Los “groomers”, los adultos que ejecutan estas prácticas de ciber-acoso, usufructúan las redes
sociales para entrar en contacto con sus potenciales víctimas.
Mediante perfiles apócrifos o falsificados ganan la confianza de niños o niñas que experimentan sus primeros contactos
con las plataformas digitales de información y vínculo social. Por Facebook, por Twitter, por Instagram, por páginas de
chats, empiezan a tejer una relación ficticia que paulatinamente va adquiriendo mayor intensidad.
El propósito final es extrapolar esa relación virtual a un encuentro real para concretar un acto de acoso
moral, una violación, un asesinato.