El ser humano tiende a crear grupos, a identificarse con los miembros de su grupo y a adoptar una
actitud cautelosa o claramente hostil hacia otros grupos sea cual sea su definición. Entre los grupos
no existe la confianza necesaria para cumplir compromisos de esta clase y en el fondo, quizá sea
prudente que recelen unos de otros
Durante el primer año de vida ya se puede distinguir una base para el respeto a los demás. Los niños
de una guardería ven u oyen el dolor de otro niño y manifiestan su conciencia de ello gimiendo o
llorando ellos también. Si los adultos de distinta raza se mezclan de una manera cómoda y natural, la
fuerza de esta distinción se reduce.
Hacia los 5 años a más tardar, ya se han trazado las líneas maestras de la amistad y la hostilidad, de
la inclusión y la exclusión de grupos, del amor y del odio, del respeto y de la tolerancia. Lo ideal sería
que la responsabilidad de fomentar el respeto a las diferencias y de demostrar públicamente ese
respeto se distribuyera por toda la sociedad. Los padres y vecinos, los dirigentes políticos y
religiosos, los medios de comunicación populares y todo tipo de organizaciones sociales deberían
demostrar y recompensar este respeto