La vida humana tiene
una finalidad.
Están orientadas hacia la
consecución de un fin: la
búsqueda de la felicidad.
Eudemonismo
Tiene a Aristóteles como creador y representante. El nombre proviene del griego endemonia que significa felicidad;
lo que consiste en el ejercicio, la perfección de las capacidades y disposiciones propias del ser, ser feliz consiste en
autorrealizarse ejercitando las disposiciones en las que estamos dotados. Se desarrolla el concepto de virtud
que consiste en el justo medio que es determinada por la razón. Hay dos modalidades de virtud: las dianoéticas (se
logran mediante la educación) y las éticas se (virtudes morales, se adquieren mediante los hábitos). La virtud por
excelencia es la justicia.
Hedonismo
Su representantes son Epicuro y Lucrecio. Sostienen que la felicidad está en el placer (hedoné). Lo moralmente bueno
es el placer (concepción heredada de Aristipo). El sentido original de la palabra "bueno" es placentero. Lo "malo" es lo
que nos acarrea dolor. “El placer es el principio y el fin de la vida feliz.” Los epicúreos entendían el placer de un modo
sutil, alejado del sensualismo y el desenfreno. Como la ausencia de dolor y la paz del espíritu, el mismo que se busca
en el reposo. Los placeres espirituales están por sobre los sensibles. El hombre no debe entregarse ciegamente a los
placeres que se le ofrecen, sino que debe utilizar la razón y prudencia para tener una vida feliz.
Utilitarismo
Propuesto (S. XVIII - XIX, Inglaterra) por Jeramy Bentham y su seguidor John Stuart Mill. Sostiene que el valor supremo
es la utilidad, lo bueno consiste en lo útil; declara que lo moralmente bueno radica en una legítima aspiración hacia
el bienestar. Bentham instaura el utilitarismo clásico, según el cual una acción es buena si sirve para alcanzar la
felicidad, entendiendo ésta como una suma de placeres. Una persona es moralmente buena si trata de proporcionar
placer o de beneficiar a otras o de suprimir el dolor o el sufrimiento de las mismas y es mayormente buena o mala en
la medida que esa conducta busque proporcionar la mayor felicidad al mayor número de personas o, por el
contrario, involucre un número menor y reducido de personas que sufren.
Éticas deontológicas
Fundamentan la acción
moral en el deber, es
buena moralmente
aquella acción que se
efectúa sólo porque es
un deber realizarla.
Ética de Kant
Afirma que una ética que pretende ser universal y racional tiene que ser formal. La ética ha de estar vacía de
contenido, no debe depender de la experiencia. Un hombre actúa moralmente cuando actúa por deber. El deber
es “la necesidad de una acción por respeto a la ley” es decir, el sometimiento a una ley, no por la utilidad o la
satisfacción que su cumplimiento pueda proporcionarnos, sino por respeto a la misma. Se distinguen tres
acciones:
Acciones
contrarias
al deber.
Acciones
conforme al
deber.
Acciones por deber.
Sólo estas últimas
poseen valor moral.
Éticas dialógicas
Afirman que las normas
morales han de ser el
producto de un acuerdo
basado en el diálogo
argumentativo en
condiciones de igualdad
entre personas
racionales y libres.
Representada por Apel, Habermas, Adela Cortina. La única manera de saber si una norma es ética, es a través del diálogo, pero
no a través del cualquier método sino a través del discurso comunicativo. El único mandato que prescribe está en el
cumplimiento de tres reglas que posibilite el ejercicio de la pragmática comunicativa, y estas son:
Autonomía
Por parte de cada uno de los
participantes para expresar
libremente los argumentos que
representan sus intereses,
teniendo como horizonte último
la representación simultánea de
los intereses potenciales del
resto de sujetos afectados.
Simetría
Por parte de los participantes en
cuanto al valor de sus
argumentaciones, donde sólo la
coacción no violenta del mejor
argumento se impondrá
definitivamente. Se trata del
argumento que mejor representa
los intereses de todo el colectivo.
Falibilidad
Del consenso adquirido, en la
medida en que nuevas y
futuras argumentaciones
pueden criticar y mejorar el
argumento considerado como
el más válido de todos.