El cometido de los educadores está cada vez más
claro. Si querernos formar adultos respetuosos con
las diferencias tendremos que ofrecer lecciones y
modelos educativos que. fomenten esta actitud.
Como hemos visto en los casos del aprendizaje
disciplinario,.el aprendizaje sintético y el apren-
dizaje creador, el papel de los ensefiantes como
modelos cons- tituye un punto de partida básico.
Los estudiantes toman buena nota del trato
mutuo que se dispensan los enseñantes, de su
trato con otros adultos y de su trato con los
alumnos mismos, sobre todo si pertenecen a
grupos minoritarios (como una minoría religiosa o
unos inmigrantes recién lle- gados).
También ejercen una poderosa influencia los ele- mentos
curriculares de carácter literario, gráfico y práctico que
seleccionan los enseñantes, las formas de tratar el ma- ter
íalcur r-ícular y, quizá de un modo especial, el material que
no se selecciona o que se despacha antes de tiempo.
El valor del respeto
El objetivo de formar personas respetuosas con las
diferencias supone una responsabilidad especial para
la enseñanza de las ciencias sociales, las
humanidades, las artes y la literatura. Dicho sin
rodeos, esta enseñanza no puede eludir cuestiones
relacionadas con el respeto bajo el pretexto de un
estudio disciplinario «puro»: es necesario afrontar
directamente el valor y los costes del respeto y los
costes infinitamente mayores de la falta del mismo.
Durante los primeros años de formación,
estas cuestiones se abordan mejor
mediante experiencias en las que los
miembros de distintos grupos colaboran en
la realización de proyectos comunes: eso
permite que se conozcan mejor, que
aborden sus diferencias de una manera
amistosa y que aprendan que si una
perspectiva es diferente ello no supone que
sea deficiente.
Además, es importante que los niños lean
libros, vean películas y participen en juegos y
simulaciones que fomenten las relaciones de
respeto entre personas y grupos.
Hay muchas clases de respeto.
Quienes se inclinan por la filosofía abordan esta
cuestión desde la moralidad, la ética y los derechos y
obligaciones del ser humano.
Un resultado muy afortunado de este enfoque es la noción de que los seres
humanos forman una sola comunidad (una universalidad que, en ocasiones,
se extiende hasta abarcara todos los animales e incluso al universo entero).
Otros se decantan por modos de interacción basados en
experiencias como el juego, el empleo o el voluntariado
con personas de diversos grupos y llegan a unas
nociones más matizadas y «realistas».