La epidemiología es el estudio de la distribución y los determinantes de estados o eventos (en particular
de enfermedades) relacionados con la salud y la aplicación de esos estudios al control de enfermedades y
otros problemas de salud.
La transformación de la epidemiología en una ciencia ha tomado varios siglos, y puede decirse que es una ciencia joven.
Si la enfermedad existe desde los orígenes animales del hombre, las epidemias son casi tan antiguas
como las sociedades humanas.
Si muchas personas de una misma zona sufren el mismo mal, igual existe una explicación común. Por
eso, el estudio de las epidemias es casi tan antiguo como la escritura y las primeras descripciones de
padecimientos que afectan a poblaciones enteras aparecen más de 2.000 años antes de nuestra era, en el
antiguo Egipto.
La epidemiología en sí no fue una disciplina propia de la medicina hasta finales del siglo
XVIII.
El papiro de Ebers, que menciona unas fiebres pestilentes –probablemente malaria– que asolaron a la
población de las márgenes del Nilo alrededor del año 2000 a.C., es probablemente el texto en el que se
hace la más antigua referencia a un padecimiento colectivo.
En Egipto , hace 3 000 años, se veneraba a una diosa de la peste
llamada Sekmeth.
La aparición de plagas a lo largo de la historia también fue registrada en la mayor parte de los libros
sagrados, en especial en la Biblia, el Talmud y el Corán.
De estas descripciones, destaca la de la plaga que obligó a Mineptah, el faraón egipcio que sucedió a
Ramsés II, a permitir la salida de los judíos de Egipto, alrededor del año 1224 a.C.
La plaga de Atenas, y que Tucídides relata vivamente .asoló esta ciudad durante la Guerra del Peloponeso en
el año 430 a.C. y que Tucídides relata vivamente.
Antes y después de este historiador, otros escritores occidentales como Homero, Herodoto, Lucrecio, Ovidio
y Virgilio7,8,9 se refieren al desarrollo de procesos morbosos colectivos que sin duda pueden considerarse
fenómenos epidémicos.
Las acciones preventivas y de control de las afecciones contagiosas también son referidas en muchos
textos antiguos.
La primera referencia propiamente médica de un término análogo se encuentra en Hipócrates (460-385
a.C.), quien usó las expresiones epidémico y endémico para referirse a los padecimientos según fueran o no
propios de determinado lugar.
Con el colapso de la civilización clásica el Occidente retornó a las concepciones mágico-religiosas que
caracterizaron a las primeras civilizaciones.
Durante el reinado del emperador Justiniano, entre los siglos V y VI d.C., la terrible plaga que azotó al mundo
ya recibió el nombre griego de “epidemia”.
La peste negra o muerte negra fue la pandemia de peste más devastadora en la historia de la humanidad
que afectó a Eurasia en el siglo XIV y que alcanzó un punto máximo entre 1347 y 1353.
Según Winslow, la aparición de la pandemia de peste bubónica o peste negra que azotó a Europa durante
el siglo XIV (de la cual se dice que diariamente morían 10 mil personas), finalmente condujo a la aceptación
universal –aunque todavía en el ámbito popular– de la doctrina del contagio.
En 1546, Girolamo Fracastoro publicó, en Venecia, el libro De contagione et contagiosis morbis et eorum curatione,
en donde por primera vez describe todas las enfermedades que en ese momento podían calificarse como
contagiosas (peste, lepra, tisis, sarna, rabia, erisipela, viruela, ántrax y tracoma).
En 1546, Girolamo Fracastoro publicó, en Venecia, el libro De contagione et contagiosis morbis et eorum
curatione, en donde por primera vez describe todas las enfermedades que en ese momento podían
calificarse como contagiosas (peste, lepra, tisis, sarna, rabia, erisipela, viruela, ántrax y tracoma)
Treinta y cuatro años después de Fracastoro, en 1580, el médico francés Guillaume de Baillou (1538- 1616)
publicó el libro Epidemiorum‡ (“sobre las epidemias”).
Los términos epidémico y endémico fueron incorporados a nuestro idioma apenas unos años más tarde,
hacia 1606.
La Iglesia ejecutó durante muchos siglos acciones de control sanitario destinadas a mantener lejos del
cuerpo social las enfermedades que viajaban con los ejércitos y el comercio, y tempranamente aparecieron
prácticas sanitarias que basaban su fuerza en los resultados del aislamiento y la cuarentena. Del siglo XIV
al XVII estas acciones se generalizaron en toda Europa y paulatinamente se incorporaron a la esfera médica.
La estadística de salud moderna inició con el análisis de los registros de nacimiento y de mortalidad, hasta
entonces realizados únicamente por la Iglesia Católica, que organizaba sus templos de culto de acuerdo con
el volumen de sus feligreses.
Thomas Sydenham, entre 1650 y 1676 reconoció estas patologías la disentería, la malaria, la viruela, la gota,
la sífilis y la tuberculosis como entidades distintas y dieron origen al sistema actual de clasificación de
enfermedades.
Graunt, William Petty, publicó por la misma época trabajos relacionados con los patrones de mortalidad,
natalidad y enfermedad entre la población inglesa, y propuso por primera vez –30 años antes que Leibniz
(1646-1716), la creación de una agencia gubernamental encargada de la recolección e interpretación
sistemática de la información sobre nacimientos, casamientos y muertes, y de su distribución según sexo,
edad, ocupación, nivel educativo y otras condiciones de vida.
En 1765, el astrónomo Johann H. Lambert inició la búsqueda de relaciones entre la mortalidad, el volumen
de nacimientos, el número de casamientos y la duración de la vida, logró deducir una tasa de mortalidad
infantil mucho más alta de lo que entonces se pensaba.
La búsqueda de “leyes de la enfermedad” fue una actividad permanente hasta el final del siglo XIX, y
contribuyó al desarrollo de la estadística moderna.
En 1747 James Lind publico un trabajo sobre la etiología del escorbuto, en el que demostró experimentalmente que la causa de esta enfermedad era un deficiente consumo de
cítricos. este trabajo fue el primero en hacer uso de la numeración estadística.
El segundo fue un trabajo publicado en 1760 por Daniel Bernoulli, que concluía que la variación protegía
contra la viruela y confería inmunidad de por vida.
Este trabajo se publicara 38 años antes de la introducción del método de vacunación por el británico
Edward Jenner (1749-1823).
Un tercer trabajo, que se refiere específicamente a la práctica de inmunización introducido por Jenner, fue
publicado por Duvillard de Durand apenas nueve años después de la generalización de este procedimiento en
Europa (en 1807), y se refiere a las potenciales consecuencias de este método preventivo en la longevidad y la
esperanza de vida de los franceses.
La cuantificación se hizo común a partir de
Galileo.
En materia médica, esto fue posible sólo gracias a los trabajos de
Pierre Charles Alexander Louis.
Charles Alexander Louis, clínico francés, uno de los primeros epidemiólogos modernos, condujo, a partir de
1830, una gran cantidad de estudios de observación “numérica”, demostrando, entre muchas otras cosas, que
la tuberculosis no se transmitía hereditariamente y que la sangría era inútil y aun perjudicial en la mayoría
de los casos.
El belga Adolphe Quetelet, que usó los estudios de Poisson y Laplace para identificar los valores promedio de
múltiples fenómenos biológicos y sociales.
El inglés William Farr, generalizó el uso de las tasas de mortalidad y también los conceptos de población
bajo riesgo, gradiente dosis-respuesta, inmunidad de grupo, direccionalidad de los estudios y valor
“año-persona”.
Creó el concepto de fuerza de la mortalidad de un padecimiento específico, definiéndolo como el volumen de
“decesos entre un número determinado de enfermos del mismo padecimiento, en un periodo definido de
tiempo”.
La investigación realizada en el campo de la epidemiología experimentó durante el siglo XIX un
extraordinario avance, especialmente con los trabajos de Robert Storrs (1840), Oliver Wendell Holmes (1842)
e Ignaz Semmelweis (1848) sobre la transmisión de la fiebre puerperal; los de P.L. Panum (1846) sobre la
contagiosidad del sarampión; los de Snow (1854) sobre el modo de transmisión del cólera, y los de William
Budd (1857) sobre la transmisión de la fiebre tifoidea.
La escuela de epidemiólogos fundada en el siglo pasado continúa activa. Las ideas de P.C.A. Louis, por
ejemplo, fueron adoptadas por muchos de sus alumnos y siguen dando frutos.
Francis Galton (descubridor del coeficiente de correlación), George C. Shattuck (fundador de la Asociación
Estadística Norteamericana y reformador de la salud pública en ese país) y Elisha Bartlett (el primero en
justificar matemáticamente el uso del grupo control en los estudios experimentales).
Major Greenwood, alumno de Pearson, fue el más destacado epidemiólogo inglés de la primera mitad del
siglo XX y maestro de Austin Bradford Hill, quien, junto con Evans y Jerushalmy, ha sido uno de los más
importante divulgadores de los criterios modernos de causalidad.
En nuestro continente destacaron inicialmente Edward Jarvis, William Welch, Joseph Goldberger, Wade Hampton
Frost, Edgard Sydenstriker y Kenneth Maxcy.
Más recientemente, ambas escuelas epidemiológicas han dado nombres de la talla de Richard Doll, Jerome
Cornfield, Alexander Langmuir, Brian MacMahon, Nathan Mantel, William Haenzel, Abraham Lilienfeld,
Thomas Mckeown, Milton Terris, Carol Buck, Mervyn Susser, Sanders Greenland, Olli Miettinen, David
Kleimbaum y Kenneth Rothman, quienes han sido reconocidos por sus importantes contribuciones al
desarrollo metodológico de la disciplina.
Con el establecimiento definitivo de la teoría del germen, entre 1872 y 1880, la epidemiología, como todas las
ciencias de la salud, adoptó un modelo de causalidad que reproducía el de la física, y en el que un solo efecto
es resultado de una sola causa, siguiendo conexiones lineales.
La epidemiología volvió a utilizarse casi exclusivamente como un mero apoyo en el estudio de las
enfermedades infecciosas.
Joseph Goldberger demostró el carácter no contagioso de la pelagra– rebasaron los límites de la
infectología y sirvieron de base para elaborar teorías y adoptar medidas preventivas eficaces contra las
enfermedades carenciales, inclusive antes de que se conociera el modo de acción de los micronutrimentos
esenciales
En 1936, Frost* afirmaba que la epidemiología “en mayor o menor grado, sobrepasa los límites, de la
observación directa”, asignándole la posibilidad de un desarrollo teórico propio y, en 1941, Major Greenwood
la definió simplemente como “el estudio de la enfermedad, considerada como fenómeno de masas”.
El incremento en la incidencia de enfermedades
crónicas ocurrido a mediados del siglo XX.
Desde los años setenta se postula que el peso de cada factor presuntamente causal depende de la
cercanía con su efecto aparente. La epidemiología contemporánea ha basado sus principales acciones en
este modelo, denominado “red de causalidad” y formalizado por Brian MacMahon, en 1970.
En el estudio de las afecciones crónicas y degenerativas la epidemiología ha vuelto a jugar un papel
fundamental, al mostrar la relación existente entre determinadas condiciones del medio ambiente, el
estilo de vida y la carga genética, y la aparición de daños específicos en las poblaciones en riesgo.
En la década de los ochenta, diversos estudios epidemiológicos encontraron una fuerte asociación entre las
prácticas sexuales y el riesgo de transmisión del Síndrome de Inmunodeficiencia Humana, aun antes del
descubrimiento del virus responsable de su aparición.
Más recientemente, la epidemiología ha aportado múltiples muestras del daño asociado a la exposición de
sustancias contaminantes presentes en el aire y el agua.
Como antes lo hizo para los padecimientos infecciosos y las enfermedades carenciales, la investigación
epidemiológica sigue jugando un extraordinario papel en la identificación de nuevos riesgos, abriendo
caminos para la toma de medidas preventivas selectivas entre las poblaciones en riesgo.
La epidemiología también se ha usado como instrumento en la planificación de los servicios sanitarios,
mediante la identificación de los problemas prioritarios de salud, las acciones y recursos que son
necesarios para atenderlos, y el diseño de programas para aplicar estas acciones y recursos.
Con el surgimiento de la genética y la biología molecular, los epidemiólogos han podido responder nuevas
preguntas.
Lepidemiología ha representado el papel protagónico al identificar las fases del cambio sanitario y los
mecanismos a partir de los cuales un grupo de patologías, característico de una sociedad determinada, es
sustituido por otro, propio de una nueva fase.
Carol Buck,29 en 1975. De acuerdo con esta autora, el hecho de que la epidemiología otorgue tanta
importancia a su método se debe a que, en esta disciplina, el experimento juega un papel muy limitado, por
lo que los investigadores deben crear escenarios cuasiexperimentales, sirviéndose de los fenómenos tal
como ocurren naturalmente.
En la actualidad, la epidemiología enfrenta varios problemas epistemológicos. De ellos, quizás el más
importante es el problema de la causalidad, aspecto sobre el que todavía no existe consenso entre los
expertos.
Las criticas al concepto de causa, formuladas por primera vez por David Hume, en 1740, probablemente
implicarían replantear conceptos tan arraigados en la investigación epidemiológica como los de “causa
necesaria” y “causa suficiente”.
Leyes similares a las que rigen los fenómenos naturales, los aportes de la epidemiología en el terreno de la
generación de teorías, modelos y conceptos han sido numerosos, y su desarrollo presente indica que este
proceso no va a detenerse.
La palabra epidemiología, que proviene de los términos griegos “epi” (encima), “demos” (pueblo) y “logos”
(estudio), etimológicamente significa el estudio de “lo que está sobre las poblaciones”.