: soprano, contralto, tenor y bajo. La música religiosa se suele cantar, siguiendo la tradición, a capella, aunque sabemos que podían ayudarse de instrumentos, como el órgano o alguna pequeña agrupación.
Esta música emplea las dos formas de composición de la época: el contrapunto imitativo y la homofonía.
Pie de foto: : Partitura de Tomás Luis de Victoria
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La música católica: el motete y la misa
El motete
Se trata de la forma musical religiosa por excelencia. En el renacimiento se llama motete a una composición, normalmente a cuatro voces, ocasionalmente con más, de tema religioso y cantada en latín. Una de las cuatro voces solía ser una melodía gregoriana a partir de la cual se elaboraba la polifonía. A esta voz se le llamaba “Cantus Firmus”.
La misa
Musicalmente consiste en la puesta en música de alguna de las oraciones más importantes de la misa. Normalmente, cada oración era un motete independiente, pero ocasionalmente se podían usar formas de tipo más contrapuntístico, que no fueran estrictamente motetes.
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La música protestante: el coral
Lutero quiso que en su iglesia la música fuera mucho más sencilla, para que los fieles pudieran volver a participar activamente. Creó así el coral, una melodía sencilla, a veces sacada de la música popular o incluso del canto gregoriano, con un ritmo regular y texto en alemán, que la gente pudiera cantar fácilmente. Aunque se hicieran arreglos polifónicos, esa voz principal siempre destacaba, de manera que la gente podía seguir cantándola aunque hubiera un coro.
La Iglesia Católica reaccionó oponiéndose al protestantismo con la llamada Contrarreforma, que sentará sus bases en el Concilio de Trento (1545-1563). Preocupada por la excesiva complejidad a la que había llegado la polifonía, la Iglesia Católica marcará también en el concilio de Trento las directrices que deberá seguir la música:
Mantiene el canto gregoriano como canto oficial de la Iglesia Católica.
Establece para la polifonía una serie de normas encaminadas a “vigilar la claridad del texto” y la “dignidad en la expresión” ya que el papel de la música en la Iglesia “no es satisfacer al oído sino ayudar a los fieles a elevar el alma a Dios”.