Podemos definir el patrimonio cultural como el conjunto de manifestaciones u objetos nacidos de la producción humana, que una sociedad ha recibido como herencia histórica, y que constituyen elementos significativos de su identidad como pueblo.
coleccionismo de objetos
Valoración de los monumentos como símbolos de la identidad sociocultural
Preocupación política por la difusión y la protección del patrimonio histórico artístico
Cultura de masas
En esta época patrimonio es sinónimo de posesión, y su valor se mide esencialmente en términos dinerarios.
Debido a la preponderancia del valor económico, el expolio se dirigía sobre todo a las joyas y los objetos fabricados con metales preciosos, mientras que las obras de arte y otros elementos sólo eran apetecidos por la calidad o por la rareza de sus materiales. Su disfrute era individual y privado, de forma que su accesibilidad estaba limitada exclusivamente a los más allegados.
Las ideas ilustradas, junto con los avances experimentados por las ciencias del conocimiento, colocaron a la cultura en una posición de auténtico protagonismo, convirtiéndola en eje de las conversaciones humanas.
La cultura se convirtió así en patente de ascenso social, que servía para delimitar claramente las diferencias entre clases, ya que el proletariado y el campesinado como sectores sociales más desfavorecidos, se veían tremendamente imposibilitados para acceder siquiera a los conocimientos más básicos de la cultura.
La incesante cantidad de exposiciones públicas celebradas durante el siglo XIX, de las cuales se hizo eco la prensa influyendo en la opinión de la gente, sobre todo en el medio urbano. Es en este contexto donde comenzó a ampliarse por vez primera la preocupación por la valoración y conservación del patrimonio cultural a toda la sociedad, y no únicamente a una élite intelectual, como había sucedido hasta entonces. A consecuencia de ello, los gobiernos liberales se comprometieron con la gestión de la educación y la cultura como una parte esencial de sus políticas sociales.
La UNESCO empleó por primera vez la expresión "bienes culturales", con la intención de otorgar una visión más amplia y actualizada al concepto de patrimonio histórico artístico, incluyendo en esa categoría tanto los bienes muebles e inmuebles de gran importancia cultural, como los edificios cuyo destino sea conservar o exponer esos bienes muebles, y los centros monumentales que comprenden un número considerable de los elementos anteriores.
La "democratización de la cultura" puso el patrimonio al alcance del mayor número posible de personas.