Consejo Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria de Panamá(CONEAUPA)

Descripción

Documento que describe situación de la Educación Superior en Panamá
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Resumen del Recurso

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La Educación Superior en Panamá

La educación superior en Panamá muestra signos de adaptación a esta globalización que hoy nos ocupa. Tan solo en la capital de la República, el número de universidades se ha incrementado en la última década. Esto gracias a iniciativas privadas de brindar ofertas de educación a una creciente población en busca de nuevas carreras o una mejor preparación en las ya existentes. Este incremento tanto de instituciones de educación superior como de individuos buscando adquirirla a simple vista aparenta una gran idea y excelente oportunidad para quienes quieren ir más allá en sus respectivas áreas profesionales; sin embargo, sin los debidos controles y fiscalizaciones, las nuevas ofertas pudiesen convertirse en una simple comercialización de la educación superior. La educación superior en Panamá se puede clasificar en dos niveles: el pregrado y el postgrado. El pregrado es el nivel más básico, el primer escalón en la formación universitaria de un estudiante. Para poder acceder a estudios de pregrado es necesario haber completado los estudios de Secundaria y cumplir con los requisitos de admisión de la universidad en la que deseemos estudiar. Dentro del pregrado encontramos diferentes tipos de carreras. Las licenciaturas son las más habituales, aunque también existen carreras técnicas que son más cortas y diplomados que ofrecen especialización en un área concreta.El postgrado es un nivel superior y para acceder a él es necesario haber cursado estudios de pregrado. Estos títulos ofrecen una especialización mayor y permiten adoptar un enfoque más académico o más profesional, según la tipología de curso elegido. Los postgrados se estructuran en cursos de postgrado, maestrías y doctorados, siendo este último el grado académico más alto existente en la educación superior. La Universidad es un espacio privilegiado para el desarrollo de la reflexión crítica, la formación de ciudadanos y profesionales conscientes de sus responsabilidades cívicas y comprometidos con el desarrollo humano y sostenible de su nación. Para ello, el oficio universitario debe inspirarse en los valores democráticos, la inclusión, la interculturalidad y el análisis de la problemática de su contexto para contribuir a la solución de los grandes problemas nacionales. La cultura democrática, como forma de vida, debe practicarse al interior de la Universidad. La comunidad académica debería promoverla hacia su entorno, actuando como agente clave de su vigencia y respeto en el seno de la sociedad. Las universidades están en posición privilegiada, como sede de la inteligencia del país, para contribuir al diseño de un Proyecto de Nación. Para ello, deberían también propiciar los grandes consensos que sirvan de base a tal Proyecto y a las políticas de estado, de largo plazo, que del mismo se desprendan. Esto conduce a repensar la autonomía universitaria y pasar, de un concepto que se limita a la de defensa de la libertad académica, a otro de presencia activa en el escenario nacional y en la vida social, sin perder su carácter de centro independiente del pensamiento. No olvidemos que las sociedades miran hacia la Universidad en busca de guía y orientación. Autonomía no significa volver por antiguos fueros medievales. Autonomía y silencio son, en mi opinión, incompatibles. Si la Universidad goza de autonomía es para ejercerla y aprovechar su disfrute de libertad para opinar responsablemente. La Universidad que guarda silencio ante su problemática, menosprecia su autonomía. Sin el ejercicio proactivo de la autonomía se frustran buena parte de los fines más nobles de la Universidad. Varios analistas coinciden en afirmar que en las universidades estatales de América Latina, uno de los mayores riesgos que corre la autonomía universitaria es la influencia de grupos de poder, afiliados a determinados partidos políticos, que impiden a la institución el cabal desempeño de su función crítica por la identificación de estos grupos con las políticas partidarias o gubernamentales. De esta manera, castran las posibilidades de cultivar en las nuevas generaciones la conciencia crítica y limitan su formación como ciudadanos. Ser ciudadano cabal de una nación es el título más honroso al que una persona puede aspirar. Como lo recomienda la UNESCO, “es ahora importante que los Centros de Educación Superior desempeñen un papel aún mayor en el fomento de los valores éticos y morales en la sociedad y dediquen especial atención a la promoción, entre los futuros graduados, de un espíritu cívico de participación activa”. Cobra aquí actualidad el pensamiento de Mariano Fiallos Gil, Padre de nuestra Autonomía Universitaria, cuando afirmaba: “La autonomía es libre pensamiento, libre exposición de ideas, controversia, ejercicio responsable de la inteligencia, discusión sin tabúes de ninguna clase, ya que el objetivo de la Universidad es el de la formación de hombres libres en una sociedad libre”… “Creo en la Universidad”, nos dice Carlos Fuentes, y añade: “Para que la cultura viva, son indispensables espacios universitarios en los que prive la reflexión, la investigación y la crítica, pues estos son los valladares que debemos oponer a la intolerancia, al engaño y a la violencia”… “Universidad y totalitarismos son incompatibles”.

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Modelos Educativos y Académicos Una tendencia notable en la educación superior contemporánea es la revisión de los procesos de transmisión del conocimiento, lo que ha llevado a revisar los métodos de enseñanza-aprendizaje, trasladando el acento de la enseñanza hacia el aprendizaje y enfatizando sobre el rol protagónico del estudiante. La cada vez más generalizada adopción de los enfoques constructivistas, los cambios en el rol del profesor, que deviene en un facilitador del aprendizaje del alumno y la adopción de los paradigmas de la educación permanente y del aprender a aprender, han conducido a muchísimas universidades a diseñar nuevos Modelos Educativos y Académicos, así como a revalorizar la importancia de la pedagogía universitaria. Los especialistas coinciden en señalar que la educación debe promover la formación de individuos cuya interacción creativa con la información les lleve a construir conocimiento. Se trata de promover un aprendizaje por comprensión. De esta suerte, en cada aula donde se desarrolla un proceso de enseñanza-aprendizaje se realiza una construcción conjunta entre enseñante y aprendices. Al superarse los enfoques conductistas del aprendizaje para dar paso a los constructivistas, el aprendizaje dejó de ser un simple cambio conductual, una modificación de la conducta ocasionada por estímulos internos y externos, y pasó a ser la posibilidad de la autoconstrucción por el aprendiz de un nuevo conocimiento significativo. El aprendizaje o los aprendizajes representan hoy día la esencia de la Universidad contemporánea. La pregunta es: ¿Qué hacer en la práctica docente para generar condiciones para un efectivo aprendizaje de los alumnos? El constructivismo, precisamente, sitúa la actividad mental del educando en la base de la apropiación del conocimiento. Un conocimiento nos lo apropiamos cuando lo interiorizamos y lo incorporamos a nuestra estructura mental. El docente deviene así en un mediador del feliz encuentro del alumno con el conocimiento. “Educar, nos dice Paulo Freire, no es transferir conocimiento sino crear las condiciones para su construcción”. Mas, no olvidemos que el proceso de enseñanza-aprendizaje es una unidad pedagógica compartida y creativa. “Aprender a aprender” supone la adquisición de la capacidad de autoaprendizaje al cabo de un período ineludible de aprendizaje con docentes. Estos nuevos paradigmas educativos y pedagógicos, se fundamentan en los aportes de la psicología y de la ciencia cognitiva sobre cómo aprende el ser humano, y nos conducen a reconocer que el estudiante no sólo debe adquirir información sino principalmente estrategias cognitivas, es decir, procedimientos para adquirir, recuperar, juzgar y usar información. Lo que determina el aprendizaje no es lo que se enseña, sino de qué manera lo enseñado interactúa adecuadamente con lo que el estudiante ya sabe. La nueva perspectiva de la enseñanza universitaria como una actividad investigativa, permitirá dignificar la docencia a los ojos del profesor universitario. Todo docente es, o debería ser, un investigador, no en el sentido de que aporta nuevo conocimiento, sino en el sentido de que como investigador pedagógico ha logrado construir sus propios conocimientos en la disciplina que enseña, para comprenderla y aprehenderla y, posee la capacidad didáctica de enseñarla y suscitar el aprendizaje de sus alumnos. El Modelo Educativo es la concreción, en términos pedagógicos, de los paradigmas educativos que una institución profesa. El Modelo Educativo debe estar sustentado en la historia, valores profesados, Visión, Misión, filosofía, objetivos y finalidades de la institución. Debe existir congruencia entre el Modelo Educativo y la organización académica de la Universidad, de suerte que puedan alcanzarse los objetivos que persigue el Modelo. El Modelo Académico traduce en organización académica y diseño curricular, el compromiso de la institución con su Modelo Educativo. La Universidad debe, entonces, prepararse para revisar su estructura académica, a fin de flexibilizarla, superando el esquema de separación rígida entre las facultades, escuelas y departamentos, y propiciando la apertura de una comunicación permanente entre todos estos elementos estructurales. Los países de la Unión Europea han adoptado estos paradigmas como parte del llamado “Proceso de Bolonia”. Según uno de los arquitectos de los acuerdos de Bolonia, Guy Haug, el nuevo paradigma europeo en el campo didáctico implica un desplazamiento del énfasis en los sentidos siguientes: - Más sobre el aprendizaje, y menos sobre la enseñanza; - Más atención al estudiante, y menos poder al profesor; - Más enfoque sobre las exigencias de la sociedad; - Más atención en el desarrollo de destrezas y habilidades, y menos sobre la mera adquisición de conocimientos; - Carreras concebidas en el espíritu de aprendizaje a lo largo de la vida, en vez de un enciclopedismo inicial seguido por muy escasas posibilidades de formación ulterior. Publicado por Edwin Mudarra en 22:19

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MISION DE LA UNIVERSIDAD DEL FUTURO

La Universidad que necesitamos para enfrentar con éxito los desafíos del Siglo XXI. Requerimos: • Una Universidad que haga realidad la definición de Jaspers de ser “el lugar donde la sociedad permite el florecimiento de la más clara conciencia de la época”, organizándose, como propone Habermas, como una auténtica “comunidad crítica de estudiantes y profesores”; • Una Universidad que mantenga estrechas relaciones de coordinación con el Estado, la sociedad civil organizada y el sector productivo y empresarial; que forme parte de un Proyecto Nacional de Desarrollo Endógeno, Humano y Sostenible y, contribuya, mediante su visión prospectiva, a configurar los proyectos futuros de sociedad; • Una institución que forje, de manera integral, personas y ciudadanos conscientes y responsables; profesionales, especialistas, investigadores, artistas y técnicos formados interdisciplinariamente, dotados de una cultura humanística y científica; capaces de seguirse formando por sí mismos durante toda su vida; de adaptar sus conocimientos a los rápidos cambios que se producen en su campo profesional, laboral y científico; de localizar la información pertinente, evaluarla críticamente, juzgarla y tomar las decisiones adecuadas; • Una Universidad que ponga el acento en el aprendizaje de sus estudiantes y convierta a sus docentes en facilitadores de ese aprendizaje; • Una Universidad donde sea posible el cultivo desinteresado del conocimiento pero que también se preocupe por la investigación aplicada a la solución de los problemas más apremiantes de su sociedad; • Un centro donde se contribuya a conservar, defender, acrecentar y difundir los valores culturales propios, se fortalezca la identidad nacional, y se promuevan la interculturalidad, la “cultura de paz” y la “cultura ecológica”; • Una Universidad globalmente competitiva, donde docencia, investigación, extensión, vinculación y servicios, se integren en un solo gran quehacer educativo, enriqueciéndose mutuamente, y se apliquen a la búsqueda de soluciones para los problemas locales, regionales, nacionales y mundiales; • Una Universidad que promueva la integración regional pero que, a la vez, incorpore en su enseñanza una visión holística del mundo, auspicie la comprensión entre las naciones y asuma, resueltamente, la dimensión internacional que hoy día tienen el conocimiento, la información y la propia educación superior; • Una Universidad que asuma críticamente el fenómeno de la globalización del conocimiento, se integre a las grandes redes académicas y científicas, y participe activamente en el mundo universitario regional e internacional; • Una Universidad comprometida con las culturas de calidad y pertinencia, que acepte la evaluación por sus pares; practique la autoevaluación sistemática de todas sus actividades y gestione la acreditación de sus programas y carreras por agencias oficialmente reconocidas. Consciente de su responsabilidad social y sin menoscabo de su autonomía, reconozca que está sujeta a la evaluación crítica de la sociedad por la eficiencia y eficacia de su desempeño. • Una Universidad que sepa emplear todos los recursos de la moderna tecnología educativa, sin permitir que la máquina reemplace al profesor, salvo aquel, que según Skinner, merezca ser reemplazado por ella; • Una Universidad que diversifique su población estudiantil y su oferta de carreras y especialidades e incorpore carreras cortas de nivel superior, prestigiadas por su identidad académica y por su posibilidad de permitir salidas laterales al mundo del trabajo y el paso a carreras de larga duración; introduzca institucionalmente la educación a distancia y virtual, y ofrezca oportunidades de formación a personas de todas las edades, aspirando a ofrecer una educación superior para todos y todas y durante toda la vida; • Una Universidad inserta en la totalidad del sistema educativo, del cual debe ser “cabeza” y no simple “corona”, preocupada por los niveles que le preceden, a los cuales debe aportar no solo personal docente calificado, sino también propuestas para su mejoramiento cualitativo y didáctico; • Una Universidad edificada sobre la base de estructuras académicas y administrativas flexibles, que ofrezca currículos también flexibles, que comprendan ciclos de competencias generales, básicas, profesionales, terminales y libres, acompañadas de las destrezas y habilidades requeridas para cada profesión o especialidad y que propicie la reintegración del conocimiento y el trabajo interdisciplinario y transdisciplinario; • En fin, una Universidad donde las ciencias, las humanidades y las artes encuentren un alero propicio; la innovación, la imaginación y la creatividad su morada natural, y “la barca del sueño que en el espacio boga” un lugar seguro donde atracar.

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