La ética de la profesión docente corresponde al cumplimiento
de aquellos preceptos o principios a los que se le asocia la
labor tales como respeto, responsabilidad y autonomía; y da
cuenta del compromiso social que implica ser un docente.
Las diversas éticas integradas en una visión de conjunto,
pueden servir para iluminar, discutir, valorar, crear
conciencia, sensibilidades y percepciones que ayuden a
decidir éticamente en la profesión docente.
Reconocimiento y compromisos
con el derecho a la educación
Éste es, pues, un primer referente e
ingrediente de la ética profesional ligada
a la idea de la justicia, conectando el
quehacer docente con la ambición de
contribuir a hacer posible una sociedad
más humana, equitativa y democrática.
Conciencia social y
educativa crítica
Este tipo de ética eleva, posiblemente muy
alto, el listón de las visiones, actitudes y
compromisos sociales de la profesión.
Cuidado, apoyo, responsabilidad
y personalización educativa
El buen clima de relación y de trabajo en las
clases, tan necesario para la “calidad de vida”
escolar de los estudiantes como la de los
docentes, es mejor y más posible cuando la
persona adulta es sensible a otros y muestra
empatía y generosidad; valora el establecimiento
de relaciones positivas y ayudas atentas a las
diferencias y las necesidades de cada estudiante.
Formación y
desarrollo profesional
Todos los docentes tienen el derecho a ser bien
formados, todos, sin excepciones, han de asumir
con evidencias fehacientes el deber de formarse no
como un pegote al desempeño de la profesión, sino
como algo esencial para ejercerla como es debido.
Implicación y compromiso
con la comunidad educativa
La participación activa y la contribución a hacerlo
posible, es una responsabilidad institucional y de los
equipos directivos, pero también un deber
compartido y participado por todo el profesorado.