MORAL, ETICA, PRINCIPIO DE LA BIOETCA Y CUIDADO DE ENFERMERIA
La ética es un conjunto de conocimientos derivados de la investigación de la conducta humana al
tratar de explicar las reglas morales de manera racional, fundamentada, científica y teórica. Es una
reflexión sobre la moral.
La moral es el conjunto de reglas que se aplican en la vida cotidiana y todos los ciudadanos las
utilizan continuamente. Estas normas guían a cada individuo, orientando sus acciones y sus juicios
sobre lo que es moral o inmoral, correcto o incorrecto, bueno o malo.
En un sentido práctico, el propósito de la ética y la moral es muy similar. Ambas son responsables de
la construcción de la base que guiará la conducta del hombre, determinando su carácter, su
altruismo y sus virtudes, y de enseñar la mejor manera de actuar y comportarse en sociedad
La relación de la enfermeria con su paciente debe estar fundamentada en sólidos principios
éticos, válidos, vigentes y de aceptación general, que garanticen a ambos protagonistas un correcto
proceder y una armoniosa relación.
En el ámbito de enfermeria, este principio obliga al profesional de la salud a poner el máximo empeño en atender al paciente y hacer
cuanto pueda para mejorar su salud, de la forma que considere más adecuada. Es un principio ético básico que se aplica
primariamente al paciente, aunque también a otros que pueden beneficiarse de un avance de la enfermeria en particular. Es el
principio ético primero de las actuaciones de enfermeria y responde al fin primario de la medicina, que es el promover el bien para el
enfermo y la sociedad; en él se han fundamentado los códigos de enfermeria. La palabra beneficencia tiene aquí su sentido
etimológico, no el de una caridad ineficaz y paternalista y resulta más adecuada que el de benevolencia, en cuanto subraya el hecho
de tener que hacer efectivamente el bien y no simplemente querer hacerlo o desear hacerlo.
La práctica la enfermeria ha estado asociada con la máxima latina primum non nocere, “sobre todo, no
hacer daño” que las enfermeras practicaban y enseñaban. Este principio es distinto a la
beneficencia, ya que el deber de no dañar es más obligatorio que la exigencia de promover el bien.
Implica, sobre todo, el imperativo de hacer activamente el bien y de evitar el mal. El daño que se
hace a una persona es más rechazable, en ciertas circunstancias, que el de no haber promovido su
bien; la exigencia ética es más imperativa. De este principio se derivan para la enfermeria normas
concretas como “no matar”, “no causar dolor”, etc.
Este principio se basa en la convicción de que el ser humano debe ser libre de todo control exterior y ser respetado en sus decisiones vitales básicas. Se
refiere al respeto debido a los derechos fundamentales del hombre, incluido el de la autodeterminación. Es un principio profundamente enraizado en el
conjunto de la cultura occidental, aunque ha tardado en tener repercusiones. Significa el reconocimiento de que el ser humano, también el enfermo, en un
sujeto y no un objeto. Cabe aclarar que el reconocimiento de este principio no significa que la decisión moral no tenga en cuenta el bien de los demás; la
autonomía no significa automáticamente que el paciente haga o elija lo que quiera. Sucintamente, el principio de autonomía significa, en el terreno de la enfermeria,
que el paciente debe ser correctamente informado de su situación y de las posibles alternativas de tratamiento que se le podrían aplicar. Asimismo, significa
que deben respetarse las decisiones de los pacientes
Se refiere a la obligación de igualdad en los tratamientos y, respecto del Estado, en la distribución
equitativa de los recursos para prestar los servicios de salud, investigación, etc. Tradicionalmente, la
justicia se ha identificado con la equidad, con dar a cada uno lo que le corresponde. Esta justicia o
equidad no significa que se deba tratar a todos los pacientes de la misma forma, pero sí que cada
uno tenga acceso a los servicios médicos adecuados, dignos y básicos. Asimismo, en el trato con el
paciente, el médico u enfermera no deben anteponer juicios de valor ni hacer distinciones por
origen racial, sociocultural o socioeconómico, creencias religiosas, ideológicas o de otra índole, sino
que el médico solamente debe ver en el paciente al ser humano sufriente que acude a él en busca de
alivio a su dolor o sufrimiento.