Paladines, Carlos Simón Rodríguez: el proyecto de una 'educación social' Educere, vol. 12, núm. 40, enero-marzo, 2008, pp. 159-169

Descrição

Pocos proyectos educativos han resaltado tanto la profunda vinculación de la educación con lo social como el de Simón Rodríguez; de ahí que su concepción de la sociedad americana, la misma que, a su criterio, se presentaba marcada por agudos conflictos sociales y dividida por un nuevo género de ‘dominadores’ y ‘dominados’ constituye la base de su proyecto educativo
Ixchel  Crespo Hernández
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Ixchel  Crespo Hernández
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Resumo de Recurso

Nós do fluxograma

  • Paladines, Carlos Simón Rodríguez: el proyecto de una 'educación social'
  • 1. Las demandas sociales
  • 2. El modelo de “Educación social”
  • 3. Los aspectos metodológicos
  • 4. Consejos de Amigo dados al Colegio de Latacunga
  • Modelo que supone examinar previamente su concepción de la sociedad americana, la misma que, a su criterio, se presentaba marcada por agudos conflictos sociales y dividida por un nuevo género de dominadores y dominados.
  • Simón Rodríguez, 1771–1854, nació en Caracas y se inició como profesor de escuela de primeras letras, de 1791 a 1795.
  • Su primer escrito sobre educación concentró la atención en el diagnóstico pormenorizado de la educación en Caracas y en la formulación de proposiciones para su transformación: “Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento”
  • “Entre los abandonados a su suerte, ha habido muchos que han conocido la injusticia de los potentados y poderosos; y algunos han clamado contra ellas. Hoy!... el número es... considerable¡ y... mucho mayor!, que lo que piensan los que andan, de salón en salón ostentando ‘luces’ y ‘riquezas’ y hablando con el más alto desprecio, de los que les llenan la bolsa o los mantienen de estudiantes”.
  • Rodríguez, por lo anotado, fue uno de los pocos fundadores de nuestras repúblicas que entendieron que se había desatado un nuevo conflicto de carácter eminentemente social más que político, pues había aparecido un nuevo sujeto histórico, inesperado e indeseable para muchos
  • Se trataba, en definitiva, de un sistema establecido con carácter dogmático por nuestros ‘mayores’ o antepasados, a partir de una comprensión de la sociedad como una realidad inamovible.
  • Junto a los momentos fundamentales del ciclo vital humano, signados por lo testamentario o hereditario, Rodríguez descubrió otros no menos importantes en el desarrollo humano, pero también marcados por la impronta testamentaria: ‘La educación testamentaria’; la transmisión de la propiedad privada, los signos ‘testamentarios’, especialmente el lenguaje y particularmente la escritura que se organiza también, a su criterio, bajo pautas heredadas.
  • La mayoría de estas deficiencias recuerdan, con las diferencias epocales del caso, la caracterización de la ‘educación bancaria’ que ofreciera, hace pocos años, el pedagogo brasileño Paulo Freire, y que corresponde a una centenaria tradición educativa, que ha tenido fuerte vigencia entre nosotros desde la época colonial hasta nuestros días
  • En cuanto a la segunda fase del proyecto de ‘educación social’, las orientaciones y pautas metodológicas, estas fueron las siguientes:
  • En primer lugar, la educación fue concebida como ‘educación pública’ antes que privada y con los ojos puestos más en los niños pobres, y especialmente en los indígenas, que en otros
  • En segundo lugar, sin que esto signifique establecer un orden de preeminencia o de jerarquía en las notas determinantes del modelo, la educación social debía ser también ‘educación republicana’, en oposición a la monárquica, cuyas características fundamentales, a pesar de haberse terminado formalmente el orden colonial, subsistían aún en la enseñanza y en la vida pública, sometidas al peso de la autoridad y de las diferencias sociales
  • En tercer lugar, la educación social debía orientarse más al ‘campo’ que a la ciudad, prefiriendo las escuelas de agricultura y maestranza sobre las humanísticas, dado el desequilibrio que, en uno y otro aspecto, ofrecía el sistema educativo vigente, con las consiguientes limitaciones y deficiencias que esto generaba
  • Nuestro autor juzgaba necesario alterar por sus bases a la misma práctica o ejercicio de la enseñanza, y en este campo tampoco dejan de ser sorprendentes sus aportes que, a más de un siglo, no han perdido actualidad.
  • Brevemente, en el sistema de Lancaster, los alumnos se dividían en grupos entre diez y veinte y los más aventajados instruían a sus compañeros en la lectura, escritura, cálculo y catecismo, del mismo modo en que ellos habían sido enseñados por su maestro horas antes.
  • Un segundo aporte metodológico proviene del énfasis puesto por Rodríguez en el análisis de la actividad o proceso del aprendizaje, más que en la misma fase de información o desarrollo de los contenidos que implica la enseñanza.
  • Reflexionar es hacer reflejar la imagen del objeto, contra el objeto mismo, por el sentido que ha recibido la impresión: es tratar de grabarse bien la imagen, para que no se confunda con otras, o se borre: meditar es ponerse en medio del objeto, y de la imagen que ha dejado, en el sentido, para ver si se le asemeja: es también, comparar los resultados de dos o más acciones para prever sus consecuencias
  • Esta visión del aprendizaje como un desarrollo que incluye el despliegue de diferentes fases: observación-reflexión-meditación, condujo a concebir otros componentes del proceso educativo, a partir de dicha base, con lo cual se puso de manifiesto la riqueza de virtualidades que ella encerraba. Así, por ejemplo, ‘estudiar’ era “aplicarse y contraerse mentalmente”;38 ‘maestro’ quien “enseña a aprender y ayuda a comprender” a partir de un ‘saber para sí’ y un ‘saber transmitir’.
  • Otro aporte metodológico significativo proviene de la valoración que otorga Rodríguez al ‘mundo de experiencias’ del educando; elemento o base, a su criterio, insoslayable para el aprendizaje, porque las experiencias del niño, en la dimensión personal y social que ellas suponen, no solo servían para la motivación y activación del deseo de aprender, sino que también podían constituirse en barreras que dificultaban el aprendizaje; de allí la necesidad de prestar atención al bagaje de experiencias para, a partir de ellas, conformar los contenidos de la enseñanza.
  • Aproximadamente por 1845, hasta el presente no se ha podido determinar con precisión la fecha, Rodríguez escribió sus Consejos de Amigo a solicitud de Rafael Quevedo, Rector del Colegio de San Vicente de Latacunga. Este escrito, lastimosamente, permaneció en la penumbra hasta 1954 en que Aurelio Espinosa Pólit logró editarlo en el Boletín de la Academia Nacional de Historia.
  • Escuela de Primeras Letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento, texto redactado en 1794; Sociedades Americanas, cómo serán y como podrían ser en los siglos venideros, texto de 1828 que tuvo una segunda edición, muy ampliada, en 1842; Luces y virtudes sociales, 1834, obra que también recibió ampliaciones y reediciones; extracto sucinto de la obra Educación Republicana, 1849, que también sufrió modificaciones.
  • En cuanto a la estructura interna de la obra, se pueden establecer dos partes muy definidas. En la primera, Rodríguez presenta los principios y objetivos que fundamentan su concepción de la educación; en la segunda, aplica o hace descender dichos principios a la realidad concreta de un colegio, en un lugar y tiempo histórico determinado: inicios de la vida republicana.
  • Con relación a los aspectos formales, la obra mantiene una peculiar praxis literaria, eminentemente pedagógica. La organización de los argumentos, sentencias y advertencias; los cuadros sinópticos, resúmenes, dibujos y recuerdos; las palabras, sílabas o frases en mayúsculas; los subtítulos y títulos son técnicas y mecanismos utilizados por Rodríguez para resaltar aquello que él juzga de mayor importancia para el lector, dado su afán pedagógico y muy poco ‘academicista’. En otros términos, aun en lo formal Rodríguez no se sometió a los estándares consagrados por la elite académica, que fácilmente transforma en fría e inhumana a la comunicación y al pensamiento.

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