La agresión impulsiva es generalmente una respuesta inmediata a un estímulo del medio ambiente.
Para Stahl (2014) este tipo de violencia puede reflejar una hipersensibilidad emocional y una
percepción exagerada de las amenazas, lo que puede ir ligado a un desequilibrio entre los controles
inhibidores corticales de arriba-abajo (top-down) y los impulsos límbicos de abajo-arriba (bottom-up).
El paradigma clásico, que involucra la corteza prefrontal y áreas límbicas como la amígdala, establece
que la actividad en estructuras límbicas subcorticales como la amígdala es modulada por una
influencia inhibidora desde estructuras corticales como la Corteza Prefrontal Orbitofrontal (COF).
El término violencia se aplicaría entonces a formas de agresión en las que el valor adaptativo se ha perdido, las
cuales pueden reflejar una disfunción de los mecanismos neurales relacionados con la expresión y control de la
conducta agresiva, en tanto su objetivo es el daño extremo, incluso llevando a la muerte de la víctima (Mas, 1994).
Clasificación general de la violencia, contemplando:
Los modos de la agresión:
teniendo en cuenta el modo en que se produce la
agresión puede hablarse de violencia estructural o
indirecta y de violencia directa o personal.
Violencia Directa:
En la violencia directa (personal) los actos destructivos son
llevados a cabo por personas o colectivos concretos y se dirigen
asimismo a personas o grupos igualmente definidos.
Violencia Indirecta:
En la violencia indirecta o estructural no hay actores concretos de la agresión; en
este caso la destrucción brota de la propia organización del grupo social sin que
tenga que haber necesariamente un ejecutor concreto de la misma.
Los actores:
Si atendemos a los actores de la agresión y a los sujetos que la
sufren, entonces encontramos los siguientes actos violentos:
De un individuo contra sí mismo (suicidio), De un individuo
contra otro individuo (crimen pasional), De un individuo
contra un grupo (delitos contra la sociedad), De un grupo
contra un individuo (la pena de muerte), De un grupo contra
otro grupo (la guerra, el terrorismo).
Perspectivas actuales
Los factores ambientales, psicosociales y biológicos interactúan modulando
la conducta violenta, por consiguiente, en un crimen violento estas causas
están inseparablemente unidas y en constante interacción (Stahl, 2014).
Una clasificación similar a la impulsiva/instrumental es aquella que distingue entre
agresión reactiva y proactiva. Esta clasificación -a diferencia de la anterior que opta por una
concepción categórica de base- asume desde el principio que ambas coexisten y
contribuyen conjuntamente al nivel de agresión total del individuo, y cada una es evaluada
de manera dimensional para complementar sus características (Rosell & Siever, 2015).
Estas dos maneras de agresión coexisten y están altamente correlacionadas, sin embargo, la reactiva
se ha vinculado más con historia de abuso, impulsividad, emociones negativas (como ira y frustración)
y dureza emocional (componente de la psicopatía). Por su parte, la proactiva se ha relacionado
positivamente con la psicopatía, agresión física y delitos violentos (Cima, Raine, Meesters, & Popma,
2013).
Bases Genéticas de la agresión y la violencia
En el estudio de la agresión y la violencia algunos autores han centrado sus esfuerzos en indagar por
sus bases genéticas. Uno de estos autores es Moffitt (2006) quien exploró la heredabilidad del
comportamiento antisocial y encontró que ésta oscila alrededor del 50%, siendo 20% el porcentaje de
varianza total explicado por la varianza debida al ambiente compartido y 30% el porcentaje de
varianza total explicada por la variabilidad en las experiencias específicamente personales.
En lo que respecta a los genes específicamente, uno de los que se relaciona con la agresión y la
violencia es aquel que codifica para la enzima monoaminooxidasa A (MAOA) (Ortega & Alcázar,
2016), del cual existe un polimorfismo para baja expresión de MAOA (MAOA-L) y otro para alta
expresión de MAOA (MAOA-H).
Se conoce una relación genotipo y ambiente (maltrato y sucesos traumáticos) en un grupo de
personas adolescentes, en la que el grupo con polimorfismo MAOA-L y expuesto al ambiente
en cuestión mostró mayor tendencia a arrestos criminales,
mayor desorden de conducta y mayor disposición agresiva que los individuos con el polimorfismo
MAOA-H y los individuos con MAOA-L quienes no habían estado expuestos a un ambiente hostil y
violento. Sin embargo, otras investigaciones han encontrado una relación similar entre la agresión y el
polimorfismo MAOA-H (Ortega & Alcázar, 2016)
La Serotonina, el neurotransmisor de la agresividad
La serotonina se produce en los núcleos del rafe del tallo del
cerebro, los cuales constituyen un circuito con la corteza
orbitrofontral y el sistema límbico, entre otras áreas.
Los niveles de presencia de este neurotransmisor son inversamente proporcionales
a los niveles de agresión impulsiva, así pues, la reducción mediante dieta de dicho
neurotransmisor, está asociada con la conducta agresiva e impulsiva que se
manifiesta ante estímulos nocivos, amenazantes o provocadores.
De manera inversa, si se aumenta la dosis de triptófano en la dieta, se observa
una irritabilidad y agresión disminuida; lo anterior de acuerdo a estudios
experimentales llevados a cabo con humanos (Coccaro, Fanning, Phan, & Lee,
2015; Siegel & Douard, 2011; Yanowitch & Coccaro, 2011).
Hormonas relacionadas con el comportamiento violento
Existen otras sustancias cerebrales que influyen los
comportamientos violentos y las conductas agresivas,
como el gas óxido nítrico y las hormonas vasopresina
y oxitocina, también involucradas en procesos básicos
de homeostasis y supervivencia, como el hambre y la
sed o la motivación sexual.
La testosterona, hormona producida en los testículos, influye de manera en el
comportamiento agresivo, quizá por ello la castración elimina ese tipo de
comportamiento en muchas especies animales. Durante el desarrollo embrionario,
la testosterona incrementa la capacidad del cerebro para producir conducta
agresiva, al parecer, lo hace disminuyendo la capacidad de las neuronas para
responder en el futuro a la serotonina.
Aparte de la testosterona, los estrógenos
(hormonas sexuales femeninas producidas en los
ovarios) también pueden potenciar la agresividad.
El desempeño de la Corteza Prefrontal
La corteza prefrontal es aquella parte del lóbulo frontal situada delante de
la denominada corteza motora e incluye tanto regiones de la parte medial
del hemisferio como de la parte lateral. Esta se subdivide, a su vez, en el
área dorsolateral (COFdl), ventral (CPFvm) y región orbitofrontal (COF); y
cada área se asocia a procesos cognitivos
relacionados con la planificación, organización, control de impulsos, inhibición, toma de
decisiones, teoría de la mente, atención, memoria de trabajo, juicio y automonitoreo; a
este conjunto de procesos se le conoce como Funciones Ejecutivas de Alto Nivel (García
Molina, Tirapu Ustárroz, Luna Lario, Ibáñez, & Duque, 2010)
Hormonas relacionadas con el comportamiento violento
Existen otras sustancias cerebrales que influyen los
comportamientos violentos y las conductas agresivas, como el
gas óxido nítrico y las hormonas vasopresina y oxitocina, también
involucradas en procesos básicos de homeostasis y
supervivencia, como el hambre y la sed o la motivación sexual.
La testosterona, hormona producida en los testículos, influye de
manera en el comportamiento agresivo, quizá por ello la
castración elimina ese tipo de comportamiento en muchas
especies animales.
Durante el desarrollo embrionario, la testosterona incrementa la capacidad
del cerebro para producir conducta agresiva, al parecer, lo hace disminuyendo
la capacidad de las neuronas para responder en el futuro a la serotonina
Aparte de la testosterona, los estrógenos (hormonas sexuales
femeninas producidas en los ovarios) también pueden potenciar la
agresividad.
Estructuras Subcorticales que regulan la agresión y la violencia
las funciones hipotalámicas están estrechamente ligadas con la agresión en
humanos. Las estructuras límbicas, amígdala, formación hipocampal, área
septal, corteza prefrontal y circunvolución del cíngulo, modulan fuertemente
la agresión a través de sus conexiones con el hipotálamo medial y el lateral.
La amígdala se relaciona actualmente con un conjunto de procesos nerviosos como la
cognición social, la regulación de la emoción, el procesamiento de la recompensa y la
memoria emocional, la detección de las amenazas procedentes del medio ambiente
visual o auditivo y la excitación de respuestas de lucha o huida a través de sus
conexiones con estructuras del tronco del encéfalo. P
En los humanos, el complejo amigdalino se ha subdividido, de
acuerdo con criterios de tipos celulares y la densidad de dichos
tipos, en 4 conjuntos de núcleos denominados laterobasal,
centromedial, masas intercaladas y superficial o cortical.
El fascículo uncinado (FU) conecta bilateralmente la corteza orbitofrontal y la
amígdala y su integridad estructural ha sido estudiada en sujetos violentos
adultos y en adolescentes con trastorno de conducta.
Consumo de Sustancias Psicoactivas
Los individuos quienes habitualmente no controlan sus impulsos son
también los más vulnerables a los efectos del consumo de alcohol y
otras drogas adictivas sobre la violencia (Morgado, 2007, citado en
García Molina, Tirapu Ustárroz, Luna Lario, Ibáñez, & Duque, 2010).
Las sustancias psicoactivas no sólo
predisponen a quienes las consumen a una
mayor violencia por parte de, sino que
también aumentan su vulnerabilidad.
Entra la amplia gama de drogas, el alcohol es aquella
con mayor evidencia que apoya una relación directa
entre intoxicación y violencia.
Esta relación entre violencia y el consumo de SPA puede ser
directa (cuando las drogas farmacológicamente inducen a la
violencia) o indirecta (cuando la violencia se produce con el
fin de conseguir drogas) y es a menudo compleja, pues viene
acompañada de intoxicación, efectos neurotóxicos y efectos
de abstinencia que a menudo son confundidos.
El consumo de drogas crónico genera cambios neuroplásticos en los
circuitos y estructuras cerebrales, entre ellas aquellas vinculadas con el
procesamiento emocional, como la amígdala, el núcleo accumbens, el
cíngulo, el hipocampo, el hipotálamo, los ganglios basales y distintas
regiones de la corteza prefrontal.
Conclusiones
La agresividad es catalogada como una conducta natural que evolutivamente nos ha
acompañado y que responde a la satisfacción de necesidades básicas en los individuos de la
especie, por su parte la violencia va un poco más allá en tanto comportamiento extremo e
irracional que tiene como objetivo hacer daño, sin mantener relación alguna con un fin
adaptativo.
Indiscutiblemente existen diversos factores que influyen en la manifestación de
conductas agresivas y comportamientos violentos. Indiscutiblemente existen
diversos factores que influyen en la manifestación de conductas agresivas y
comportamientos violentos y, en los ámbitos de estudio del comportamiento
humano, es ampliamente aceptada la influencia de factores biológicos y
ambientales, así como su interacción.
Genéticamente se han reconocido los genes monoaminooxidasa MAOA y
5-HTT como moduladores de la conducta agresiva y comportamientos
violentos, debido a su baja síntesis del neurotransmisor serotonina y su
poca presencia en el cerebro.
Las hormonas masculinas y femeninas también influyen este tipo de
comportamientos. La testosterona, los estrógenos, la vasopresina, la
oxitocina, el neuropéptido y el óxido nítrico, son algunas sustancias que
podemos encontrar al interior del encéfalo y que son capaces de aumentar la
agresividad en los individuos en relación con necesidades básicas como el
hambre o el sexo.