Es capaz de aceptar y acoger con agrado las diferencias de apariencia, creencias y costumbres entre
las distintas culturas, mientras éstas no representen una amenaza para el bienestar común.
Pero el respeto no implica la aceptación de todas las actitudes, al contrario, las medidas que
sancionan de forma clara la falta de respeto y favorecen los ejemplos positivos son esenciales.
Quien posee una mente respetuosa es capaz de trabajar en armonía con personas de distintas
culturas.
Un individuo respetuoso observa y acepta las diferencias entre los individuos y los grupos humanos,
al mismo tiempo que trata de comprender a esos otros y procura trabajar con ellos de forma
efectiva.
Siempre ha sido deseable educar a las personas para que por lo menos sean tolerantes con quienes
tienen un aspecto o comportamiento diferente.
Este tipo de mente empieza a desarrollarse desde el nacimiento a través de los modelos que
representan los padres y permanece durante toda la vida.
En un mundo global dónde todos debemos trabajar y colaborar de forma integradora hacía un bien común no es
una opción viable la intolerancia o la falta de respeto.