La Independencia de México fue la consecuencia de un proceso político y social resuelto por la vía
de las armas, que puso fin al dominio español en los territorios de Nueva España. La guerra por la
independencia mexicana tuvo su antecedente en la invasión de Francia a España en 1808 y se
extendió desde el Grito de Dolores, el 16 de septiembre de 1810, hasta la entrada del Ejército
Trigarante a la Ciudad de México, el 27 de septiembre de 1821.
El movimiento independentista mexicano tiene como marco la Ilustración y las revoluciones
liberales de la última parte del siglo XVIII. Por esa época la élite ilustrada comenzaba a
reflexionar acerca de las relaciones de España con sus colonias. Los cambios en la estructura
social y política derivados de las reformas borbónicas, a los que se sumó una profunda crisis
económica en Nueva España, también generaron un malestar entre algunos segmentos de la
población.
La rehabilitación de la Constitución de Cádiz en 1820 alentó el cambio de postura de las élites
novohispanas, que hasta ahí habían respaldado el dominio español. Al ver afectados sus intereses,
los criollos monarquistas decidieron apoyar la independencia de Nueva España, para lo cual
buscaron aliarse con la resistencia insurgente. Agustín de Iturbide dirigió el brazo militar de los
conspiradores, y a principios de 1821 pudo encontrarse con Vicente Guerrero. Ambos proclamaron el
Plan de Iguala, que convocó a la unión de todas las facciones insurgentes y contó con el apoyo de la
aristocracia y el clero de Nueva España. Finalmente, la independencia de México se consumó el 27 de
septiembre de 1821. Tras esto, Nueva España se convirtió en el Imperio Mexicano, una efímera
monarquía católica que dio paso a una república federal en 1823, entre conflictos internos y la
separación de América Central. Después de algunos intentos de reconquista, incluyendo la
expedición de Isidro Barradas en 182