Criado por Isidro Esparza Marín
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San Juan de la Cruz nos dice que el alma que pasa al estado del silencio se ejercita en él harto tiempo y años, antes de pasar al siguiente (2N 1, 1), lo cual significa que desde que entra en él ha de procurar seguir progresando en la vía del espíritu disponiéndose así para la unión con Dios mediante “la noche activa del sentido y la noche oscura pasiva del espíritu”. No podía San Juan de la Cruz, carmelita descalzo, sustraerse al amor al Carmelo, y por ello su obra máxima lleva por título: “Subida al monte Carmelo". La “Noche oscura” para San Juan de la Cruz, es todo el itinerario espiritual del alma buscando la "unión con Dios". Para San Juan de la Cruz, noche quiere decir privación y desnudez. Las "noches", son las privaciones y purificaciones por las que el alma tiene que pasar para alcanzar la "unión con Dios". Se las llama "noches", porque el alma camina por ellas a oscuras, como en una noche cerrada y sin luna. En este libro (“Noche oscura”), el santo nos da cuenta de las distintas etapas, por las que un alma ha de pasar en el desarrollo de su vida espiritual, si es que el alma de que se trata quiere alcanzar el sumo grado de la perfección de la santidad, que tras una incondicional entrega al amor del Señor, ella llegará a una "perfecta unión con Él". Este es el camino del alma, para alcanzar la realización de ese grado de perfección en su amor al Señor que alcanzó San Pablo cuando exclamó: "No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Gal 2, 20). San Juan de la Cruz, miembro fundador del Carmelo descalzo y doctor de la Iglesia, escogió la imagen del monte que da nombre a su Orden religiosa, para crear una metáfora, en su libro: “La subida al Monte Carmelo”. Sobre San Juan de la Cruz, la santa carmelita descalza Edith Stein, hoy en día Santa Teresa Benedicta de la Cruz, martirizada y gaseada por los nazis en el campo de concentración de Auschwitz el 9 de agosto de 1942, en razón de su etnia hebrea, ella ha escrito abundantemente, sobre San Juan de la Cruz, con su fuerte preparación filosófico-teológica, ya que antes de su conversión y entrada en el Carmelo teresiano, era catedrática de filosofía, y así nos dice: El santo no ha escrito sus obras para todos. No es que pretenda excluir a alguien expresamente, mas sabe que solo puede ser comprendido por un limitado círculo de personas, con una experiencia de vida interior. Y piensa en primer lugar, en los/las Carmelitas cuya vocación propia es la contemplación. Y lo que afirma tiene pleno sentido, porque el paso de la "lucha ascética" a la "mística", solo se consigue cuando se accede perfectamente a la "contemplación". La muerte de Cristo, escribe Hugh Benson, no solo hizo posible una mera amistad, sino distintos grados de ella, a los que ni siquiera los ángeles pueden aspirar. Y, gracias a esa preciosísima sangre, un alma no solo puede pasar de la muerte a la vida, sino que, por sucesivos peldaños, etapas y niveles, puede llegar a la perfección de la santidad misma, aun viviendo en este mundo. Es San Juan de la Cruz el que nos habla sobre esta perfección hacia la santidad aun viviendo en este mundo diciéndonos que esto sucederá en el alma, cuando esta haya entrado en el pleno ejercicio de los llamados "sentidos espirituales", que empiezan a despertar en la persona a medida que su alma va muriendo a la satisfacción de los "sentidos corporales". Con ese extraordinario don de entendimiento y con la sabiduría que Dios da al que alcanza la "unión mística con Él", San Juan de la Cruz ha sido el místico que con más exactitud y extensión ha escrito sobre la importancia que en el desarrollo de la vida espiritual de un alma, tiene, el paso de la "ascética" a la "mística", porque hay una distinción radical entre la "unión con el Señor" por razón de gracia y la "unión mística", que es una distinta manera de la presencia divina en el alma. Son dos distintas vías escalonadas, en la que la primera, la unión por gracia, es decir, la que es más general en la vida ordinaria, prepara el camino a la segunda, "a la unión mística". Para que el alma entre en la segunda vía, en la de la "unión mística", es necesario e imprescindible que esta alma, sea previamente purificada por las angustias y sufrimientos que proporciona lo que el santo denominó, por primera vez la “noche oscura”. En términos de espiritualidad, “Noche” es todo el camino del recorrido espiritual del alma hacia Dios: es el camino mismo o como escribe San Juan de la Cruz, el camino por donde ha de ir el alma a esta unión. “Noche" para San Juan de la Cruz, quiere decir privación y desnudez. Las "noches", son las privaciones y purificaciones por las que el alma tiene que pasar para alcanzar la unión con Dios. Se las llama "noche", porque el alma camina por ellas “como de noche oscura”. San Juan de la Cruz, nos hace ver, que la finalidad de la “noche oscura”, no es la de castigar o afligir, sino que radica en la necesidad de que nuestro corazón sea liberado, purificado e iluminado en el amor perfecto. El camino que Dios nos hace recorrer por estas sendas oscuras del miedo, no nos conduce a la desesperación, sino al gozo perfecto, no al infierno sino al cielo. La "noche oscura", es la crisis de sufrimiento que arranca las raíces que nos unen a este mundo, es un puro don de Dios. No obstante es un don que debemos en cierta medida de prepararnos a recibir; por medio de actos heroicos de renuncia a nosotros mismos. Si no hemos tomado el firme propósito de emprender una renuncia total a todos nuestros apegos, el Espíritu Santo no nos llevará a la verdadera oscuridad, al corazón de la desolación mística, en el que Dios nos libera misteriosamente de la confusión, de la multitud de necesidades y deseos, a fin de darnos la unidad con Él y en Él. San Juan de la Cruz, nos hace comprender, que la total madurez en la vida espiritual, no puede alcanzarse sin pasar primero por la desolación, la angustia, la preocupación y el miedo que acompaña necesariamente a la crisis interior de la muerte espiritual, en la que finalmente abandonamos nuestro apego a nuestro yo exterior y nos rendimos completamente a Cristo. El grado de angustia y temor que se puede llegar a soportar en la “noche oscura”, llega a alcanzar y hasta hacerle sentir al alma el insoportable peso de la divina Justicia, dándole la sensación de haber sido reprobado por Él definitivamente, lo cual le produce al alma un tormento mortal, que no hace disminuir su viva fe y su ardiente amor a Dios. Dios nos creó a todos diferentes no solo de cuerpo sino también de alma, lo que determina que nuestras relaciones personales con Dios, aún teniendo un mismo objetivo que es el amor, este se expresa o lo expresamos de distinta forma a Él, por lo que nuestros caminos de vida espiritual son siempre distintos unos de otros. Pero ello no implica que de una forma u otra aquel que quiera llegar a una perfección en la santidad, alcanzando una entrega absoluta sin reserva alguna al Señor, ha de pasar por las “purificaciones" que son necesarias y tendrá su "noche oscura". Pero el paso por la "noche oscura" será siempre distinto para cada alma. Nemeck y Coombs, a este respecto señalan que: “No hay dos personas que vivan la"noche oscura" exactamente igual, puesto que no hay dos personas que se unan a Dios en "amor transformante", siguiendo el mismo camino. Cada uno de nosotros vive y refleja el amor de Dios de un modo único, personal e irrepetible. En la vida espiritual, no existen las copias ni los clones” El paso por la "noche oscura" tiene dos fases, una "activa" y otra "pasiva", que se denominan “noche activa de los sentidos”, y “noche pasiva de los sentidos”. Para atravesar la noche por completo en sus dos fases, el hombre tiene que morir al pecado. Puede ofrecerse para ser crucificado, pero él no puede crucificarse a sí mismo. Por ello, lo que la "noche activa" ha comenzado, debe de completarlo el mismo Dios a través de la "noche pasiva", porque por más que el alma se ayude no puede ella por sí misma purificarse. Una vez que el alma abandona el gusto por las cosas de este mundo, siente algo así, como si el suelo le faltara bajo sus pies. Pero no es esto lo que sucede, sino que de hecho quedamos asentados sobre un camino más seguro, aunque tenebroso y envuelto en la "noche": el camino de la fe. Es el camino que conduce a la meta de la divina unión. La actuación divina resulta imprescindible, de aquí que se hable de "noche pasiva", dada la pasividad del alma en esta situación, cuya actitud solo puede ser, la de una absoluta docilidad. De aquí, que también a esta fase se la denomine “noche sosegada del alma”.
LA NOCHE ACTIVA DE LOS SENTIDOS Actualizado el 28 de Octubre 2010 La "noche oscura" la describe San Juan de la Cruz en su libro “Subida al monte Carmelo”, como un situación de especial angustia y sufrimiento, que es necesario pasar para alcanzar en esta vida la perfecta unión con el Señor, para todo aquel que le interese alcanzarla. La llamada "noche oscura del alma o de los sentidos" consta de dos fases: La primera es una fase activa que se denominan “noche ACTIVA de los sentidos”, dentro de la cual, a su vez se pueden encuadrar, la llamada "noche ACTIVA de las potencias del alma". La segunda fase, es pasiva, y se denomina “noche PASIVA de los sentidos”, durante la cual, el alma tiene una actitud pasiva, pues es el Señor el que toma la iniciativa. Es aquí en esta fase, donde el alma obtiene la experiencia de la unión con Dios. En la primera fase en la ACTIVA de los sentidos, es el alma la que lucha para perfeccionarse y librarse de sus faltas y pecados. Este es el camino que el alma ha de seguir, para pasar de la llamada lucha "ascética", a la "mística", donde el alma alcanza la perfecta contemplación. Para mejor comprender lo que viene a continuación, es decir las dos fases de la "noche oscura de los sentidos", aportamos este cuadro aclaratorio. NOCHE DEL ALMA CARACTERÍSTICAS CLASE DE ORACIÓN + Noche ACTIVA de los sentidos + Dominio de los apetitos. + Oración y Meditación discursiva. + Noche ACTIVA de las potencias del alma + Inteligencia.- Depuración de la fe. + Memoria.- Vaciamiento de los recuerdos, y fortalecimiento de la esperanza. + Voluntad.- Depuración de los afectos de la voluntad: gozo, esperanza, dolor y temor. + Meditación y Contemplación. + Noche PASIVA del espíritu o Noche sosegada + Matrimonio espiritual. + Plenamente Contemplativa. La fase que aquí nos interesa examinar, es precisamente la denominada, "noche o fase ACTIVA de los sentidos". Terminada esta comenzará la llamada "fase PASIVA de los sentidos". En esta primera fase activa, el hombre tiene que morir al pecado. Puede ofrecerse para ser crucificado, pero él no puede crucificarse a sí mismo, por más que el alma se ayude, ella no puede activamente purificarse. Cuando la "noche activa" ha comenzado, debe el mismo Dios completar la "noche PASIVA", y de hecho entonces nos movemos por fe, siendo esta la senda que nos conduce hacia la meta de la divina unión. Es en esta primera fase, aquella en que el alma motivada por su amor al Señor, busca la forma de llegar plenamente a Él, pero toma la conciencia y la iniciativa, de que lo primero que ha de hacer es purificarse ya aquí en este mundo, librándose de sus vicios y pecados. San Juan de la Cruz, llama "noche oscura del alma o del sentido o de los sentidos", al punto de partida o fase primera de la noche. Aquí la oración consiste en la privación del gusto, en el apetito de todas las cosas del mundo. A la sequedad, se le añade el tormento del miedo a ir equivocado. Pensando que se les ha acabado el gusto espiritual y que Dios le ha dejado a uno. El que se encuentra en esta situación, se empeña en obrar como antes acostumbraba y no consigue otra cosa sino turbar la paz que Dios va imponiendo en él o en ella. La experiencia de la “noche”, puede presentar diversas caras: como vacío interior, desorientación espiritual, aridez, aburrimiento, falta de concentración, cansancio, turbación,etc. En esta situación no deben tomarse decisiones, se ha de permanecer en la espera contemplativa y en el abandono en Dios. Esta "noche oscura del sentido", es, por lo general una experiencia fuerte y con frecuencia duradera. Según nos manifiesta San Juan de la Cruz las señales y condiciones en que se conocerá que va por el camino de esta noche realizándose la purgación sensitiva son: 1.- Sequedad y aridez a todos los niveles. 2.- Cierto desasosiego interior. 3.- No poder meditar y sí sentirse atraído a contemplar durante la oración”. En la "noche activa de los sentidos", además de la sequedad y vacío se vuelve el alma humilde. Desaparece la soberbia anterior, porque ya no encuentra en sí nada que pueda servirle de apoyo para despreciar a los demás; más bien, le parecen los demás mucho más perfectos y en consecuencia nace en su corazón el amor y el aprecio hacia ellos. Tienen mucho que hacer con su propia miseria, para ocuparse de los demás. A causa de su desamparo se vuelve el alma sumisa y obediente: desea ser adoctrinada para encontrar el camino recto. La avaricia espiritual se ha curado radicalmente. El alma se ha hecho frugal y moderada. Todo lo que hace, lo hace solo para cumplir la voluntad divina, sin buscar en ello su propia satisfacción. NOCHE ACTIVA DEL SENTIDO Esta “noche activa del sentido (externos e internos)” sería lo que el alma puede hacer de suyo para que Dios la encuentre preparada y la introduzca en la “noche pasiva del espíritu”, lo cual será aprender a poner “las potencias del alma en silencio y callando” para que hable Dios (3S 3, 4), “porque aquí vamos dando doctrina para pasar adelante en la contemplación de unión a Dios para lo cual todos esos medios y ejercicios sensitivos de potencias han de quedar atrás y en silencio, para que Dios de suyo obre en el alma la divina unión” (3S 2, 2). El santo hace una preciosa comparación del itinerario espiritual con las diferentes fases de la noche cósmica: la primera fase correspondería a la “noche del sentido” cuando cesa la vista de todo objeto sensitivo y “la segunda fase”, la medianoche, corresponde a la “noche del espíritu”, donde la oscuridad es total pues, como veremos, es Dios el que parece callar. Es en la “noche del espíritu” donde la acción de Dios toma protagonismo; y es que para San Juan de la Cruz lo importante en el itinerario espiritual son los empujones de Dios. El primer empujón es el “enamoramiento” inicial, que motiva al alma a pasar de principiantes a aprovechados a través de la noche oscura y activa del alma, y el segundo empujón es pasar de su amor sensual a espiritual, a través de la noche oscura del espíritu (pasiva), donde Dios purifica completamente su amor sensual y espiritual introduciéndola en la fase unitiva o unión con Él. Si en la primera fase nocturna se ha silenciado el “alma sensual”, ahora habrá de silenciarse el “alma espiritual” y quedarse totalmente desnudo teniendo como único apoyo la virtudes teologales y así poder escuchar más puramente a Dios, “porque lo que Dios tiene aparejado para los que le aman, ni ojo jamás lo vio, ni oído lo oyó, ni cayó en corazón ni pensamiento de hombre” (2S 4, 4).
LAS POTENCIAS DEL ALMA “Las potencias del alma” forman una sola cosa pues están mutuamente entrelazadas en lo que el Santo llama lo racional de la persona, como opuesto a lo sensitivo, con lo cual él contemplaría no sólo el entendimiento dentro de esta designación, sino también la memoria y la voluntad. Es una visión próxima a lo que hoy llamamos “razón sensible”, por la profunda vinculación que tiene toda la estructura racional con lo emocional. El tratamiento de la memoria también es presentado por el Santo en vinculación a la voluntad; pues el problema que lleva a silenciar la memoria es que esta le presenta a la voluntad cosas hacia las que siente una afección desordenada (apetitos de propiedad ) por poseer, cuando “toda posesión es contra esperanza” (3S 7, 2) ya que la esperanza ha de orientarse a la unión con Dios, que es amor sin posesión: ...haciendo a la memoria que quede callada y muda, y sólo el oído del espíritu en silencio a Dios, diciendo con el profeta: “Habla, Señor, que tu siervo oye” (1 Samuel 3, 10) (3S 3, 5). De donde, cuanto más la memoria se desposee, tanto más tiene de esperanza, y cuanto más de esperanza tiene, tanto más tiene de unión con Dios; porque acerca de Dios, cuanto más espera el alma, tanto más alcanza; y entonces espera más cuando se desposee más; y cuando se hubiere desposeído perfectamente, quedará con la posesión de Dios en unión divina (3S 7, 2). El ejercicio de silenciar las “potencias del alma” es el apropiado para el estado de aprovechados; y no se ha de tener en poco ya que será a través de él (silencio) como se nos comunique Dios, siendo esta no-actividad la suprema y más difícil actividad que se puede realizar: ...advierta que no hace poco en pacificar el alma y ponerla en sosiego y paz, sin alguna obra y apetito, que es lo que nuestro Señor nos pide por David, diciendo: Vacate, et videte quoniam ego sum Deus (Sal 45, 11). Como si dijera: Aprended a estaros vacíos de todas las cosas, es a saber, interior y exteriormente, y veréis cómo yo soy Dios (2S 15, 5). La dificultad de este ejercicio reside en la gran confianza que se ha de poner en Dios para superar el horror natural que el alma siente al vacío, donde se encuentra sin arrimo y con arrimo , sin arrimo porque no hay cosa creada en que pueda apoyarse y con arrimo porque ha depositado toda su confianza en Dios: “Estése, pues, cerrado sin cuidado y pena, que el que entró a sus discípulos corporalmente, las puertas cerradas, y les dio paz (Jn 20, 19-20),... entrará espiritualmente en el alma, sin que ella sepa ni obre el cómo, teniendo ella las puertas de las potencias, memoria, entendimiento y voluntad, cerradas a todas las aprehensiones, y se las llenará de paz,... en que la quitará todos los recelos y sospechas, turbación y tiniebla que la hacían temer que estaba o que iba perdida (Is 48, 18). No pierda el cuidado de orar y espere en desnudez y vacío, que no tardará su bien (3S 3, 6). Y no ha de tardar el bien prometido por el Santo, porque con este ejercicio el alma va progresando en su intimidad con Dios hasta acercarse al desposorio místico, tan bellamente descrito por nuestro autor en su Cántico Espiritual. Pero antes, el Señor la dispone con algunas interpolaciones de noche oscura en la que es Dios mismo el que ahora parece callar. Este silencio de Dios se experimenta como un vacío penoso que en el Cántico se presenta como ausencia del Amado, y es un adelanto del silencio de la media noche. En C 12, 9, ya muy cercano el desposorio, la ausencia del Amado provoca un deseo inmenso de Él, como una sed penosa que sufre el alma haciéndola bramar por Él.
NECESIDAD DE LA PURIFICACIÓN DEL ALMA Nadie puede dar lo que no tiene…, y como Adán y Eva perdieron la pureza de su alma, nos transmitieron a todos la mancha con la que perdieron su pureza y que se llama concupiscencia, es decir, como carecían de pureza esta no nos la pudieron trasmitir y nos trasmitieron solamente lo único que tenían, su concupiscencia. Inicialmente y con simpleza, podemos definir la concupiscencia, como una tendencia del hombre al mal. El Catecismo de la Iglesia católica en su parágrafo 404, nos dice que: Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán. S. Pablo lo afirma: "Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores" (Rm 5,19): "Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron..." (Rm 5,12). A la universalidad del pecado y de la muerte, el apóstol opone la universalidad de la salvación en Cristo: "Como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura a todos una justificación que da la vida" (Rm 5,18)”. El Señor, vino al mundo, y nos redimió de la esclavitud del demonio, dejándonos establecido un medio para volver al primitivo estado de pureza que tenían nuestros padres antes de su pecado, esto es el sacramento del Bautismo, que purifica nuestra alma de toda macha. Pero nosotros no nos conservamos en esa pureza, porque el demonio nos tienta y nuestra concupiscencia, que sigue subsistiendo en nosotros, le ayuda a él a que pequemos, ofendiendo a Dios y menospreciando el amor que Él nos tiene. Para podernos poner en paz con Dios, hemos de acudir a otro sacramento que el Señor también estableció, es el sacramento de la penitencia, que nos perdona el pecado pero no nos quita la culpa que el pecado nos crea. La eliminación de este reato de culpa, para estar puros y limpios de toda mancha, hemos de realizarla bien en esta vida purificando nuestra alma, en un fuerte desarrollo de nuestra vida espiritual, o después de la muerte en el Purgatorio pues ningún ser humano puede contemplar el Rostro, la Luz y la gloria de Dios si previamente no está totalmente purificado. Todo, el que se interesa por la salvación de su alma, ha oído hablar del paso de "la noche oscura del alma", que detalla San Juan de la Cruz. Son dos clases de noches oscura, la activa que es todo lo que el alma puede hacer de su parte para alcanzar su purificación y la pasiva, que es aquella en la que el alma no hace nada, solo Dios lo obra todo en ella, y ella está como paciente. La noche oscura es el camino que el alma ha de atravesar para alcanzar una purificación, que si la logra con perfección en esta vida habrá alcanzado la unión con el Señor y su alma irá directamente al cielo sin pasa por el Purgatorio. La purificación que se realiza en el purgatorio, supone que el amor del alma al Señor, se ve retardado con el sufrimiento que este retardo supone para el alma y el ansia de amor que le crea a ella. Por otro lado el amor del Señor al alma, también padece este retraso, que supone que el Señor, tampoco puede, poseer la persona amada de inmediato. Claro que es de tener presente que el retraso es una consecuencia del factor tiempo y en la eternidad el tiempo no existe, porque todo es presente. Un amor impedido así en el acceso hacia el amado, sufre y este sufrimiento purifica. En la muerte, -escribe F. Durrwell- el hombre se sitúa fuera del tiempo terrestre; su purificación no se mide ni por horas ni por días, sino por la distancia que le separa de la santidad del Reino, por el grado de la purificación necesaria en el momento de la muerte. Cuando un alma, en su camino hacia Dios, llega en esta vida, a la fase de entregarse a Él y buscar la llamada vía unitiva, el Señor se complace con esta alma que le busca y se niega a si misma tomando su cruz, para unirse a Él. Escribe Jean Lafrance diciéndonos que “Es a Cristo a quien le toca el purificarte en tus fuerzas vitales. Dejándote llevar por Él, te purificará de tu tendencia a echar mano de tus legítimas posesiones. Es preciso pues que cargues con la cruz de cada día, es decir, con este conjunto de purificaciones que te proporcionan las circunstancias de la vida. Pero ten cuidado y no fabriques la cruz en tu taller personal, déjale a Cristo que te cargue con su cruz. Aceptando así el perder tu vida, la salvarás”. Porque atravesar la noche oscura es llegar a la “renuncia del yo”, es la negación de si para abrirse a la gracia divina Edith Stein- nos asegura que cuanto más alto es el grado de unión con Dios, al que Dios quiere elevar las almas, tanto más profunda y duradera debe de ser la purificación. Y en esta purificación, que Dios le proporciona al alma que desea unirse a Él, Su Amor nos destruye todo lo que es más querido por nosotros: valiéndose de la muerte, de la enfermedad, de la pobreza, del odio, de la discordia, de la calumnia, de la mentira, de la pérdida del honor…etc. Es este el paso por una noche oscura de carácter material, pero también esta puede tener características espirituales que aún son más dolorosas, como puede ser por ejemplo el retirarle al alma el don de la fe, y hacerla caminar en unas tinieblas de dudas de fe, también cabe que le retire al alma los consuelos internos y durante alguna temporada, permite que ella note en si misma aridez, distracciones involuntarias, dificultades en la oración, pérdida de toda devoción sensible y de la fruición que anteriormente sentía; incluso la deja caer en cierta frialdad y desgana para las cosas divinas, en una sensible dificultad para recogerse y comunicarse con Dios. La operación es tanto más dolorosa, cuanto más profundo es el endurecimiento del corazón…. Dichosos aquellos que se dejan calentar inmediatamente a elevada temperatura; no sufren menos en ello, pero tienen su purgatorio en la tierra, lo cual les preserva del otro purgatorio. San Juan de la Cruz en su libro “Subida al Monte Carmelo”, nos señala, como: “Las tres potencias del alma, inteligencia, memoria y voluntad, han de ser promovidas a la noche espiritual -purificación- que es el medio de la divina unión. Como el alma se une a Dios por sus potencias, vamos a explicar como las tres virtudes teologales, fe esperanza y caridad, hacen el vacío y oscuridad cada una en su potencia. La fe hace el vacío en la inteligencia, la esperanza en la memoria y la caridad en la voluntad. La fe hace en la inteligencia vacío y oscuridad. La esperanza hace en la memoria vacío de toda posesión. La caridad hace vacío en la voluntad y desnudez de todo afecto y gozo de todo lo que no es Dios”. Si el Señor, no nos amase de forma tan desmedida, no nos hubiera creado para llamarnos a tan incomparable destino, que es el de ser transformados en Él y gozar de la suprema felicidad y libertad en Él, esto nos crea la necesidad de ser purificados, porque sin purificación ningún ser vivo puede contemplar la plenitud de su gloria y participar directamente de la Luz de amor de su Rostro. Por último apuntaremos que, dado que todas las personas tenemos cuerpos y también almas distintas, no hay dos personas que experimenten la noche oscura exactamente igual, puesto que no existen dos personas que se unan a Dios en amor transformante, siguiendo el mismo camino. Cada uno de nosotros experimenta y refleja el amor de Dios de un modo único, personal e irrepetible.
PURIFICACIÓN PERFECTA En esta vida, para aquellos que de verdad quieran santificars han de comenzar por ocuparse de la purificación de su alma. Todos somos pecadores y el pecado sea este, de la naturaleza que sea, es una ofensa a Dios y mancha nuestra alma. Toda la historia del pecado, comienza con el pecado original, ya que de este arranca toda la perversidad del corazón humano. Del pecado original nació toda la concupiscencia humana, que siempre implica un desmedido afán de algo. Así tenemos, la concupiscencia de los ojos, que se refiere al afán desordenado de las posesiones terrenas, la concupiscencia de la carne, que se refiere a los goces y placeres mundanos y sensuales, o la concupiscencia del espíritu, que se refiere al poder, a los honores y a la distinción social. Impulsados por la tendencia que tenemos a la concupiscencia y atizados por el maligno, pecamos. Pero es de ver, que el pecado tiene unas raíces que hemos de exterminar. Cuando nos confesamos, nuestros pecados son perdonados, pero ahí no acaba todo, porque estamos obligados a poner en marcha el llamado propósito de la enmienda, algo que no tenemos muy en cuenta. Si vamos al campo o a un jardín y cortamos una planta por su parte de arriba, lo que hacemos es cortar solo la planta, pero la raíz queda dentro y otra planta rebrotará. En síntesis la Purificación interior del alma, consiste en eso, en arrancar de cuajo, con toda su raíz las malas plantas de nuestros pecados. Y cuando así no lo hacemos ni ponemos interés en hacerlo, continuamente nos estamos confesando de los mismos pecados. Los pecados tienen unas raíces en los vicios humanos, de los cuales brotan todos nuestros pecados, estos son siete: Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia y Pereza. Estas son las raíces de nuestros pecados, sobre todo del principal vicio que es, el de la Soberbia, porque si empezamos a examinar, al final siempre llegamos a la soberbia, al final, ella es la impulsora de todos nuestros pecados. Nuestra purificación interior del alma, es un trabajo que solo a cada uno de nosotros nos corresponde, nadie puede hacer este trabajo por nosotros. La purificación de nuestra alma, es un proceso lento y muy trabajoso porque las raíces de nuestros pecados están siempre muy hondas, tan hondas que salvo que el Señor quiera en el desarrollo de nuestra vida espiritual, solos con nuestras fuerzas nunca conseguiremos una purificación perfecta. Por ella hay que distinguir dos clases de procesos purificativos del alma: la Purificación activa y la Purificación pasiva. Generalmente la segunda va siempre detrás de la primera. En la primera, nosotros somos los que luchamos, aunque eso sí, apoyados por la gracia divina que nunca nos faltará, pues el Señor, siempre se complace y ama el alma, que por Su Amor lucha contra sus vicios y fomenta sus virtudes. En la segunda clase de purificación, es el Señor, el que toma las riendas del carro y el alma nada tiene que hacer sino contemplar embelesada, como el Señor la ama. Esta segunda posibilidad está dentro de la vía contemplativa, y pocas son las almas que esto logran, los demás habremos de completar nuestra purificación en el Purgatorio. Para San Juan de la Cruz, el doctor místico por excelencia, nosotros ya en la tierra hemos de tender a la unión con el Señor. Y para ello, San Juan de la Cruz hace hincapié en una de las características del amor, cual es la semejanza. El amor semeja, tiende siempre a asemejar a los amantes. En consecuencia amando al Señor, siempre nos asemejaremos a Él, cuanto más amemos más semejantes al Señor seremos, es por ello que si nuestra vida espiritual, tiende a la imitación con Cristo, ella debe de ser un continuo canto de amor al Señor. Nuestro objetivo ha de ser el llegar a la unión por medio del amor, conseguir la plena imitación de Cristo. Y para obtener este objetivo, hemos de vaciar el alma de imperfecciones y faltas, a fin de que este vacío que hemos creado en nuestra alma, le permita al Señor, visitarnos y rellenar ese vacío con su plenitud de Amor. El vaciamiento del alma se realiza a través de un proceso de depuración. El proceso de depuración de un alma debe de estar siempre vigente, a lo largo de su vida espiritual, porque así el alma avanzará al encuentro con el Señor. Y es ya sabido que en el desarrollo de la vida espiritual, solo el detenerse es ya retroceder. Desde luego que lo suyo es el que en el momento que Dios nos llame, estemos perfectamente purificados, de todo rastro de ofensa o pecado al Señor. Pero la Iglesia entiende que las manchas y reliquias de los pecados mortales, son tan profundas, que pueden permanecer incluso en una persona justificada, aún después de la remisión de su culpa, es decir, aún después del perdón en virtud del cual se excluye ya la pena eterna y no se va al infierno. Es lo que se denomina reato de culpa o reato de pena temporal. De esta pena se pueden librar las almas, mediante una perfecta purificación que se puede llegar a alcanzar en este mundo, y si no será más tarde en el Purgatorio. El teólogo dominico Royo Marín, sobre este tema nos dice: “El reato de pena temporal que deja como triste recuerdo de su presencia en el alma el pecado ya perdonado hay que pagarlo enteramente, a precio de dolor en esta vida o en la otra. Es una gracia extraordinaria de Dios, pagarlo en esta vida con sufrimientos menores y meritorios, antes que en el purgatorio, con sufrimiento mucho mayores y sin mérito alguno para la vida eterna. Como quiera que de una forma u otra en esta vida o en la otra hay que saldar toda la cuenta que tenemos contraída con Dios, vale la pena abrazarse al sufrimiento de esta vida, donde sufriremos mucho menos que en el Purgatorio y aumentaremos a su vez nuestro mérito sobrenatural y nuestro grado de gloria en el cielo para toda la eternidad”. Pero pensemos siempre que si no somos capaces de purificarnos perfectamente en esta vida, nos queda el recurso del Purgatorio, que es siempre incomparablemente mejor que el del infierno, pues las almas que están en el purgatorio, siempre tienen el goce de saber que se han salvado.
CAMINO DE LA PURIFICACIÓN PERFECTA Clásicamente el desarrollo de la vida espiritual de un alma…, se verifica en tres fases o vías a recorrer. Primeramente durante su etapa inicial el alma entra en la "Vía purgativa". Purgar, etimológicamente equivale a depurar o limpiar. Concretamente el purgatorio es un lugar de limpieza. El alma debe de estar limpia para poder acceder a la siguiente fase o "Vía iluminativa". En esta vía, el Señor concede al alma una luz relacionada con las cosas espirituales y sobre todo con las verdades de la fe… El alma empieza a palpar, lo que hasta entonces, solamente había adivinado. Esto sucederá cuando el alma, hayan entrado en pleno ejercicio, los llamados sentidos espirituales, que empiezan a despertar, a medida que el alma va muriendo a la satisfacción de los sentidos corporales. La tercera vía es la llamada "Vía unitiva", en la que el alma llega a alcanzar su unión con el Señor. En esta tercera fase el alma se purifica pasivamente, por la acción divina, sin que el alma haya de ejecutar nada, y alcanza una purificación perfecta, que la libra de la culpa, por sus pasadas ofensas o pecados mortales inferidos al Señor. El paso de una vía a la otra supone una nueva conversión, pues el camino hacia el Señor, es una continua conversión del alma que recorre estos caminos, ya que el alma puede sufrir nuevas conversiones, si es que entendemos que estas son los pasos que nos acercan al amor del Señor. En este proceso de purificación, el alma ha de purificar sus sentidos corporales -vista, oído, olfato, sabor y tacto-, y también su memoria, su inteligencia y su voluntad, que son las potencias de su alma y los sentidos espirituales – afectos, emociones, fantasías, imaginaciones, sensaciones y sentimientos – para pasar por la 1ª noche oscura del sentido. Esta purificación, básicamente es un proceso de vaciamiento interior, de imágenes, deseos, pensamientos, determinados recuerdos, o relaciones humanas, y en general de todo aquello, que es su día nos apartó del amor del Señor. Hemos de vaciarnos de todo aquello que directa o indirectamente se incompatible con el amor del Señor, pues si algo de esto retenemos, el Señor no acudirá, Él es un Dios celoso (Ex. 20,5) y absorbente, Él no comparte nada con nadie. La noche oscura de la que nos habla San Juan de la Cruz, tiene dos clases: una referida a la "purificación de los sentidos", denominada “Noche activa del sentido”, la otra referida a la purificación de las potencias del alma “Noche activa del espíritu”. En la 1ª noche, la noche activa de los sentidos, esta puede a su vez, ser activa, cuando el alma actúa, o pasiva, cuando es Dios el que actúa en el alma. En su audiencia del 16-02-2011, Benedicto XVI, se ha referido a estos temas y concretamente a la noche oscura de San Juan de la Cruz, diciendo que San Juan de la Cruz, en su libro, la "Subida al Monte Carmelo" presenta el itinerario espiritual desde el punto de vista de la purificación progresiva del alma, necesaria para escalar la cumbre de la perfección cristiana, simbolizada por la cima del Monte Carmelo. El Santo Padre señaló que "la "Noche oscura" describe el aspecto "pasivo", es decir, la intervención de Dios en el proceso de "purificación" del alma. El esfuerzo humano, de hecho, es incapaz por sí mismo de llegar a las raíces profundas de las inclinaciones y de los hábitos malos de la persona: sólo las puede frenar, pero no desarraigarlas por completo. Para ello, necesita la acción especial de Dios, que purifica radicalmente el espíritu y lo dispone a la unión de amor con Él. El ritmo de crecimiento de la fe, la esperanza y la caridad -añadió- va en paralelo con la obra de purificación y con la unión progresiva con Dios, hasta transformarse en Él. Cuando se llega a esta meta, el alma se sumerge en la misma vida trinitaria. (...) Por eso, el Doctor místico sostiene que no existe una verdadera unión de amor con Dios si no se culmina en la unión con la Trinidad. El Papa terminó preguntándose si la vida de San Juan de la Cruz, tiene algo que decir al cristiano corriente o es un ejemplo para pocas almas selectas que pueden seguir este camino de purificación, de ascesis mística. "El camino con Cristo, el ir con Cristo, "la Vía", no es un peso añadido al ya suficientemente duro peso de nuestra vida; (...) es algo totalmente diverso; es una luz, una fuerza que nos ayuda a llevar este peso. (...) El dejarse amar por Cristo es la luz que nos ayuda a llevar el peso cotidiano. La santidad no es una obra nuestra, muy difícil. (...) Pidamos al Señor que nos ayude a alcanzar la santidad, a dejarnos amar por Dios, que es la vocación de todos nosotros".
NOCHE PASIVA DE LOS SENTIDOS La "Noche oscura del alma o de los sentidos (inferiores y superiores)", es el proceso de purificación que somete el Señor al alma que avanza sin desfallecer en el camino de su vida espiritual ansiando unirse con Cristo como consecuencia de su entrega sin reparos a su voluntad. Como ya hemos dicho anteriormente la "Noche oscura" tiene dos fases en su desarrollo. La primera es la denominada “Noche activa de los sentidos” y también de "la noche activa de las potencias del alma", durante la cual es el alma la que toma la iniciativa, buscando el perdón y el arrepentimiento de sus faltas y pecados, y combate por acceder a encontrar el amor del Señor. Es esta la fase que corresponde la llamada lucha ascética. En la segunda fase, denominada “Noche pasiva de los sentidos”, no es el alma la que trabaja, ella está pasiva, la iniciativa está ya en manos del Señor, es esta la fase que podemos llamar "mística". Durante todo el proceso del paso por la "noche oscura del alma", las clases de oración que el alma practica va cambiando en la medida que se va avanzando en este camino de la vida espiritual, para mejor comprender los pensamientos de San Juan de la Cruz, adjuntamos este cuadro explicativo. NOCHE DEL ALMA CARACTERÍSTICAS CLASE DE ORACIÓN + Noche ACTIVA de los sentidos + Dominio de los apetitos. + Oración vocal y Meditación discursiva. + Noche ACTIVA de las potencias del alma +Noche PASIVA de los sentidos + Inteligencia = Depuración de la fe. + Memoria = Vaciamiento de los recuerdos, y fortalecimiento de la esperanza. + Voluntad = Depuración de los afectos de la voluntad: gozo, esperanza, dolor y temor. + Meditación y Contemplación. + Noche PASIVA del espíritu o Noche sosegada + Matrimonio espiritual. + Plenamente Contemplativa. La "noche pasiva del SENTIDO y la noche pasiva del ESPÍRITU" también es llamada por San Juan de la Cruz, como la “Noche sosegada”. Es dentro de esta fase o etapa donde se realiza la experiencia de la "unión con Dios", también denominada, “Desposorio espiritual”, “Llama viva”, o “Herida espiritual de amor”. San Juan de la Cruz, describe "el matrimonio espiritual" como una entrega de Dios al alma y del alma a Dios y atribuye tal poder al alma que se encuentra en este grado de perfección, que no solo es dueña de sí misma, sino que lo es también de Dios. Llegados a este punto el alma ha dado ya el paso de lo "ascético" o "actividad sensitiva", a lo "místico" o "pasividad del espíritu", pues ahora la actividad es del Señor. Él es el que toma la iniciativa y actúa. El adjetivo “místico”, expresa la acción directa e inmediata de Dios en el alma, junto con la conciencia que el alma tiene de tal hecho. De ahí, que básicamente “místico” sea sinónimo de “contemplativo”, aunque por lo general la palabra "mística" se suele reservar para designar los estados más avanzados del proceso “contemplativo” del alma. De todas formas durante las primeras fases de la "contemplación", no somos normalmente conscientes de la acción divina en nosotros. Cuando se inicia en el alma esta fase de la "noche sosegada", es en este momento cuando se enciende en nosotros, una sed insaciable y deseos incontenibles de una comunión de amor más perfecta... Nos extasiamos hasta el punto de que con todas las fibras de nuestro ser, anhelamos el que Dios llegue a ser totalmente nuestro Todo. El misterio que fundamenta el "matrimonio espiritual", radica en que Dios desea entregársenos a si mismo por amor, lo más plenamente posible en esta vida, y Dios nos llama a entregarnos a Él de forma total y única. Al responder libremente a esa llamada somos divinizados y vamos llegando a ser "Dios por participación". En otras palabras, Dios diviniza ya en esta vida al alma que se ha entregado a Él, habiendo pasado y recorrido en su TOTALIDAD el camino de la "Noche oscura del alma y del espíritu". Para Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, la idea de la unión matrimonial en ninguna otra parte se cumple tan propia y perfectamente como en "la unión amorosa de Dios con el alma"…, y se comprende, ya que Dios es el propio y natural esposo, y todas las relaciones matrimoniales humanas se ven como un reflejo imperfecto de aquel original y tipo primero. Esta santa nos dice: “Mediante la Encarnación, Dios hombre, abrió una vía de comunicación con cada alma y en cierto modo "vuelve a encarnarse y hacerse hombre" cada vez que un alma se le entrega, tan sin reservas que pueda ser elevada esta alma, hasta "el matrimonio místico". Cierto que hay una diferencia esencial, porque en Cristo Jesús ambas naturalezas se unen en una persona. Mientras que en el "matrimonio místico", entran en contacto y se unen dos personas, manteniendo su dualidad”.
NOCHE PASIVA DEL ESPÍRITU Otra vez pone en silencio Dios a toda la casa del alma para infundirle los bienes sobrenaturales, sólo que esta vez como la participación del alma en ellos va a ser más subida, el silencio será también más profundo y terrible; pues, como decíamos, es el mismo Dios el que parece callar y que ya no la volverá a hablar: Lo que más siente es que le parece claro que Dios la ha desechado y, aborreciéndola, arrojado en las tinieblas...y más, que le parece que ya es para siempre (2N 6, 2). Se experimenta una ruptura total en el trato con Dios, y por eso el silencio de la media noche se vuelve aterrador, pues el alma ya sólo se apoyaba en Dios, y ahora, al faltarle, se encuentra absolutamente desvalida. Pero es preciso, pues es en este momento donde se realiza la verdadera purificación de toda la persona, incluyendo aquellas raíces de su sensualidad que todavía faltaban por purgar en la casa del espíritu. Este silencio que experimenta el alma consiste en que: ...los apetitos sensitivos y espirituales están adormecidos y amortiguados sin poder gustar de cosa ni divina ni humana; las afecciones del alma, oprimidas y apretadas, sin poderse mover a ella ni hallar arrimo en nada; la imaginación, atada, sin poder hacer algún discurso de bien; la memoria, acabada; el entendimiento, entenebrecido, sin poder entender cosa, y de aquí también la voluntad seca y apretada, y todas las potencias vacías e inútiles, y, sobre todo esto, una espesa y pesada nube sobre el alma, que la tiene angustiada y enajenada de Dios (2N 16, 1). Y sin embargo, este silencio es presencia de Dios, que se infunde en el alma pasiva y secretamente con tal cercanía que oscurece y silencia cualquier otra cosa que no sea El; y como la verdad de Dios es tan ajena a todo lo que el alma ha conocido hasta ahora, es por eso que Dios es experimentado como silencio en esta noche oscura que engulle al alma. El lenguaje de Dios, que como “música callada” puso en silencio todas las demás voces en el desposorio espiritual, ahora se ha vuelto más íntimo y oscuro provocando un silencio mayor, pues se oculta hasta de sí, no sabiendo el alma que es Dios el que está hablando hasta que ya va amaneciendo. Es un silencio tan denso que parece absorber al alma sumiéndola en su abismo secreto y enajenándola de todo para colocarla en una profundísima y anchísima soledad... como un inmenso desierto que por ninguna parte tiene fin . Una secreta contemplación en la que Dios va andando por el alma silenciosamente, sin que se conozcan sus pisadas; y así, lo espiritual que va ocurriendo, no se siente. Es en este silencio de la media noche en el que el hombre se va desnudando de todo lo que no es Dios hasta volver al estado de inocencia original necesario para la unión con la divina Sabiduría (Cristo) (2N 24, 2). A pesar de la sequedad vivida en este silencio, todo el proceso está penetrado de amor porque sólo es el amor el que une y junta el alma con Dios ya que Dios es Amor (1Jn 4, 8) y por eso nunca da Dios sabiduría mística sin amor. Pero así como en la noche pasiva del sentido decíamos que hay un silencio seco que podemos identificar con el amor más allá de gustos y sentimientos, aquí hay un amor oscuro estimativo en que el alma desea a Dios y tiene fuerza para obrar lo que es en su servicio, ejercitándose así en la pureza de un amor sin interés hasta desnudarse de toda propiedad del hombre viejo en este divino fuego de amor de contemplación (2N 10, 2). Según vaya progresando la noche y llegando la alborada, este amor estimativo se irá transformando en una inflamación de amor, y comienzan a tenerse interpolaciones de alborada en las que el alma va reconociendo los grandísimos beneficios de esta presencia escondida de Dios en la noche, por lo que llega a desearla más que cualquier otra cosa.
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