Es una relación interpersonal humana que está mediada por la palabra, en la que el paciente le pide al terapeuta que le ayude con algún problema o situación que esté presentando. La palabra es un recurso que de manera primaria e inmediata influye en los estados afectivos o emocionales de la persona.
En esta relación, la base es la unilateralidad, siendo únicamente el paciente quien despliega su discurso y el terapeuta realiza una escucha profesional (habilidad desarrollada en la preparación).
La palabra y el orden simbólico otorgan los roles de paciente y terapeuta, pero antes de esto, son dos seres humanos.
La demanda manifiesta y el motivo de consulta se manejan en la primera sesión, probablemente sesiones después, se pueda manejar la demanda latente.
A través de la palabra, se origina una atmósfera analítica (espacio analítico). El consultorio y la disposición de las sillas, la distancia son parte de esta atmósfera analítica, esto depende de la corriente psicológica que se maneje.
El espacio puede ser concreto al tomar en cuenta cualquier cosa que mantenga la unilateralidad; se pierde la objetividad cuando hay mucha cercanía. No se puede atender a familiares, pareja, amigos, ni gente cercana por la poca distancia que existe en la relación.
Es un requisito que la persona esté consciente, para que se de cuenta de lo que está diciendo y lo que le están diciendo. No existen leyes generales acerca de la distancia que se mantiene entre paciente y terapeuta, pero se recomienda evitar procesos de fusión, sugestiones y dar consejos.