Durante el primer año de vida ya se puede distinguir una base
para el respeto a los demás.
Los niños de una guardería ven u oyen el dolor de otro
niño y manifiestan su conciencia de ello gimiendo o
llorando ellos también.
Si los adultos de distinta raza se mezclan de una
manera cómoda y natural, la fuerza de esta
distinción se reduce.
Lo ideal sería que la responsabilidad de
fomentar el respeto a las diferencias y de
demostrar públicamente ese respeto se
distribuyera por toda la sociedad.
El cometido de los educadores está
cada vez más claro.
Si queremos formar adultos respetuosos
con las diferencias tendremos que ofrecer
lecciones y modelos educativos que
fomenten esta actitud
Hay muchas clases de respeto. No existe ninguna fórmula para
conseguir que alguien sea respetuoso con los demás.
El respeto hacia los demás debería impregnar toda
nuestra vida.