Los fenómenos eléctricos en la Naturaleza son conocidos desde
la antigüedad, aunque no fue hasta aproximadamente el 600
A.C. cuando Thales de Mileto comprobó las propiedades
eléctricas del ámbar
En 1672 el físico alemán Otto von Guericke
desarrolló la primer máquina electrostática para
producir cargas eléctricas. Esta máquina consistía
de una esfera de azufre que podía hacer girar con
una mano y frotar con la otra.
El padre del geomagnetismo
Guillermo Gilbert (1544-1603), educado como médico
y matemático en Cambridge, llegó a ser el científico
más distinguido en Inglaterra durante el reinado de la
Reina Isabel I. Su obra más importante está
relacionada al estudio del magnetismo y fue
publicada en 1600, bajo el título De Magnete,
Magneticisque Corporibus, et de Magno Magnete
Tellure (Sobre el magnetismo, cuerpos magnéticos y el
gran imán telúrico o Tierra).
La carga producida por frotamiento sobre una esfera giratoria es
conducida mediante un tubo metálico, y el hombre ubicado en el
extremo recibe un shock eléctrico. El frasco de agua que sostiene
era un intento de almacenar carga. De allí se originó la botella de
Leyden
Una época de nuevos descubrimientos Con
posterioridad a la esfera de Guericke, el siguiente
invento “práctico” fue el primer almacenador de carga
eléctrica (1745). Este dispositivo fue conocido como
botella de Leyden (por la ciudad en que se lo inventó)
y consistía en una botella de vidrio parcialmente llena
de agua con un gancho metálico que colgaba a través
del corcho.