El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo
glorioso. Sólo el Padre conoce el día y la
hora en que tendrá lugar; sólo Él decidirá su
advenimiento. Entonces Él pronunciará por
medio de su Hijo Jesucristo, su palabra
definitiva sobre toda la historia.
Nosotros conoceremos el sentido último de toda la obra
de la creación y de toda la economía de la salvación, y
comprenderemos los caminos admirables por los que su
Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin
último. El Juicio final revelará que la justicia de Dios
triunfa de todas las injusticias cometidas por sus
criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte.
Muerte
El Catecismo de la Iglesia católica enseña que «la muerte
pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la
aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en
Cristo» «Cada hombre, después de morir, recibe en su alma
inmortal su retribución eterna en un juicio particular que
refiere su vida a Cristo, bien a través de la purificación, bien
para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo,
bien para condenarse inmediatamente para siempre». En
este sentido, San Juan de la Cruz habla del juicio particular
de cada como diciendo que «a la tarde, te examinarán en el
amor».
Purgatorio
Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios,
pero imperfectamente purificados, aunque están
seguros de su eterna salvación, sufren después de su
muerte una purificación, a fin de obtener la santidad
necesaria para entrar en la alegría del cielo. La Iglesia
llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos,
que es completamente distinta del castigo de los
condenados.
Cielo
El cielo es "el fin último y la realización de
las aspiraciones más profundas del
hombre, el estado supremo y definitivo de
dicha”. San Pablo escribe: "Ni ojo vio, ni
oído oyó, ni pasó por pensamiento de
hombre las cosas que Dios ha preparado
para los que le aman".
Después del juicio particular, los que
mueren en la gracia y la amistad de
Dios y están perfectamente
purificados van al cielo. Viven en Dios,
lo ven tal cual es. Están para siempre
con Cristo. Son para siempre
semejantes a Dios, gozan de su
felicidad, de su Bien, de la Verdad y de
la Belleza de Dios.
Infierno
La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y
su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de
pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente
después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el
fuego eterno". La pena principal del infierno consiste en la
separación eterna de Dios en quien únicamente puede
tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido
creado y a las que aspira.