Criado por Carlos Carrillo
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Durante su vida, el ser humano sufre una serie de transformaciones que resultan de la interrelación entre la maduración (procesos orgánicos y cambios estructurales) y el aprendizaje (cambios de conducta consecuencia de prácticas y experiencias). Para inferir que un ser humano está aprendiendo, deben observarse conductas externas que lo validen, sin embargo, no se puede decir que no hay aprendizaje, si no se observa la conducta. El proceso de maduración influye en los cambios conductuales debido a los cambios en la estructura corporal y sus funciones. Estos cambios pueden estar influidos por el aprendizaje, pero son consecuencia de factores como los cambios hormonales. De estos dos conceptos surge también el concepto de madurez, que une las características de maduración y aprendizaje, ya que es resultado de los cambios psicológicos por variables biológicas y las experiencias influenciadas por los factores externos. En este punto podemos hablar entonces del desarrollo del ser humano, ya que entran en juego los procesos biológicos, cognitivos, sociales y emocionales, y todos estos deben tomarse en cuenta al evaluar los logros de las personas y en este caso específico, de los niños. En el sentido de nuestro campo de acción, la psicopedagogía se refiere al estudio de las relaciones entre las aptitudes o las disposiciones psicológicas del niño y la actividad pedagógica, para determinar las condiciones psicológicas del éxito en el terreno pedagógico o escolar, y las transformaciones del psiquismo por medio de la acción pedagógica. Nuestra atención debe orientarse a entender la forma en que aprenden los niños, para ello, Bermeosolo menciona cuatro mecanismos de aprendizaje con enfoques distintos, sin embargo, para muchas adquisiciones de conocimiento o conducta, operan en conjunto. Es necesario saber que existen 3 etapas en el aprendizaje, a) Aprehensión y Adquisición, que se refiere a la percepción, atención y codificación del estímulo, b) Almacenamiento o retención de la información, y c) Recuperación que es el reconocimiento y evocación de la información (Respuesta o Actuación). La variabilidad de conductas en los seres humanos para experimentar aprendizaje, se explica fundamentalmente por la motivación que apunta a la satisfacción de sus necesidades o las metas que persigue. La calidad del aprendizaje se evidencia cuando la persona generaliza (reacciona de manera adecuada a estímulos nuevos cuando son similares a estímulos pre-aprendidos) o discrimina (distingue estímulos que pertenecen o no, a la categoría frente a la cual reaccionamos de una forma determinada). Los seres humanos tenemos la capacidad de hacer que nuestras experiencias tengan sentido, tomando, interpretando, almacenando y a veces reteniendo la información, para ayudarnos a manejar lo nuevo con la referencia de las experiencias previas. Este proceso cognitivo tiene varias etapas: sensación, que son los estímulos internos y externos; percepción, que corresponde a la organización e interpretación del estímulo con base a la experiencia; reproducción mental de la información o imagen; formación de conceptos o imagen estandarizada; expresión de un juicio y conclusión haciendo relación entre juicios (inferencia). Las tres primeras corresponden al conocimiento o aprehensión sensorial, mientras que el resto se refieren al conocimiento o aprehensión intelectual, este último solo se hace posible gracias al pensamiento (actividad intelectual intuitiva o discursiva para juzgar, solucionar, decidir, planificar, accionar, etc.) y el lenguaje (capacidad del ser humano de comunicarse). La estimación del nivel de funcionamiento o desempeño de este proceso intelectual se denomina inteligencia, la cual se elabora por sí misma en un proceso gradual. En otras palabras, la importancia del proceso radica en cómo la persona asimila e interpreta la información y por supuesto, qué hace con ella.
Como educadores, no debemos perder de vista en el proceso de enseñar y aprender, que los niños son personas completas a quienes debemos ver como un todo, desde los procesos de adquisición del conocimiento, del desarrollo de destrezas intelectuales y de sus aptitudes, hasta el desarrollo de emociones en el área personal y social. Para hablar de aprendizaje en los niños, debemos hacerlo mediante la observación de los cambios en sus conductas, que son relativamente permanentes, pero de aquellos que vienen dados por experiencias y no debido a sus cambios biológicos, aunque muchas veces resulta complicado hacer esta separación, ya que de una u otra manera son vinculantes. Aquí el reto es identificar las herramientas que nos pueden ayudar a dar mejor acompañamiento a cada niño durante su propio proceso dentro y fuera del aula. Es importante entonces conocer las categorías que generan las situaciones de aprendizaje porque no solamente apoyan el proceso normal de desarrollo del niño, sino también contribuyen a identificar las conductas que entorpecen o retrasan dicho proceso, con el propósito de desaprenderlas. En el aula, debemos identificar los diferentes momentos por los que pasa el niño cuando adquiere nuevos conocimientos y actitudes porque esto nos permite planificar mejor e implementar oportunamente las estrategias adecuadas que logren mejores resultados en el desarrollo de habilidades fundamentales (pensamiento crítico, solución de problemas, creatividad, toma de decisiones, etc.). Los docentes, debemos estar atentos a detectar y describir las construcciones que hacen los niños, dando énfasis a su rol creativo. Para ello, es necesario facilitar los ambientes apropiados, física y socialmente, que ofrecen mejores oportunidades al desarrollo de los niños al desafiarlos con mayores retos. El rol del maestro debe ser facilitar la iniciativa del niño de cara a su ambiente y no seleccionar y mucho menos entregar lo que debe aprenderse. Es el alumno, a través del acompañamiento o guía del maestro, quien debe seleccionar lo que aprende para que esté ligado a sus intereses. Actualmente, nuestro sistema no está diseñado para lograr esto, sin embargo, un docente comprometido con el desarrollo de cada uno de sus alumnos, puede llegarlos a conocer de tal manera que asegure para cada uno, un aprendizaje significativo.
Actualmente hemos visto que se ha criticado mucho a los docentes que mantienen enfoques de enseñanza tradicionales orientados a la memorización de contenidos y aunque este proceso en sí mismo no genera aprendizaje significativo porque utiliza la información de forma mecánica y superficial, ayuda positivamente a utilizar la memoria del alumno. En el proceso de aprendizaje, el uso de la memoria de corto y largo plazo es fundamental porque es la forma de almacenar las experiencias para luego utilizarlas relacionándolas con las percepciones nuevas o las ya conocidas. La forma en que cada alumno reacciona a estas experiencias está influenciada por sus intereses o motivación, que viene a ser la chispa que enciende ese deseo de aprender. Estos intereses dependen del ambiente en que el alumno se desenvuelve porque en su proceso de aprendizaje, relaciona cada nueva experiencia con su campo de acción y con sus emociones. Las nuevas tendencias en educación, muestran una preocupación por hacer un balance entre el desarrollo cognitivo de los alumnos a través de contenidos y actividades actualizados y su desarrollo personal desde el punto de vista emocional y la interrelación con su entorno. Sin duda alguna, esto ha despertado en las instituciones educativas, el interés por mejorar la preparación de su equipo de trabajo e incorporar profesionales especializados en entender los comportamientos humanos y el proceso de su aprendizaje, para dar un acompañamiento adecuado y oportuno al alumno, de tal forma que pueda adquirir las competencias que necesita para vivir mejor.
Para explicar el proceso de enseñanza-aprendizaje, es importante revisar las teorías y métodos desarrollados en la rama de la educación y que abordan dicho proceso con el objetivo de entender la forma en que funcionan los elementos que lo componen. La información presentada en esta síntesis ha sido obtenida del libro “Cómo aprenden los seres humanos” de Jaime Bermeosolo. Antes de abordar las diferentes teorías de la educación, es importante definir dos conceptos para tener claridad de la diferencia entre ambos: Teoría: interpretación sistemática de un área del conocimiento. Herriot (1977) define las teorías como sistemas que describen y explican ciertos descubrimientos empíricos y que dan lugar a una investigación fructífera. Modelo: representación simbólica de una cosa, proceso o idea. Según Hill, las teorías del aprendizaje cumplen varias funciones fundamentales: brindan un enfoque para analizar, discutir e investigar; son una síntesis del conocimiento del área y pretenden explicar qué es el aprendizaje, pero también cómo y por qué surge. Littlejohn también brinda su aporte en este sentido, explicando que las teorías del aprendizaje organizan y resumen el conocimiento del área, brindando un foco de atención sobre las variables y su interrelación. Además, al clarificar y ahondar en la observación, permiten que se realicen predicciones de los resultados y sus efectos y que éstos sean sujetos de comunicación y discusión. A continuación, se presentan las corrientes más influyentes en psicopedagogía del aprendizaje y se podrá observar, cómo éstas cumplen de una forma muy singular, con las funciones mencionadas anteriormente. Por un lado, el conductismo consiste en la adquisición de hábitos por respuestas aprendidas ante estímulos externos (conexiones E-R). Las conductas y la ejercitación juegan un papel importante. El sujeto aprende ejercitando y combinando hábitos ya adquiridos y soluciona problemas por ensayo y error. Es reactivo a las experiencias y aprende haciendo. En el cognitivismo por otro lado, se adquieren estructuras cognitivas con base a la percepción, pensamiento y redes conceptuales. El sujeto aprende sacando conclusiones nuevas y no solamente ejercitando hábitos viejos y la solución de problemas se da con base al discernimiento o comprensión súbita (insight). No podemos olvidar la corriente humanista, que parte del principio que el ser humano tienen la capacidad innata de aprender, pero que el aprendizaje debe ser significativo involucrando el todo de la persona, es decir, procesos afectivos y cognoscitivos que se desarrollan en forma experiencial y participativa. Luego de haber dado un pincelazo a los enfoques más relevantes que influyen en las prácticas educativas, intentaremos dar una perspectiva de los elementos involucrados en el proceso de enseñar y aprender, aceptando de antemano que la psicología de la educación es pluriparadigmática. De acuerdo a Bermeosolo, el proceso de enseñanza-aprendizaje implica una relación digna de confianza entre los sujetos involucrados, donde existe la capacidad de reconocimiento recíproco. En esta relación, los sujetos reconocen las diferencias entre ellos y entienden que esta situación enriquece el proceso porque ambos valoran los aportes de cada uno. Esta participación activa en situaciones colectivas facilita el aprendizaje porque sitúa a los alumnos en su campo de interés y permite que los contenidos sean significativos. El proceso de enseñar y aprender optimiza el flujo del conocimiento porque circula libremente y se enriquece con aportes de los participantes, quienes actúan de forma cooperativa apropiándose del conocimiento y apreciando las particularidades de cada uno de ellos. Finalmente, la enseñanza supone una orientación que implica elección por parte de los alumnos, una intención clara y explícita donde se fijan metas atractivas, un clima agradable y un docente comprometido.
Desde la perspectiva psicopedagógica, los docentes juegan un papel muy importante en el proceso de enseñanza porque en principio son los facilitadores de un ambiente donde el aprendizaje emerja a partir de la interacción cooperativa de los sujetos involucrados en el proceso. Esta interacción se caracteriza por desarrollarse en situaciones de discusión donde se pongan en juego las capacidades, experiencias, intereses y pre-saberes de cada individuo, donde el docente promueve un ambiente de creación conjunta que favorecen conductas de imitación. Al docente no le corresponde dar significación de contenidos, sino procurar que sean potencialmente significativos, incluso en ambientes lúdicos, donde se rescate el placer de aprender jugando y con alegría, ya que el proceso de enseñar y aprender no puede generar angustia o incomodidad. Los docentes deben estar tan comprometidos con el proceso, que deben realizar la preparación de clase, de manera que todos conozcan los objetivos, contenidos y la forma de abordaje de los mismos. Además, son responsables de conocer al grupo de alumnos, el espacio físico y la complejidad del contenido con sus conexiones a otras áreas del conocimiento y realidad. Deben desarrollar su clase interactuando con los alumnos para aproximarse al contenido desde la experiencia y seguir construyendo sobre los saberes anteriores. Es importante que la evaluación de aprendizajes se realice en forma conjunta con los alumnos, poner en común la construcción de conocimientos para que todos sean enriquecidos, elaborar la corrección de errores y hacer énfasis en las omisiones importantes para repararlas. El proceso de enseñanza-aprendizaje lo hemos visto como integral, pero puede separarse en dos acciones: aprendizaje, que según Piaget (1969) se asienta en el pensamiento y éste último es la forma como se manifiesta la inteligencia, la cual desarrolla una estructura y un funcionamiento dinámicos que logran la construcción mediante la interacción del organismo con el medio ambiente; y la enseñanza, que es el resultado de una relación personal entre el docente y el alumno, donde la tarea más importante del primero es acompañar el aprendizaje del segundo.
Las tendencias educativas recientes no pueden quedarse solamente en el papel y formar parte de la declaración de principios de los centros educativos sin llegar a las aulas a crear aportes en la práctica. Hablar de una sola teoría o un determinado enfoque no necesariamente es la mejor opción ya que la práctica actual muestra más bien un enfoque ecléctico. Lo cierto es que debemos pensar en metodologías que se adapten a las nuevas formas de aprender, que vienen influenciadas por factores externos no controlables por los docentes y que forman parte importante de los saberes o experiencias de los alumnos. Estas metodologías deben favorecer un aprendizaje eficiente y efectivo, de alta calidad, donde el centro del proceso sea el alumno, el cual debe verse tanto desde el punto de vista individual, donde se respeten sus diferencias e intereses, pero también desde el punto de vista colectivo, entendiéndolo como un ser social, con necesidad de interactuar con los demás en un ambiente donde se promueva la participación de todos. Las clases tradicionales o el aprendizaje por recepción, aunque seguramente permanecerán vigentes en nuestras aulas, deben ir dando paso a metodologías que han demostrado ser más eficientes para el aprendizaje, como por ejemplo el aprendizaje por descubrimiento, proyectos, foros de discusión o debate, etc., para crear un sano balance en el proceso. El trabajo del maestro en este balance es promover que el aprendizaje por recepción no sea pasivo, sino que sea significativo y no perder de vista que sin importar la metodología que se utilice, el protagonista principal es el alumno.
La UNESCO define la educación inclusiva como el proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y reduciendo la exclusión en la educación. Es importante apuntar que la inclusión pretende que todos los niños y jóvenes estén integrados en el sistema educativo regular. Para lograrlo, a continuación, se presenta una serie de elementos que, aunque no son únicos, representan los conceptos básicos que se deben tener en cuenta para impulsar la inclusión en los centros educativos, tanto públicos como privados: La inclusión es un proceso continuo. No se puede pensar en la implementación de un plan de inclusión en el corto plazo, con grupos aislados y con características estáticas. Es un proceso flexible y dinámico que puede tardar años en llevarse a cabo y su complejidad radica en que es necesaria la participación de todos los miembros de la comunidad educativa. En este proceso, se puede ligar un concepto que debe entenderse como inherente para el éxito del mismo: Educación Especial que, de acuerdo a las Normas uniformes sobre la igualdad de oportunidades para las personas con discapacidad, se caracteriza por constituir un sistema que, en el sistema educativo regular, provee servicios y recursos especializados a las personas con o sin discapacidad (necesidades educativas especiales). Capacitación docente. Es importante que todos los docentes asuman un compromiso con el proceso de inclusión dentro del aula, facilitando entornos, servicios, actividades e información que estén a disposición de todos, especialmente a personas con discapacidad. Además, debe estar dispuesto a implementar mecanismos eficientes que abran las posibilidades de todos los alumnos para tener éxito en su vida. Para ello, debe identificar oportunamente, a aquellos alumnos con discapacidad, deficiencias de aprendizaje o necesidades educativas especiales. El docente, por ser un modelador de conductas, debe ser ejemplo en el respeto a la igualdad de derechos, esto es que las necesidades de cada persona, en este caso de los alumnos, tienen igual importancia y todos los recursos deben emplearse, garantizando que todos tengan las mismas oportunidades de participación. Adaptaciones curriculares. En este punto surgen dos preguntas fundamentales: a) Qué aprender, enseñar y evaluar?; b) Cómo aprender, enseñar y evaluar? Ambas preguntas suponen el desarrollo de contenidos y metodologías acordes a las necesidades de cada alumno. El centro educativo debe velar porque los métodos y técnicas utilizadas en el proceso de enseñanza-aprendizaje sean incluyentes, es decir, el centro educativo debe adaptarse al alumno y no al contrario. Integración. La inclusión es responsabilidad de toda la comunidad educativa, por lo tanto, es muy importante que el plan incorpore un programa de comunicación a todo nivel, que incluya al personal docente y administrativo del centro educativo; a todos los alumnos y sus familias; y al resto de la comunidad del área de influencia, incluyendo entidades gubernamentales. Diversidad. La atención a la diversidad es una responsabilidad, no una moda. Para que haya igualdad debe haber diferencias, por lo tanto, el sistema escolar debe pensarse como favorecedor de la distinción y no de la masificación. Atender la diversidad supone asumir otros puntos de vista, dicho de otra manera, ponerse en el lugar de los demás. Un centro educativo comprometido con la inclusión, debe valorar la diversidad como elemento que enriquece el aprendizaje, contar con un proyecto educativo que atienda las diferencias, y utilizar estrategias que den respuestas efectivas a las motivaciones e intereses en el aula.
En nuestros países, erróneamente se suelen confundir y entender como sinónimos, los conceptos de discapacidad y dificultades de aprendizaje. Es más, la discapacidad suele relacionarse generalmente con deficiencias motoras. Es necesario hacer ver que muchos de los alumnos con necesidades educativas especiales, no necesariamente presentan una discapacidad, sin embargo, enfrentan serios obstáculos en el aprendizaje. Por otro lado, no todos los alumnos con discapacidad presentan necesidades educativas especiales. La educación especial tiene el propósito de asegurar aprendizajes de calidad a personas con necesidades educativas especiales asociadas o no a una discapacidad. Lo importante es reconocer que los ritmos de aprendizaje y las necesidades son diferentes para todas las personas con discapacidad o dificultades de aprendizaje, pero más importante es respetar el derecho que tienen de ser tratados con dignidad y de acuerdo a su situación especial. El papel del psicopedagogo es fundamental en la atención a las dificultades de aprendizaje porque aporta un acompañamiento en todo el proceso de enseñanza-aprendizaje del alumno en cuestión. Debe saber accionar de manera eficiente y eficaz respecto a los contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales (competencias) del proceso enseñanza-aprendizaje; conocer profundamente las teorías, modelos, técnicas y métodos didácticos; y los procesos de planeación, ejecución y evaluación del centro educativo. El psicopedagogo debe intervenir cuando las metodologías implementadas en el proceso de enseñanza-aprendizaje del alumno con dificultades, no están siendo efectivas, dicho de otra manera, cuando no estén dando los resultados esperados en cuanto a logro de competencias (desarrollo del individuo en el área cognitiva, área personal o social). El psicopedagogo no tiene la función de diagnosticar, sino de referir al alumno a los especialistas, dependiendo de la dificultad que presente. Por último, el psicopedagogo nunca debe perder de vista que el principal objetivo de la educación es el desarrollo integral de la persona, lo cual se evidencia en una vida mejor y más plena.
En el decreto 170 de 2009-2010 en Chile, se hace la diferencia entre dos tipos de necesidades educativas especiales: las permanentes y las transitorias. Las transitorias contempladas son los trastornos específicos del aprendizaje (TEA), los trastornos específicos del lenguaje (TEL), los trastornos severos de la actividad y la atención (como el TDAH) y las dificultades asociadas a déficit intelectual sin RM (CI límite); mientras que las permanentes están asociadas a las discapacidades, tales como déficit intelectual, ceguera, autismo, etc. Los primeros movimientos en favor de la integración en las aulas ordinarias de los alumnos que presentaban necesidades educativas especiales comenzó en los años 80, sin embargo, ya a finales de los 60 la UNESCO había presentado un informe para que los gobiernos tomaran en cuenta la prestación de servicios que cubrieran las necesidades de las personas con discapacidad, facilitando la igualdad de acceso a la educación. La actual pedagogía ha propuesto principios que defienden la educación inclusiva ya que según Molina (1985), el alumnado con necesidades educativas especiales que participa en clases ordinarias obtiene mejores rendimientos académicos y sociales que los niños y niñas que no están incluidos en este contexto. Además, este tipo de educación también favorece a los alumnos que no presentan necesidades educativas especiales ya que mejora sus actitudes hacia este según López et al., (2009). (La escuela inclusiva http://www.uco.es/~ed1alcaj/polieduca/dmpe/inclusis.htm). En los países de América Latina, los indicadores de inclusión social todavía muestran una gran oportunidad de mejora, aunque países como Chile y Uruguay han dado pasos muy positivos en cuanto al crecimiento de estos indicadores, que incluyen temas como derechos civiles, participación social, inscripción escolar, etc. http://www.americasquarterly.org/charticles/Charticle-The_Social_Inclusion_Index.html En Guatemala, los educadores tenemos la oportunidad de hacer la diferencia en inclusión educativa, aplicando un principio muy sencillo: todos tenemos los mismos derechos y diferentes necesidades.
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