En la correspondencia cruzada entre Vicente de Paúl y Luisa de Marillac encontramos numerosas pruebas de la amistad que vivieron en el Señor, podemos ver cuánto se apreciaban mutuamente y especialmente cómo se apoyaban en la formación de las Hermanas y en el servicio a los pobres.
De la pluma del señor Vicente salieron estas líneas: «mi corazón ya no es mi corazón, sino de usted, en el de nuestro Señor, que deseo que sea el objeto de nuestro único amor»… «Que Nuestro Señor esté en nuestro corazón y nuestro corazón en el suyo a fin de que sean tres en uno sólo y uno en los tres, y no queramos más que lo que El quiere».
Luisa de Marillac, por su parte, aceptó que el señor Vicente no le visitara durante su última enfermedad y acogió serenamente al misionero portador de su mensaje: «Usted va por delante; espero verla pronto en el cielo».