Biografía de Georges-Jacques Danton

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BIOGRAFÍA DE GEORGE-JACQUES DANTON POLÍTICO Y ABOGADO FRANCÉS que nació en la pequeña localidad de Arcis-sur-Aube, el 26 de octubre de 1759, y murió guillotinado en París el 5 de abril de 1794, o el 15 de Germinal del año II de la República, según el nuevo calendario que se adoptó durante la fase de la Revolución Francesa conocida como el Reinado del Terror.
Hijo de Jacques Danton y de su segunda mujer Marie-Madeleine Camus, Danton destacó desde su infancia por su inteligencia e inquietudes intelectuales. Su formación académica se inició en el colegio de Champagne y continuó en la ciudad de Troyes. Durante la convalecencia de una larga enfermedad aprovechó para entregarse a la lectura de los grandes pensadores clásicos y de su época, lo cual le aportó una sólida cultura general. En 1785 se licenció en Leyes por la Universidad de Reims. Poco después se trasladó a París donde ejerció la profesión de abogado, tras lo cual, en 1787, consiguió un cargo en el Consejo del Rey (Conseil du Roi), con funciones tanto judiciales como legislativas, puesto que adquirió según algunos estudios previo pago de ochenta mil libras (la compra de un cargo público era algo muy propio de la época y una importante fuente de ingresos para las arcas reales).
Ese mismo año contrajo matrimonio con una rica heredera, Antoinette Marie Charpentier, lo que hizo que su posición social y económica se afianzase aún más al sumarse la fortuna de su esposa a los importantes ingresos que obtenía en el Consejo. Esta inmensa fortuna, unida a su brillante personalidad y capacidad oratoria, le permitió una inmediata integración en los círculos elitistas y altas esferas políticas de la aristocracia parisina.
No obstante, Danton se mostraba muy crítico con la institución monárquica, al ser consciente de que ésta no hacía nada efectivo que subsanase la grave situación social, política y económica que atravesaba Francia en estos años, por lo que entró en contacto con los grupos revolucionarios que, frente a las reformas, exigían transformaciones radicales. Tras el estallido de la Revolución Francesa, Danton se entregó por completo y con entusiasmo a la política, fundando en 1790 el club de los Cordeliers, que logró rápidamente ser muy popular, alcanzando un gran prestigio como orador. Sin embargo su protagonismo político llegó tras el intento de fuga del país del rey Luis XVI, que fue detenido en Varennes. Danton, al igual que otros revolucionarios, pidió públicamente un proceso judicial contra el rey.
Los motines y disturbios que la detención del monarca provocaron, principalmente en la ciudad de París, culminaron en la matanza del Campo de Marte, llevada a cabo por la Guardia Nacional, suceso que obligó a Danton a huir a Londres. A su regreso a París mantuvo su postura crítica contra la Asamblea Nacional, dominada por los girondinos, burguesía revolucionaria moderada, que siguió sin pronunciar la proscripción del rey, motivo suficiente para él que justificaría un movimiento insurreccional, lo cual le acercaba al grupo de los jacobinos, dirigido por M. de Robespierre, representantes de la burguesía revolucionaria republicana y radical. Esta insurrección se produjo el 14 de agosto de 1792, momento en el que tuvo lugar el segundo asalto a las Tullerías. La Asamblea decretó la suspensión del rey y se nombró un Comité Ejecutivo que sustituyó al gobierno y en el cual Danton pasó a ocupar el ministerio de Justicia.
La caída de la Monarquía marcó desde este momento el devenir del proceso revolucionario, pues, además de traer como consecuencia el estallido de la guerra contra la primera coalición de potencias europeas frente a la Francia revolucionaria, abrió un abismo entre la Asamblea y la Comuna, entre los jacobinos y los girondinos, entre Robespierre, Tallien y Varenne frente a Roland y Brissot, principales figuras políticas del momento. El protagonismo de Danton adquirió en este contexto su momento culminante por cuanto su talante pragmático y conciliador le llevó a ejercer de árbitro en los duros enfrentamientos entre ambas facciones en el seno de la Convención Nacional, formada por setecientos cuarenta y nueve diputados elegidos por sufragio universal en septiembre de 1792, tras la proclamación de la República el día 25 de ese mismo mes.
Durante el año I de la República, periodo que se extiende desde septiembre de 1792 hasta junio de 1793, Danton sufrió los ataques de los girondinos, principalmente de Roland, que le acusaron de malversación de fondos públicos durante el período en el que ocupó el cargo de ministro de Justicia sin que éste pudiera demostrar su inocencia, lo cual socavó su intachable prestigio hasta ese momento. Durante el enjuiciamiento del monarca, Danton, junto a los montañeses o jacobinos, se convirtió en un regicida al votar a favor de la ejecución pública del Rey, escrutinio que duró más de treinta y seis horas y que fue aprobado por trescientos ochenta y siete votos de setecientos veinte posibles.
Sin embargo, compartió con sus enemigos políticos, la Gironda, el deseo de reclamar para Francia sus fronteras naturales, que se extendían hasta el Rhin, los Alpes y los Pirineos, por lo que apoyó la aprobación de decretos de anexión de Bélgica, el Principado de Salm, el Palatinado y otros territorios. Pero la derrota del general Dumouriez y su posterior intento de traición provocó el giro radical de la República con la ascensión al poder de los jacobinos y la persecución, encarcelamiento y muerte en la guillotina de los principales miembros y seguidores de la Gironda.
El golpe contra los girondinos en junio de 1793 inauguró el año II de la República, conocido como el Reinado del Terror, cuyo símbolo fue la guillotina. Danton era uno de los miembros destacados del Comité de Defensa General, formado por veinticuatro miembros, y responsable de la creación del Comité de Salvación Pública, formado por un número de miembros más reducido, que se encargó de vigilar y salvaguardar la revolución frente a las fuerzas contrarrevolucionarias internas y externas, frente a las conspiraciones reaccionarias y antirrepublicanas. No obstante, el 10 de julio, la Convención renovó al Comité de Salvación Pública y, a petición suya, lo apartó de ella, sin que tampoco quede claro si fue debido a la convicción de que los sucesos habían ido demasiados lejos o porque lo vio comprometido en algún extraño asunto político, pues pocos meses después regresó a París.
A pesar de la práctica aniquilación de los girondinos, los jacobinos o montañeses no demostraron en ningún momento mayor unidad, ni ideológica, ni de acción. La jefatura de la República siguió desgarrándose por las luchas internas en medio de un clima de desconfianza en el que la corrupción y las acusaciones de traición imposibilitaban la normalización política del país. Mientras Danton siguió manteniendo posturas moderadas, a la cabeza del grupo de los llamados indulgentes, los enragés, dirigidos por Hébert, se inclinaban por una radicalización y extensión del proceso revolucionario, lo cual significaba el abuso indiscriminado de la guillotina como único método de hacerlo efectivo.
Robespierre se alzó como principal figura en este momento. Invocando las necesidades que imponía la defensa nacional, implantó la dictadura revolucionaria que se tradujo en la eliminación de las dos facciones enfrentadas, enragés e indulgentes. Así ocurrió que, tras ser sometido a juicio por el Tribunal Revolucionario, Danton murió guillotinado el 5 de abril de 1794, 15 de germinal, según el nuevo calendario implantado. Para algunos autores, Danton no era más que un cínico oportunista cuyas ambiciones personales y afán de protagonismo le hicieron supeditar cualquier principio ideológico frente a un pragmatismo cargado de frialdad, si bien es verdad que supo esconderse durante la ejecución de las decisiones más controvertidas a lo largo del proceso revolucionario.
Sin embargo, para otros autores, Danton fue una de las mentes más lúcidas y realistas de cada uno de los momentos del proceso revolucionario. Representante máximo del republicanismo moderado, su figura sufrió un proceso continuo de desgaste político debido al compromiso adquirido en encauzar la revolución hacia la unidad de acción de todas las fuerzas políticas frente al enemigo exterior, definiéndole como un esclavo de las necesidades puntuales frente a la rigidez ideológica e intransigencia que demostraron otros líderes revolucionarios.

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