A la muerte de García Moreno, se eligió presidente a Antonio Borrero (1875-1876). Propugnaba el
liberacatolicismo, una tendencia política de bases católicas que defendía la libertad de conciencia, la
tolerancia religiosa y la separación de la Iglesia y el Estado; además, estaba en contra del
autoritarismo presidencial.
Borrero no cumplió rápidamente con el planteamiento que lo llevó al poder, la reforma de la «Carta
Negra», por lo que fue depuesto por el general Ignacio de Veintemilla, quien se proclamó dictador en
1876.
El abuso de poder y de los fondos públicos, la
ineficiencia y la corrupción administrativa, el
anticlericalismo y la persecución a opositores, la
falta de obras públicas, el deterioro de las existentes
y la disminución de las rentas dedicadas a la
educación y salud fueron las características del
Gobierno de Veintemilla. Entre los hechos negativos
también se cuentan los asesinatos del conservador
Vicente Piedrahita y del obispo de Quito, José
Ignacio Checa.
Para conservarse en
el poder, ascendió y
gratificó a los
miembros del ejército,
concedió privilegios
fiscales y mercantiles
a comerciantes y
exportadores,
suscribió un nuevo
concordato con la
Iglesia, buscó
congraciarse con la
aristocracia serrana
con invitaciones y
banquetes, y
persiguió
implacablemente a
sus opositores