La evaluación es una actividad o proceso sistemático de
identificación, recogida o tratamiento de datos sobre
elementos o hechos educativos, con el objetivo de
valorarlos primero y, sobre dicha valoración, tomar
decisiones (García Ramos, 1989).
La evaluación ha sido tomada casi en forma exclusiva como
medición del logro de objetivos, medición de los conocimientos,
del rendimiento académico, en el caso de los alumnos y, en el
caso de los docentes, como concepto profesional, requisito para
el ascenso en la carrera docente, por lo tanto su concepción es
mas cuantitativa y hasta cierto punto refleja un dominio de
poder de quien tiene el estatus para evaluar sometiendo e
intimidando al que es evaluado.
La importancia de una evaluación pedagógica no solo queda legitimada por
su utilidad para el centro y el personal docente, que podrá adaptar su
calendario a las necesidades de los alumnos, sino también para los
familiares de los alumnos, que podrán entender a qué ritmo aprende su
hijo/a y sobre todo ser conscientes de la preocupación del centro por su
proceso de aprendizaje.
Se puede decir que es una actividad inherente a toda
actividad humana intencional, por lo que debe ser
sistemática, y que su objetivo es determinar el valor
de algo (Popham, 1990).
la evaluación puede concebirse como un proceso
dinámico, continuo y sistemático, enfocado hacia los
cambios de las conductas y rendimientos del estudiante,
mediante el cual verificamos los logros adquiridos en
función de los objetivos propuestos. Así, la evaluación
adquiere sentido en la medida que comprueba la eficacia
y posibilita el perfeccionamiento de la acción docente.
La evaluación pedagógica es una práctica que permite hacer un
diagnóstico del ritmo de aprendizaje de una clase en general y
de un alumno en particular, y de esta forma adaptar el
desarrollo docente teniendo en cuenta los recursos educativos
del centro.